miércoles, 23 de febrero de 2011

LA ENSEÑANZA ELEMENTAL


                                                                          





                                               LA ENSEÑANZA ELEMENTAL




                                                                        Por





                                                   JAN VAN RICKENBORGH

































                                                                     Prólogo



Este libro está destinado a quienes buscan una orientación en la enseñanza universal de la Rosacruz, impulsados por el recuerdo de una vida divina original. Su contenido es una adaptación de unas alocuciones dadas en forma de curso en los años 1944 a 1946.
Que este libro pueda encontrar su camino hacia muchos buscadores y ayude allí donde sea posible.

Jan van Rijckenborgh
































                                                                  Capítulo 1

                                       Las tres facultades que deben despertarse

El lector interesado que abra este libro, movido por el deseo de adquirir cierta noción de la filosofía de la Rosacruz Moderna, no debe contentarse con un conocimiento superficial. Debe darse cuenta de que emprende un estudio arduo, que reclamará toda su atención y le exigirá una profunda reflexión. La filosofía de la Rosacruz no formula consideraciones sobre la vida, sino que incide sobre la vida del alumno de forma muy personal, de modo que, mientras lee, tendrá siempre la sensación de que la Escuela Espiritual se dirige directamente a él.
Este método trae consigo, evidentemente, aspectos menos agradables; puede provocar tal vez disgusto o incluso irritación; sin embargo, la indiscutible ventaja que presenta, nos hace preferirlo a otros más usuales. La lectura de este libro debe despertar inquietud; al lector debe impresionarle mucho la materia enseñada, debe tocarle y perturbarle, y, sobre todo, debe atravesar su interés intelectual como si fuese una espada.
El que toma conocimiento de la verdadera literatura rosicruciana, debe entender con claridad que los trabajadores de la Escuela Espiritual no tienen interés alguno en demostrar dotes literarias o conocimientos teóricos, con el fin de defender intereses terrestres y materiales, sino que ellos emprenden un trabajo al servicio de la Escuela Espiritual, incluso si este trabajo va en contra de sus intereses materiales particulares, lo cual es frecuente.
Por lo tanto, el autor se dirige a usted desde su campo de servicio, en concordancia con su estado de ser, para dar testimonio en nombre de la grande y sublime Fraternidad de la Luz de la humanidad.
Esta Fraternidad es conocida con diferentes nombres, tales como: "Escuela Espiritual Hierofántica", "Escuela de los Misterios de los Hierofantes de Cristo", "Iglesia Interior", "Orden de Melquisedec", "Orden de la Rosacruz", y otros muchos.


El alumno que toma conocimiento de este libro debe entender, según nuestra opinión, que esta Fraternidad es la que se dirige directamente a él en estas páginas y, en este contacto,
la personalidad del autor o la estructura organizadora del Lectorium Rosicrucianum pasan completamente a un plano secundario.
De lo que se deduce fácilmente que esta Fraternidad, de la que queremos dar testimonio, no se dirige a nadie en calidad de sociedad, organización o institución religiosa.
Se trata de una escuela y el estudio de este libro le sitúa, por decirlo así, en el atrio de esta escuela. El concepto "escuela", sin embargo, debe tomarse en sentido muy exclusivo. El alumno no se forma en ella según el método intelectual, la conciencia del cerebro biológico no pasa por ningún entrenamiento, no hay exámenes ni tampoco se obtienen diplomas.
Esta Escuela de la Rosacruz de Oro apela a tres facultades que, en el misterioso sistema microcósmico del hombre, parecen dormir en un sueño de muerte. La Escuela trata de despertar, a través de todos los obstáculos, estas tres facultades y empujarlas a la actividad. Tan pronto como algo de estas tres facultades empieza a manifestarse, en el alumno surge la deseada relación entre él y la Escuela. El sentirá, verá y conocerá, de manera directa, todo lo que la Escuela quiere transmitirle, todas las cosas con las que la Escuela quiere unirle de nuevo. Tan pronto como este contacto se establezca fundamentalmente, el alumno será muy consciente de la necesidad de todo lo que la Escuela le propone. Así comprenderá que la filosofía de la Escuela Espiritual no representa una creencia popular, sino un saber positivo y claro. No un saber en el sentido de reunir un material de hechos, dogmas, frases, sistemas e hipótesis que nos dejan siempre con las manos vacías, sino un saber en tanto que percepción, que posesión interior, un saber irrefutable y absoluto.
Cuando el contacto entre la Escuela de la Rosacruz y el alumno se establece sobre esta base, no se trata entonces de autoridad y de estúpida obediencia, sino de reconocimiento interior, de avance consciente en un camino percibido en su fuero interno.
Por consiguiente, tres facultades adormecidas deben manifestarse en la vida del alumno: el poder de una nueva voluntad, el poder de una nueva sabiduría y el poder de una nueva actividad. El hombre tiene una voluntad, pero ésta, o bien no tiene freno, o bien es experimental o especulativa. El resultado de un esfuerzo de la voluntad no es nunca previsible, y si lo fuese, quedaríamos en la incertidumbre de los posibles fenómenos que podrían surgir, o de las consecuencias de la oposición suscitada. Por eso, el hombre que rige su vida por su voluntad, está rodeado de preocupación y de miedo. La voluntad humana jamás es liberadora y, además, está unida a los valores de la sangre, lo que quiere decir que depende totalmente de las disponibilidades y fuerzas presentes en la sangre.


El hombre posee igualmente cierta sabiduría, que en el fondo no es más que la facultad intelectual, o capacidad racional del cerebro. El alumno debe descubrir que el hombre, también en lo que concierne a esta facultad, depende por completo de las cosas exteriores, es decir, de las visibles en tres dimensiones. No sin razón dice la Biblia: "La sabiduría de los hombres es locura ante Dios". El conocimiento absoluto jamás podrá ser alcanzado por el hombre que vive según los sentidos. Lo que llamamos "sabiduría" es un conjunto de conceptos aprendidos por la percepción sensorial, y muy influidos y deformados por la educación y el estado de la sangre.
El hombre también desarrolla cierta actividad. ¿No es sumamente triste el resultado de este trabajo? ¿No es solamente trabajar y divertirse? La actividad del hombre se encuentra totalmente bajo el signo de la lucha por la supervivencia, acompañada de un poco de diversión o de romanticismo espiritual, según la naturaleza de cada uno.
Esta trinidad de voluntad, sabiduría y actividad, tal como se desarrolla en la naturaleza humana, está unida además a instintos naturales que llamamos "deseos". Junto a estos deseos o instintos naturales, ella es responsable igualmente de la aparición de la conciencia biológica, que es la conciencia del yo, cuya propiedad más característica es la auto‑conservación.
La auto‑conservación y el deseo son estados extraordinariamente especulativos y extremadamente caprichosos en sus diversas manifestaciones. Cuando, por determinada experiencia, el hombre se desengaña, salta de un objeto a otro y, en su miseria, danza la zarabanda de la naturaleza junto con las hipótesis y otras formas ilusorias. La mayoría de los impulsos religiosos pueden explicarse por las tentativas de auto‑conservación y por los deseos.
Cuando el alumno vea claramente esta situación, sentirá la necesidad de un cambio fundamental, su estado actual le repugnará y, por consiguiente, tratará de neutralizar sus deseos y su instinto de auto‑conservación.

Puede plantearse ahora una pregunta: ¿Cómo desarrollar este proceso de neutralización? La respuesta dice: el alumno debe cesar de querer su antigua vida, debe abandonar la ilusoria sabiduría que ha acumulado y poner fin al juego dramático de los deseos y de la lucha egocéntrica.
Algunas personas son capaces de llevar a cabo el cambio fundamental, en lo que concierne a la resquebrajada realidad de la religión, de la ciencia y del arte. Descubren rápidamente el lado especulativo de las teorías religiosas, el aspecto no‑liberador de lo que llamamos el arte y el lado satánico de la ciencia. Pero mucho más difícil es desatarse fundamentalmente de sus instintos naturales, ya que el hombre "procede de la naturaleza y vive de ella". Los instintos naturales pueden atar a un hombre más a la antigua vida que la religión, el arte y la ciencia.
A este respecto, el alumno no debe hacerse ilusiones. El puede atacar con resolución y con valor los impedimentos externos, pero sería mucho más provechoso luchar contra lo que insidiosamente le tiende trampas en su propio ser. El estudiante Rosacruz deberá recordar esto todos los días.
El hombre siempre está dispuesto a luchar, empleando toda su inteligencia, para adquirir una posición social mejor, ya que es impulsado constantemente por la peligrosa ilusión de que el yo posee "algo" de valor esencial. Estas ambiciones inferiores y esta ilusión del yo engendran la envidia, una de las plagas más lastimosas que padece la humanidad.


"La envidia enfurece al hombre", dice el poeta de los Proverbios. Según el Cantar de los Cantares, es como "un fuego inextinguible". La envidia es una posesión diabólica que a veces engendra un odio tan ciego que lleva hasta el homicidio.
Por eso, el poeta de los Proverbios dice que el hombre que es prisionero de este instinto natural "no aceptará compensaciones, ni las querrá aunque aumente la oferta", aunque Dios mismo le tendiera la mano para subir al cielo. Sólo desea la muerte de su víctima; la llama de los celos debe quemar a su víctima. Y al resultado final le da el nombre de "justicia".
El cambio debe apoderarse del hombre en su totalidad, hasta en sus instintos naturales más profundos. El alumno debe entablar una lucha a muerte consigo mismo.
El cambio fundamental es la base del despertar de las tres nuevas facultades de las que habla la Escuela Espiritual. Primeramente una nueva voluntad, inflamada por Dios; segundo, una nueva sabiduría que ilumina el Plan de Dios; y tercero una nueva actividad que contribuye a la realización del Plan Divino.
Estos tres procesos, que constituyen las llaves del nuevo devenir humano, son emprendidos y llevados a cabo, desde el principio, por la Escuela Espiritual en colaboración con el alumno. Forman el proceso de renacimiento en el que se basa toda la filosofía de la Rosacruz moderna. Su éxito depende del cambio fundamental y del hecho de que en la conciencia del hombre esté todavía presente algo del recuerdo de su posesión espiritual original. Semejante posesión, en su apariencia o actividad, puede dañarse, caricaturizarse, incluso puede ser peligrosa; pero aún así, predispone al hombre a la búsqueda irresistible del lado escondido de las cosas.
Este pre‑recuerdo hace que el hombre desee abarcar el "porqué", el "para qué" y el "a través de qué" de todas las cosas. Desarrolla un poder dinámico que, más tarde, cuando el Camino es percibido, permite la superación de infinidad de obstáculos.

La Escuela Espiritual desarrolla en el alumno la nueva voluntad, por medio de la ley del espíritu; la nueva sabiduría, por medio de la filosofía de la ley del espíritu; y la nueva actividad, por medio de la aplicación de la ley del espíritu.
La ley del espíritu es la idea divina en la que se basa el mundo y la humanidad.
La filosofía de la ley del espíritu aporta la idea divina al alumno; ella ilumina su razón, haciéndole concebir su inconmensurable alejamiento de la Patria Original; haciéndole entender la degeneración humana con respecto a la ley divina, y dándole una visión clara del camino de regreso.
La aplicación de la ley del espíritu es la realización de la idea divina, el arduo e inevitable camino de regreso, la destrucción de la naturaleza terrestre y de sus instintos, y la reconstrucción del hombre nuevo.
Igualmente, se puede entender la ley del espíritu como Dios, con el que hemos roto; la filosofía de la ley del espíritu como Cristo, que en su amor infinito parte de Dios para salvarnos, baja hasta nuestra degradación y se entrega prisionero a la materia; y la aplicación de la ley del espíritu como el Espíritu Santo, que aplica, realiza y culmina todo el proceso del renacimiento.
Una Escuela Espiritual de buena fe se reconoce siempre porque no admite ningún regateo en este triple proceso.


Para el lector que toma conocimiento de todo esto, este libro sólo puede tener un carácter informativo. Sin embargo, quien quizás desea hacerse alumno de la Escuela Espiritual, debe concebir con claridad que la Escuela exige un ascenso regenerador y purificador, un proceso. Sin esto la Escuela no sería una Escuela Espiritual.
La Escuela de los Misterios de la Rosacruz desea entrar en unión con todos los interesados y establecer una alianza sobre bases libres y democráticas. Lo que la Escuela espera de sus alumnos, lo ejecuta y toma como base de existencia. Nada se pide al alumno que no pueda llevar a cabo.
La Escuela Espiritual es un lugar de trabajo donde nacen actos que tienen como consecuencia que las tres fuerzas divinas que brotan de la Escuela despierten las tres facultades latentes en el alumno.
La interacción entre las tres fuerzas divinas y el alumno hace que éste quiera lo que la Escuela Espiritual quiere, sepa lo que la Escuela Espiritual sabe y realice lo que la Escuela Espiritual realiza; por la puesta en práctica de una sólida auto‑disciplina y con una obediencia libremente consentida.
A todos los que perciben y experimentan interiormente los Misterios de la Rosacruz de esta manera, les anima un entusiasmo grandioso, e irradian una gran energía y una alegría intensa. Ellos se colocan con toda humildad ante el fuego insondable de la ley del espíritu. Cuando la filosofía de la ley del espíritu les toca, se encuentran con la cabeza alta ante la luz reveladora del amor universal. Y, cuando la aplicación de la ley del espíritu viene a exigir toda su atención y devoción, esperan, con los brazos abiertos, el santo bautismo en el agua viva de la regeneración divina.
                                                                          

                                                                  Capítulo 2

                                      La Jerarquía de Cristo o Escuela Espiritual

Es necesario llevar a cabo una observación más aproximada de la Escuela Espiritual y plasmar en líneas concretas sus valores aparentemente abstractos.
Tres fuerzas se manifiestan y se desarrollan en la Escuela Espiritual, atribuidas al gran ser divino en todas las grandes religiones mundiales. La voluntad divina se une a la noción "Padre"; la sabiduría divina a la noción "Hijo"; y la actividad divina a la noción "Espíritu Santo". Por ello, identificamos a Dios y a las tres fuerzas que brotan de El con la Escuela Espiritual. Llamamos "Escuela Espiritual" al Padre que nos encuentra en su Hijo y que por su Espíritu Santo nos empuja al camino de la regeneración.
En la Escuela Espiritual el alumno encuentra directamente, de primera mano, al Espíritu Santo, al Consolador, que da testimonio de Jesucristo. En la Escuela Espiritual el alumno vive su encuentro con el Cristo actual, es decir, libre de todo prejuicio dogmático e histórico. En la Escuela Espiritual el alumno siente el corazón del Padre, que se manifiesta en su hijo pródigo recuperado.
Esperamos poder demostrar, con lo que sigue, que no se trata de una alucinación mística ni de una exaltación injustificada de la Escuela Espiritual, sino de un saber claro y de una necesidad de pensar así. Pero, con el fin de poder establecer las bases racionales de nuestro punto de vista, es imprescindible que el alumno esté dispuesto a pensar de forma absolutamente independiente, libre de tradición y de autoridades. Estamos convencidos de que en la Escuela Espiritual puede ponerse fin a todas las interminables especulaciones elaboradas a lo largo de los siglos sobre Dios, Cristo y el Espíritu Santo. En y por la Escuela Espiritual se puede adquirir una base científica sólida de la noción y de la comprensión de la existencia de Dios.
¿Qué se sabe en general, por experiencia directa, en los medios religiosos naturales, sobre Dios, Cristo, el Espíritu Santo y otras fuerzas que menciona la Biblia? Se habla devota y positivamente de todo esto, y los teólogos pretenden tener conocimientos profundos de ello. Sin embargo, todo esto es pura especulación, resumiéndose en una fe ciega basada en la autoridad de la Biblia y/o de la iglesia. En realidad no se sabe nada.
¿Qué sabe y siente el hombre religioso de su Dios y de las fuerzas divinas? Reduciendo a sus justas proporciones las experiencias particulares de la fe, sólo queda experimentación, emoción y repetición servil. La herencia, exteriorizándose en la esencia de la sangre y la vitalización perpetua de una imagen‑pensamiento colectiva, es la causa profunda de la vida religiosa de la masa. Un pasado tal vez armonioso y dulce, las costumbres, el ambiente y las tendencias místicas pueden hacer al hombre conservar como cosa sagrada una conducta superficial y especulativa. Pero, si es sincero, debe reconocer que todo esto deja siempre las manos vacías.


Estamos convencidos de que mediante la Escuela Espiritual se puede poner punto final al semi‑ateismo y a la ausencia de religión de muchas personas. El pasado de la iglesia y sus prácticas, el comportamiento de los sacerdotes y la manera de actuar de millones de supuestos creyentes han alejado a muchos hombres de la verdadera religión, y así, en la sangre y por la sangre de los que sienten una antipatía natural hacia la iglesia, se ha formado, aquí y allá, una generación sin religión.
La negación de estos últimos tiene tanto o incluso menos valor que la aceptación de los denominados creyentes.
En nuestra opinión ya no se puede hablar de religión en sentido superior y liberador. Por esto una orientación religiosa nueva, con disposiciones espirituales nuevas, debe preparar el camino hacia una elevación verdaderamente espiritual del mundo y de la humanidad. El hombre que verdaderamente busca, sólo podrá concebir en qué medida debe renovarse espiritualmente esta orientación después de haber realizado un estudio profundo de la Enseñanza Universal, tal como es revelada en la Escuela Espiritual.
Mediante la Escuela Espiritual, vive y siente la actividad y la presencia de las tres fuerzas divinas omnipresentes, se vuelve consciente del esfuerzo que realizan por él mismo y por el mundo. Por medio de la Escuela Espiritual establece contacto con esas tres fuerzas, lo que le permite dar testimonio por experiencia personal, por percepción y saber personales, del Dios en el presente, del Dios en sí mismo y del Dios en el mundo. Para ello no necesita textos ni autoridad religiosa, y no podrá transmitir este contacto a nadie ni imponérselo a sus hijos.
El estudiante de los Misterios de la Rosacruz entenderá que nuestra pretensión no es querer dar un concepto absoluto de Dios; damos testimonio solamente del "Dios manifestado en la carne", es decir, de las fuerzas divinas, del contacto divino que podemos experimentar y al que podemos acercarnos desde abajo hacia arriba.
El Logos se manifiesta siempre por medio de su creación y de su criatura. Y cuando llegamos a descubrir por qué medio se manifiesta por su creación y su criatura, realizamos al mismo tiempo el proceso divino de redención, tal como quiere manifestársenos. Semejante manifestación no es nunca limitada ni dogmática, y nunca puede fijarse en un libro ni ser plasmada en una palabra. Por esto, el hombre que recorre el camino de los Misterios permanece siempre siendo alumno; su conocimiento queda siempre por detrás de la manifestación. Por lo tanto, cuando algún estudiante se aferra al conocimiento y le falta la facultad para abrirse a la manifestación, le sobrecoge el endurecimiento del intelectualismo.
Aproximarse a la sabiduría que está en Dios es un avance eterno de horizonte en horizonte. La Rosacruz desea servir a la humanidad sobre estos fundamentos filosóficos.


Desde el origen de los tiempos ha habido una Jerarquía Divina que se manifiesta en los hombres y por ellos. La triple manifestación divina, de la que hemos hablado anteriormente, obra a través de esta Jerarquía humano‑divina. Ella está compuesta por entidades que permanecieron fieles durante la gran tentación que provocó la caída de la humanidad. Desde entonces, algunos han regresado a su destino original. Esta Jerarquía está muy cerca de nosotros. Ella forma el Cuerpo Viviente del Señor. Ella se ha extendido a través de los eones hasta convertirse en un organismo poderoso, y se vuelve cada vez más fuerte, puesto que de vez en cuando se incorporan nuevas partes vivas a este cuerpo sublime.
Teniendo en cuenta que esta Jerarquía se mueve siempre en armonía con el Ser y el Plan divinos, es influida e iluminada invariablemente por las fuerzas divinas, las grandes fuerzas cósmicas y supra cósmicas. Se puede decir que "Dios se da a conocer a la humanidad a través de la Jerarquía", lo cual es experimentado por el alumno como una verdad profunda.
Por consiguiente, el buscador serio entiende enseguida que la Jerarquía, por proceder de la corriente de vida humana, tiene un lazo de sangre muy fuerte con todos los que yerran en la naturaleza terrestre, y que las fuerzas divinas mantienen igualmente un lazo de sangre con toda la humanidad a través de esta Jerarquía. Por lo tanto, la intervención de Cristo como actividad del Logos no puede limitarse a un período histórico de apenas dos mil años, ya que se trata de un contacto eterno.
Tenemos que ver a Jesucristo como un nuevo impulso de las fuerzas crísticas, una nueva manifestación de Cristo, utilizando para ello a la Jerarquía. Al mismo tiempo, la manifestación de Jesús llama la atención sobre un hecho notable y único de salvación, ya que, a través de Jesús, la fuerza divina se aproxima íntimamente a las fuerzas sanguíneas humanas. ¡Jesús era uno de nosotros! Por esto, el alumno que comprende puede decir: "En Jesucristo, Cristo se hizo uno de nosotros". Y desde entonces y con pleno derecho podemos llamar a la Jerarquía Divina la "Jerarquía de Cristo".
La Jerarquía de Cristo o Escuela Espiritual es un organismo grande, sublime y viviente, compuesto de miembros que, a pesar de poseer una individualidad muy desarrollada, forman una absoluta unidad en su espíritu y en sus esfuerzos.
La Escuela Espiritual penetra en todos los campos de la materia y del espíritu, está viva y es omnipresente. La llamamos "Dios manifestado en la carne". Es "todo en todos". No puede evitarla ningún ser humano. Forma con toda naturalidad el Camino, la Escuela, la única posibilidad de salvación auténtica.
Podemos formular esta opinión sin suscitar en el estudiante la apariencia de sectarismo y de estrechez de espíritu. Esta formulación intenta fijar en el corazón la intervención crística universal, y es totalmente lógico que después de la manifestación de Jesús, la Escuela Espiritual se haga llamar según la cruz del Señor, y que ayude al alumno a fijar en esta cruz la rosa roja de la realización.
Por lo tanto, el alumno no debe detenerse en los hechos históricos. No necesita examinar todos los textos minuciosamente ni preocuparse por todas las disputas teológicas y filosóficas. Que otros estudien las disensiones espirituales que reinan en este mundo y se apasionen por saber quién posee o no la verdad. El estudiante de los Misterios no tiene necesidad de cavilar sobre disertaciones dogmáticas o de obtener un título universitario para poder hablar.
Aquí y ahora hay un Ser Crístico viviente ‑también denominado Iglesia Invisible‑ que se manifiesta a la humanidad, se compone de millares de miembros y emite resplandores de gloria y de luz en todos los planos de la materia y del espíritu. Nadie escapa a la actividad de su ser, ya que gracias a un sistema sumamente inteligente y complejo, todos los hombres son influidos indirectamente por la Escuela Espiritual.


Existe además la posibilidad de entrar en relación directa con la Fraternidad jerárquica cuando el alumno posee aún lo que llamamos el pre‑recuerdo, una reminiscencia de la gloria perdida de antaño, y la disposición para el cambio fundamental. Cuando esta disposición se manifiesta de forma perseverante y constante en los actos cotidianos de la vida, el alumno recorre el camino que le conduce a la unión con la Escuela Espiritual. Esta unión significa: ser admitido en la Jerarquía de Cristo, volverse miembro vivo de la Iglesia de Cristo.

Después de haber leído esto, es posible, e incluso probable, que el lector permanezca algo indeciso. Sin embargo, este conocimiento se ha dado siempre a través de los siglos, aunque a veces bajo aspectos velados o fraccionados, y otras al contrario, en lenguaje muy claro pero igualmente incomprendido. Todas las grandes religiones mundiales han dado testimonio de la existencia de la Jerarquía, del cuerpo divino que se manifiesta en los hombres y por ellos. Todas las religiones han conocido y nombrado a entidades que pertenecían a este Cuerpo Viviente en perfecto estado de santidad y de fuerza.
Todas las religiones han tenido su panteón de liberados, y esto ha dado nacimiento a menudo a situaciones incorrectas y muy lamentables. Pensemos en el catolicismo romano, con su culto medieval de santos y prácticas clericales. En él, ciertas entidades fueron proclamadas como pertenecientes a la Jerarquía de Cristo, según una voluntad arbitraria y exclusivamente exotérica, motivada por razones político‑religiosas, mientras que otras entidades, quizás más meritorias, fueron alejadas.
De esta forma nació y se extendió un panteón, formado y desarrollado por la arbitrariedad terrena y por intereses clericales. De esta forma, imitando a la Jerarquía de Cristo, apareció una jerarquía clerical, un cuerpo extremadamente peligroso en muchos planos de la materia y del espíritu. Sobre ello volveremos más adelante.
A este mismo respecto hemos de mencionar el brahamanismo, el budismo tibetano y el islamismo, los que también con su panteón de santos han degenerado en religiones puramente formales, engendrando igual peligro.
La Reforma, como reacción natural contra la decadencia católico romana, declaró con razón la guerra a este panteón de santos y a sus desastrosos efectos, rechazando con ello a la jerarquía clerical de Roma. Sin embargo, reconozcamos que al mismo tiempo y por ignorancia, el protestantismo rechaza y niega la esencia de la Jerarquía de Cristo y, al igual que en otras cuestiones, pone en duda la verdad.
La Jerarquía de Cristo es por naturaleza absolutamente anónima, pues los miembros vivos del Corpus Christi son uno con El. Al encontrar a uno o a varios miembros de esta Jerarquía, lo más que podemos suponer es encontrarnos delante de una entidad de esta clase, ya que jamás se presentará de otro modo que como servidor de Cristo y de la Escuela Espiritual. Así se evita el peligro de que una masa ignorante forme un panteón de santos.


Esperamos haberle aclarado, mediante la explicación anterior, el triple ser de Dios, activo en y con la Escuela Espiritual para la liberación de la humanidad, y habérsela mostrado como un valor real que puede ser conseguido directa y concretamente en el presente por usted, sin necesidad de recurrir a alguna autoridad o a la historia.

Si ahora, en consideración al lector, tomamos la Biblia, comprobaremos que nada hemos dicho que no pueda verificarse. No obstante, el hecho de que se encuentre en la Biblia no hace que algo sea cierto, ya que aunque no se encontrase en ella no dejaría de serlo. El alumno debe elevarse por encima de la autoridad de la letra impresa y de cualquier autoridad exterior. La verdad se liberará entonces en él y se dará siempre a conocer en él como tal.
Por lo tanto, puede consultar la Primera Epístola a los Coríntios, capítulo 12, y la de los Efesios, capítulo 5, versículo 30, en donde se habla de "los miembros de su cuerpo". Vea a continuación diferentes sentencias del Evangelio filosófico de Juan: "Vendremos y viviremos junto a él." "Permaneced en mí como yo en vosotros." "Todo lo que me pertenece es vuestro." "Yo he sido glorificado en ellos." "Yo les he dado la gloria que tú me diste, a fin de que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos, tú en mí." "Mi deseo es que donde esté yo, estén ellos también conmigo."
Cristo no pronunció estas palabras para el hombre terrenal o para la organización que en la tierra se denomina "iglesia", sino para la unión de los que, en él, se han liberado de la tierra, que en la Biblia se designa a veces con el nombre de Ekklesia, es decir, Escuela Espiritual.

Desde que empezamos nuestro trabajo, mediante el cambio fundamental y el impulso espiritual del pre‑recuerdo, nos hemos colocado bajo la ley divina, bajo la enseñanza de la ley divina y bajo la aplicación de la ley divina. Nos armonizamos así con la Jerarquía de Cristo, la Escuela Espiritual, para elevarnos hacia ella, de abajo hacia arriba, mediante magia e iniciación.
Por ello, con íntimo agradecimiento podemos comunicar que desde el 20 de Agosto de 1953 se ha vuelto un hecho la unión con la cadena magnética de la fraternidad universal, en la cual nuestra joven Fraternidad Gnóstica ha sido aceptada como participante.



















                                                                  Capítulo 3

                                                                   Magia (*)

Si buscamos la palabra "magia" en una enciclopedia, la encontramos como sinónimo de "brujería". Según la explicación ahí dada, la magia es "un arte quimérico que permite efectuar cosas sobrenaturales por medios secretos". También leemos: "Por regla general se admite que la magia era practicada por pueblos poco civilizados". Se añade que los griegos y los babilonios reconocían en la magia cierto fondo de sabiduría y que especialmente los neo‑platónicos veían en ella un medio de elevación. El texto de esta obra de consulta da a entender que quizás la magia trataba de fenómenos muy interesantes de un lejano pasado, pero que no tienen validez científica hoy en día. Todo lo expuesto a este respecto por los eruditos recopiladores nos ha parecido poco realista y falso, y revela una ignorancia tan grande en la materia, que hemos vuelto a cerrar la enciclopedia.
Sería inútil asombrarnos, ya que si queremos conocer algo esencial y verídico sobre la magia, no es una biblioteca la que nos dará la solución. Deberemos profundizar en la Enseñanza Universal. Esta no es ningún libro, sino que es el segundo aspecto de la actividad divina: es la enseñanza de la ley del espíritu, es la luz que nos explica el plan del Padre.
Sin duda alguna hay libros buenos y serios que tratan de la Filosofía Universal, pero la verdadera comprensión, la penetración, concepción y visión sólo pueden proceder del pre‑recuerdo y del cambio fundamental.
La magia, concebida en su esencia, no es otra cosa que la reconstrucción y la aplicación de una posesión original, de un poder original. Queremos decir con esto que el hombre en su origen, a diferencia del hombre actual, disponía de fuerzas y poderes grandes y maravillosos. En efecto, el hombre era en aquel tiempo un verdadero "hijo de Dios" y poseía poderes maravillosos en estado de perfección y en libre desarrollo, era "perfecto como nuestro Padre Celestial es perfecto".
El hombre de hoy es una caricatura comparado con el hombre de antaño, es la imagen envilecida de un estado luminoso perdido. Observemos también que consideramos falsa la idea de una evolución libre y de un desarrollo automático en espiral de nuestra humanidad actual. Hablaremos de ello más adelante.
Los participantes en la Jerarquía de Cristo han permanecido en un estado luminoso original, o bien han vuelto a él en diferentes estados de desarrollo. Estas entidades están en posesión de sus poderes de luz y fuerzas de luz originales en diversos estados de desarrollo. Son el testimonio vivo de que Dios se manifiesta a través de su creación y de sus criaturas. Si comparamos a estas entidades en su triple aspecto de voluntad, sabiduría y actividad con los hombres de la masa, la diferencia es realmente extraordinaria.


Estos hombres libres o liberados poseen en realidad sus poderes y fuerzas naturales, mientras que nosotros, en nuestro estado de ser actual somos subhumanos. El camino de regreso, o renacimiento gradual a nuestra naturaleza divina original con todas sus consecuencias, es un desarrollo gnóstico conocido como ars magica, arte mágico, o como reconstructio, arte real.
Todos los que, desde abajo hacia arriba, guiados por el impulso sanguíneo del pre‑recuerdo y por el cambio fundamental, se acercan a la Jerarquía de Cristo, llegan a ejercer este arte real por ser capacitados para ello por la triple fuerza de radiación divina que brota de la Jerarquía.
Preferimos hablar de "arte real", de arte real de la construcción, porque todas las palabras y conceptos relativos al "ocultismo" y la "magia" se han corrompido por un uso incorrecto. Por eso evitamos emplear estas palabras en la medida de lo posible.
Todos los que buscan y se acercan a la Escuela Espiritual, en concordancia con la palabra del Señor y con lo que dicen todas las grandes religiones mundiales, "están destinados a volver a ser reyes y sacerdotes", es decir, protectores y guardianes, así como personas que irradian los valores y las fuerzas divinos, y por lo tanto, son representantes de Dios en todos los campos de la materia y del espíritu. Son los llamados al verdadero sacerdocio, y serán después los llamados al desarrollo y a la manifestación, en una magnificencia dinámica, de todo lo que Dios ha previsto para el hombre, es decir, para la verdadera realeza.
Inútil decir que semejante sacerdocio y realeza se compenetran mutuamente. Un verdadero sacerdote es también un verdadero rey, y tal rey se reviste del verdadero sacerdocio. La frase del Sermón de la Montaña, dirigida por Cristo a sus discípulos, se adapta perfectamente a lo que precede: "Vosotros sois la Luz del mundo. Así ha de brillar vuestra Luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos".
Cuando hablamos de nuestro "alumnado", nos referimos a este desarrollo real y sacerdotal que forma un todo. El aprendizaje de este arte real está evidentemente sometido a un desarrollo progresivo, cuyo origen es el impulso espiritual del pre‑recuerdo y del cambio fundamental.
De esta forma, el alumno ve claramente el gran objetivo final que tiene que alcanzar:
11 volver a ser lo que Dios quiere que seamos;
21 entrar en el estado luminoso de la Jerarquía de Cristo;
31 trabajar con todos los liberados al servicio del Gran Maestro para la salvación del mundo y de la humanidad.
Este objetivo tan sencillo garantiza que toda arbitrariedad y todo egocentrismo quedan desplazados, y coloca en primer plano al gran plan divino, representado por la Jerarquía de Cristo y sus innumerables miembros anónimos.
La reconstructio, llevada a cabo en el alumno y a través del alumno, al servicio del gran plan, es la base de la verdadera magia blanca, es decir, la magia gnóstica.
Por el hecho de hablar de magia blanca se sobrentiende que admitimos la existencia de una magia negra. Además de estas dos magias, hablamos también de magia gris, de magia negativa y de magia forzante. La magia negra es la ejercida con la intención expresa y consciente de apropiarse de los resultados, o también la magia ejercida con un propósito absolutamente malo y hasta criminal.


La magia gris es la ejercida con una intención puramente experimental y cuyos resultados se emplean para fines puramente terrenales.
En la magia negativa, el objetivo no es malo, ni experimental ni terrenal, sino que se trata de llegar al objetivo sin cumplir las exigencias del alumnado; esta magia nunca podrá conducir a la gran meta.
La magia forzante es una forma especial de magia gris y negativa que conduce siempre a situaciones indeseables y malsanas.
En todas estas formas de magia no blanca, con su cortejo inevitable de peligros, cae quien, impulsado por el pre‑recuerdo, no está dispuesto a emprender el cambio fundamental, a causa de una individualidad demasiado acentuada o de una sujeción demasiado fuerte a la materia. Tal hombre rechazará las indicaciones y los consejos de la Escuela Espiritual de buena fe.
Es completamente cierto que todas las personas en las que opera el pre‑recuerdo consciente se ponen en contacto, en un momento dado y de una manera u otra, con trabajadores de la Escuela Espiritual enviados para despertarles a la Nueva Vida. También es completamente cierto que un hombre que, estando en posesión de un pre‑recuerdo consciente, rechaza dicha mano tendida, cae en la magia negra, gris o negativa, efectuando así precisamente lo contrario de lo que su pre‑recuerdo le ha hecho anhelar; va hacia una caída todavía más profunda en la angustia de este mundo de tinieblas y quimeras y hacia una unión más estrecha con la rueda del nacimiento y de la muerte.
Se dice que cada candidato recibe dos ocasiones para recorrer el Camino de la Liberación. Si no hace uso de ellas, no se le dará una tercera ocasión en esta vida. Sólo el intenso sufrimiento que va a la par con un hundimiento todavía más profundo en la materia será capaz de conducirle a un estado de conciencia más puro y maduro.
En la magia negra no se ignora nada. Sus servidores tienen conciencia absoluta de su pecado y van hacia su irremediable perdición. En efecto, el que practica la magia negra se encierra en un círculo vicioso, ya que si se dedica una vez a su práctica, debe efectuarla otra vez para escapar a las consecuencias de la primera tentativa, yendo así de mal en peor.
Los magos negros, que operan en más de un plano de la materia y del espíritu, se han asociado para defender su causa y combatir lo más posible la magia blanca, ya que se sabe que la perseverancia de la magia blanca debe acabar un día con la magia negra. Por esta razón todo practicante de la magia negra teme y odia mortalmente a la Fraternidad Universal, de la misma forma en que las tinieblas huyen de la luz.
Podemos plantear la pregunta: "¿Por qué la Fraternidad Blanca, mucho más poderosa que la negra, no destruye a esta horda tenebrosa?". Nunca se deberá perder de vista que lo blanco nunca entabla una lucha contra lo negro. Lo blanco no lucha. Lo blanco manifiesta la intención divina en la certeza absoluta de que lo negro acabará por destruirse a sí mismo, de la misma manera que el escorpión se destruye a sí mismo cuando es encerrado en un círculo de tiza.


La ley del amor sostiene a todo el Cosmos, y todos los que se someten a esta ley son infinitamente fuertes e invencibles. Las palabras del salmista: "Aunque tenga que pasar por un valle tenebroso, no temo mal alguno, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado son mi consuelo", dan testimonio del espíritu y de la realidad en que viven y obran los trabajadores blancos.
Por eso, la Escuela Espiritual, sostenida por la ley del amor, no se impone nunca. No fuerza a la humanidad, ya que la reacción espontánea con respecto a la Ley del Amor se lleva a cabo libremente, puesto que es la consecuencia de un despertar interior y de un devenir consciente. Sólo entonces el Amor adquiere todo su valor.
La Escuela Espiritual coloca a veces en situaciones particulares o prepara ciertos estados con el fin de conducir a los hombres al conocimiento, a la comprensión y al despertar. Sin embargo, los hombres jamás son forzados, ya que sólo el despertar interior y un estado de ser consciente puede conducirles a la liberación.
La magia negra, en su temor y deseo de mantenerse, abusa del método universal de la Ley del Amor practicado por la Fraternidad Blanca para desviar lo más posible del Camino de Salvación a los hombres en general y a los candidatos en particular, suscitando a su paso barreras, trabas y trampas, mientras el amor no les haya aún liberado por completo.
No obstante, esto no es un obstáculo invencible para el alumno, ya que cuando se manifiesta su debilidad se le envía ayuda, si la pide de la manera apropiada. Por esto nadie caerá si interiormente no lo desea.
Es comprensible que las fuerzas negras obstaculicen y frenen, ocasionalmente, el progreso de la Luz vencedora de manera artificial, con una fuerte resistencia, especulando e influyendo sobre el hombre no liberado de la naturaleza inferior. Según nuestras normas humanas limitadas, sabemos que los molinos de Dios pueden moler lentamente, pero de todas formas muelen con perfección.
Las magias grises y negativas dependen siempre de subterfugios, abusando consciente o inconscientemente de ciencias mágicas o semi‑mágicas, tales como la astrología, el espiritismo, el magnetismo y el hipnotismo. Estudiaremos estas cuatro semi‑magias más adelante.
Mediante la magia forzante, que pertenece a la categoría de magia gris o negativa, los interesados se esfuerzan por alcanzar ciertos resultados con plantas, con ejercicios respiratorios y de concentración, mediante el olfato (incienso), fijando la mirada en una bola de cristal, etc... Los que emplean esta magia ignoran generalmente los inmensos peligros a los que se exponen. Los peligros del incienso para la masa se describirán en otro capítulo. La magia forzante se manifiesta en toda su negatividad cuando la confrontamos con la realidad de la iniciación. En el capítulo siguiente estudiaremos lo que la Escuela Espiritual crística entiende por iniciación.
Por último, recordamos a los que dudan y consideran la Biblia como una autoridad irrefutable de la que no se puede prescindir, y con respecto a la ciencia real y sacerdotal, las palabras del Evangelio de Juan, capítulo 16, versículo 25: "Esto os lo he dicho en parábolas; llegará la hora en que ya no os hablaré más en parábolas, sino que os hablaré claramente del Padre...", y del Apocalipsis, capítulo 1, versículo 6: "A quien nos ha hecho reyes y sacerdotes para su Dios y Padre...".


Permítanos añadir aún que todo lo que se encuentra en la Biblia está escrito en un lenguaje velado, cuyo verdadero significado sólo podrá ser alcanzado y asimilado por medio del ars magica, el arte real y sacerdotal, en la medida en que, por el impulso espiritual del pre‑recuerdo y preparado por el cambio fundamental, usted se vuelva hacia la viviente Jerarquía de Cristo.
Todo lo que entonces entenderá y recibirá es tan formidable, grandioso y magnífico, que todos los libros de la tierra no bastarían para contenerlo.



NOTA AL PIE DE LA PRIMERA PAGINA DE ESTE CAPITULO:

(*) Con el fin de evitar confusiones y comprender claramente lo que es la magia, dejemos establecido que cuando en este capítulo hablamos de magia blanca, nos referimos a la magia gnóstica, y no a la supuesta magia blanca de la dialéctica, la cual pertenece al ocultismo. La magia gnóstica es el trabajo efectuado al servicio de la Jerarquía y en su fuerza, en beneficio de la Gran Obra de salvación de la humanidad.




                                                                  Capítulo 4

                                                                   Iniciación

El hombre que se siente atraído hacia la Escuela Espiritual de los Hierofantes de Cristo puede aproximarse a ella si le impulsa verdaderamente el pre‑recuerdo, si sobre esta base emprende el cambio fundamental y persevera en él, y si de este modo el camino se abre para conducirle hacia la verdadera magia y la iniciación.
Vamos a completar nuestras disertaciones introductorias para tratar de profundizar en lo esencial de la noción "iniciación".
Por "iniciación" entendemos la admisión progresiva en la Jerarquía, y la confirmación sacramental de las facultades y fuerzas del hombre original en el hombre nuevo renacido.
Estas fuerzas, estas facultades y este nuevo estado de ser son conservados y protegidos por la Jerarquía como Misterios.
Queremos distinguirlas en siete aspectos:

11*un conocimiento superior completo, una sabiduría absoluta, que no debe confundirse con el estudio y la comprensión intelectuales de una enseñanza determinada. Es el ascenso interior a la Enseñanza Universal, el conocimiento interior y la penetración en el luminoso Plan de Dios;

21*una identificación con la fuerza divina o comunión interior consciente con el Señor (la Jerarquía) basada en la razón superior e interior expuesta en el primer aspecto;

31*la expansión de la verdadera voluntad del hombre, es decir, la perfecta adaptación de la voluntad humana con la voluntad divina, "querer solamente lo que Dios quiere que queramos". Esto no representa una sumisión disciplinada de la voluntad personal, sino una armonización de la voluntad basada en una razón iluminada y en una comunión íntima con Dios;

41*la realización de la purificación y la dinamización de estos tres desarrollos, uniéndose a un campo de trabajo y poniendo lo recién adquirido al servicio de una tarea, una misión en favor de la gran obra;

51*el cambio estructural de la conciencia, del alma y del cuerpo, como culminación del proceso de renacimiento;

61*la entrada al servicio de la gran obra de liberación, poniéndose en contacto con la humanidad; y


71*la entrada en la libertad absoluta como sacerdote‑rey, formando parte integrante de Cristo, del Corpus Christi (la Jerarquía).

Los tres primeros aspectos son las tres fases del maravilloso nacimiento del hombre nuevo. El cuarto aspecto es la ofrenda de la vida y el camino de cruz del hombre nuevo. El quinto aspecto es la resurrección del hombre nuevo. El sexto aspecto es la ascensión al cielo. Y el séptimo aspecto es el descenso del Espíritu Santo en el hombre nuevo.
Todo lo que pertenece a este desarrollo no puede ser negado a nadie. El camino de la realización se abre a todos, siempre que se quiera cumplir las condiciones exigidas. Como decíamos anteriormente, todos los Misterios están protegidos. Ellos nos deben ser ofrecidos, es decir, debemos ser unidos sacramentalmente a ellos por la Jerarquía y a través de uno de sus enviados. Este proceso no puede ser omitido.
La protección de los Misterios es necesaria para evitar cualquier desastre. Hay, en efecto, facultades y fuerzas que sólo pueden desarrollarse con seguridad en hombres nuevos, ya que pueden causar catástrofes espantosas en manos de seres incompetentes o malévolos.
Sin embargo, a todos los que verdaderamente son de buena voluntad se les garantiza plena libertad para entrar en los Misterios, según la validez inmutable de la Ley: "El alumno está preparado, el Maestro aparece". Esta sentencia es un axioma magnético que excluye toda arbitrariedad e impostura. Por lo tanto, nadie puede ser frenado en su desarrollo.
Es evidente que en la iniciación hay diferentes grados o escalones, es una subida gradual, consistente en un ascenso emprendido bajo la égida de numerosos guías, sostenida por una ayuda científicamente organizada.
A este respecto, la locura de la ilusión del yo ha dado nacimiento a nociones absolutamente erróneas. El hecho de querer ser "libre" cueste lo que cueste ha roto para muchos candidatos un lazo lleno de promesas.
Para muchos, la noción "iniciación" es extraña y mal definida, aunque su realidad y su verdad estén arraigadas profundamente en todas las religiones mundiales y muy poderosamente en el cristianismo. Esto debe ser necesariamente así, ya que sin la iniciación, el cristianismo, en tanto que camino hacia lo alto, no tendría valor. Desgraciadamente, el saber relacionado con la iniciación ha sido completamente desvalorizado por el catolicismo y rechazado por el protestantismo.
La naturaleza y el proceso de admisión en la Jerarquía se describen ampliamente en la Biblia. La Jerarquía o Escuela Espiritual es designada en el Nuevo Testamento bajo el nombre de "ekklesia". La traducción de la Biblia utiliza preferentemente la palabra "comunidad". Cuando Pablo habla refiriéndose a la ekklesia, en las iglesias se produce una gran mistificación al creer que se refiere al término "iglesia" en el sentido actual de "parroquia".



Nuestro tema exige que nos refiramos a los dos estados y actividades de la iniciación: el primero es importante para el alumno, es la consecratio, y el segundo es importante especialmente para todos los que se acercan al campo de actividad del alumno, es la benedictio.
La consecratio es la iniciación, el lazo entre la Escuela y el alumno. La benedictio es la influencia del iniciado sobre el profano, la unión entre el iniciado y el profano. Por la benedictio se abre el camino a la consecratio.
Aunque es evidente, digámoslo: ni la benedictio ni la consecratio pueden adquirirse con bienes o dinero, mediante posición social, por elección arbitraria o cosa parecida. Ellas tampoco dependen de algún ceremonial con el fin de impresionar al candidato. Lo que a veces en una iniciación parece ceremonia, es en realidad una actuación mágica.
Todo ello está regido por la ley citada: "El alumno está preparado, el Maestro aparece". Sólo la calidad interior del candidato, apoyada en el pre‑recuerdo y en el cambio fundamental, es determinante y decisiva.

Cuando un hombre, empujado por el impulso espiritual del pre‑recuerdo, se pone de nuevo a buscar su destinación; cuando empieza a darse cuenta de su separación y su estado de abandono, y en su subconsciente toma conciencia de las innumerables riquezas y las bellezas indecibles que le esperan, entonces surge de él una vibración magnética.
Esta vibración magnética puede ser intensificada a medida que la noción de lo que él busca se hace más precisa, por ejemplo, con la lectura de un libro que le hace sentir precisamente su carencia interior. Esta vibración se refuerza mucho por lo que denominamos la "oración".
Orar es proyectar desde el corazón hacia lo alto, en imágenes‑pensamiento dirigidas, nuestro estado interior, es decir, lo que nos falta, nuestras ideas, nuestro agradecimiento o nuestra alegría. Dicha vibración magnética evoca siempre una respuesta, que es una vibración concordante con la emitida. Si la oración es primitiva y egoísta, la respuesta será una reacción que no aportará al interesado ninguna salvación, ninguna ayuda liberadora, sino que agravará su estado. Si contiene odio, la respuesta será un dolor profundo que le abrasará como una quemadura, etc. A este respecto interviene una ley natural y un reflejo automático.
Ahora bien, llega un momento en que la vibración magnética emitida por el buscador empujado por el pre‑recuerdo alcanza cierta calidad, pues en ella se encuentran elementos verdaderamente no terrestres. Cuando éste es el caso, la imagen‑pensamiento es captada por la Jerarquía y al reflejo natural se añade una reacción personal. Esta reacción personal, esta ayuda personal se presenta siempre de forma impersonal, es decir, que el interesado es guiado muchas veces sin que se dé cuenta, y es puesto en contacto de una u otra forma con un enviado activo en la esfera material en nombre de la Jerarquía. Dicho enviado es un ungido de la Jerarquía que ha recibido poder para "bendecir y sellar", o sea, para efectuar un lazo indirecto entre el candidato y la Jerarquía por medio de su unión directa con el candidato. Esto es la benedictio.


El trabajador enviado proyecta realmente hacia adelante la sombra de la Escuela Espiritual y el candidato entra así en la sombra de las cosas futuras y ve perfilarse un camino hacia lo alto, un camino preparado para él, con un amor indecible, a la medida de sus fuerzas.
Es absolutamente imprescindible entender lo que quiere decir este camino a la "sombra": el candidato se encuentra a la sombra del enviado, y el enviado a la sombra de la Jerarquía. Y así, ambos se encuentran a la sombra del Señor y de la Trinidad Divina.
Este significado de la palabra "sombra" no es una invención del autor, sino que se conoce en todas las grandes religiones mundiales. Desde el Génesis hasta el Nuevo Testamento se habla frecuentemente de la "sombra", en parte en el sentido común de la palabra y en parte en su sentido gnóstico.
En el Salmo 121 se dice: "El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha". Estas palabras dichas a los iniciados, se refieren a la unión efectuada en el sentido de la consecratio.
En los Hechos de los Apóstoles, capítulo 51, se dice: "...hasta el punto de sacar a las calles a los enfermos y ponerlos en los lechos y camillas, para que, llegando Pedro, al menos su sombra los cubriese". La unión se entiende ahí en el sentido de la benedictio.
Cuando un hombre se encuentra en la fuerza de radiación de la Jerarquía, del Sol Espiritual, y es tocado por un rayo de la Luz Universal, esta fuerza se transmuta e irradia de nuevo en él. Esta es la sombra que esta persona proyecta y que representa cierto poder de fuerza. Si dicha sombra pertenece a una persona que forma parte de la Jerarquía y trabaja de manera consciente a su servicio, dicha persona tiene "una sombra a su derecha", lo que quiere decir que puede disponer positivamente de la fuerza transmutada en él para efectuar un bien espiritual al servicio de la Luz.
El enfermo ‑el hombre en su estado dialéctico‑ que se encuentra en dicha sombra, es decir, en dicho campo de fuerza, es llevado a la curación, la cual consiste a veces en un proceso largo y dramático.
Mediante la benedictio se produce entre el candidato que recorre realmente el Camino y la Jerarquía un contacto cada vez más íntimo, el cual tiene como resultado la curación del enfermo. La benedictio se convierte para él en un ascenso, y la consecratio en una entrada en la Jerarquía. En concordancia con la ley de la vida interior, el alumno que se ennoblece para ello, encuentra a su lado al Maestro que le conducirá a la fase de la iniciación.

Un punto que habrá quedado quizás oscuro y que deseamos esclarecer lo mejor posible es el de la inexorabilidad del desarrollo que acabamos de describirles. ¡En verdad, no hay otro camino! Aunque el protestantismo lo niegue y el catolicismo romano lo desnaturalice, ¡seguirá siendo el único Camino! ¿Por qué?
El Creador se manifiesta por su creación y por su criatura. Este es el Plan de Dios. Y puesto que la Jerarquía existe y se compone de criaturas liberadas en la fuerza del Padre, y puesto que la triple fuerza divina irradia en la Jerarquía en general, y en su cabeza y espíritu, que es "Jesucristo", en particular, la Jerarquía es la guardiana de todos los misterios divinos, y, como sombra de la única luz universal, se acerca a nosotros mediante las cabezas, los corazones y las manos de los seres humanos.


Esta realidad también se reconoce filosóficamente en todas las religiones mundiales. Contentémonos con algunas citas bíblicas: "Nadie va al Padre sino por mí". "Sin mí nada podéis". "Todo el poder me ha sido dado sobre el cielo y la tierra". "El que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida".
Y puesto que Cristo se acerca al mundo y a la humanidad mediante la Jerarquía, nada podemos evitar de su actividad. Por muy estrecha que parezca esta puerta, es, sin embargo, la única. Si la pasamos, entramos en la verdadera libertad.
El lector atento habrá advertido sin duda que el método de desarrollo indicado no tiene nada de dictatorial ni de autocrático, sino que es perfectamente democrático: es la sancta democratio. Ya que se basa en la ley tan frecuentemente citada: "Cuando el alumno está preparado, el Maestro aparece".
Por lo tanto, está claramente establecido que la benedictio no puede ser omitida, poco importa cómo se nos presente. Ella siempre viene hacia nosotros mediante seres humanos, ya que Dios opera a través de ellos.
En lo concerniente a la benedictio, es decir, a la actividad de la Jerarquía en la esfera material, se han seguido dos métodos en el transcurso de los siglos: un método experimental y un método directo.
La historia del mundo nos muestra el estado de conciencia de la humanidad como un estado de somnolencia, seguido regularmente por un estado de semiconsciencia limitada, fruto de la elevación que sobreviene después de cada descenso. El último estado de cierto despertar espiritual se desarrolló alrededor del siglo trece. En nuestra época, setecientos años después, se prepara un nuevo período de despertar espiritual. Tal época de despertar de la conciencia espiritual es siempre introducido por la Jerarquía utilizando el método experimental, seguido, en el momento psicológico, por el método directo.
El método experimental se da a conocer mediante una corriente de literatura esotérica, mediante movimientos esotéricos experimentales, mediante una séptuple actividad experimental de proyección de "sombra". El trabajador que debe efectuar la benedictio en esta fase, se encuentra en posición negativa con relación al posible resultado, es decir que todo sucede fuera de su responsabilidad. Este método de trabajo experimental se emprende únicamente con el fin de activar el despertar.
Tal como se ha dicho, este método es reemplazado, en el momento psicológico, por el método directo. Entonces, la corriente de luz espiritual se refuerza tanto, se vuelve tan potente y dinámica, que los trabajadores que efectúan la benedictio en país hostil pueden emprender un inmenso trabajo mágico con un poder de expansión incomprensible para el profano. El gran objetivo de esta magia directa es formar en este mundo, aquí abajo, el núcleo de una Fraternidad Mundial Estática, y con ella y por ella formar un nuevo campo de vida.
Este noble fin también fue alcanzado en el siglo trece y las consecuencias fueron tan formidables que todavía nos influyen después de siete siglos.
Los miembros de esta fraternidad entraron en la liberación. Se volvieron miembros de la Iglesia invisible de Cristo. Incorporados a la Jerarquía, siguen con ferviente atención a los que, en este siglo veinte, son llamados para dar un nuevo paso hacia la liberación final de la humanidad.


Los llamados reúnen sus fuerzas. Una tropa de Gedeón se ha formado y está creciendo. El tiempo de la acción ha llegado.






                                                                          







                                                                  Capítulo 5

                                            ¿Qué está sometido a la iniciación?

Después de la lectura del capítulo anterior, se entenderá que todavía queda mucho por decir sobre la iniciación. Una de las preguntas más importantes que se planteará después de haber reflexionado sobre el tema será: ¿Qué está sometido a la iniciación?
La respuesta que vamos a dar esclarece la actividad específica de la Rosacruz. Algunos creen que sólo es iniciada una parte de la personalidad humana, otros creen que el conjunto de la forma corpórea, elevada a un estado de sublimación, puede llegar a la iniciación. Todavía hay otros que creen que la forma corpórea debe descuidarse por completo y que la iniciación sólo consiste en una exaltación del alma en la Luz; finalmente otros sólo toman en consideración una renovación puramente espiritual.
Estos pareceres y opiniones divergentes ponen de manifiesto la confusión general en materia de iniciación y justifican nuestra pregunta: ¿Qué es iniciado? A esta pregunta responderemos de la siguiente manera: no es el cuerpo, no es un cuerpo tal vez regenerado, no es un alma purificada, ni tampoco es una forma puramente espiritual.
La noción de "iniciación en el cuerpo" ¡se refiere a algo totalmente distinto! La Jerarquía no se interesa por el hombre dialéctico, aunque sea vegetariano, se abstenga de beber alcohol y de tomar narcóticos, lleve una vida pura y aplique todas las leyes esotéricas y humanitarias.
Por "hombre dialéctico" entendemos el hombre que ha nacido y se ha desarrollado en el orden natural ligado a la rueda del nacimiento y de la muerte, al ciclo perpetuo de todas las cosas de este mundo: subir, brillar y descender, y que está sometido a las leyes de atracción y de repulsión.
Es absolutamente imposible que este hombre dialéctico según la conciencia, el alma y el cuerpo pueda volverse un hombre de la estática, es decir, un hombre que viva y se mantenga en la Jerarquía, un redimido que participe de la magnificencia eterna de Dios. El hombre dialéctico, en cualquier fase de su desarrollo, aunque posea un pre‑recuerdo profundo, aunque se crea cambiado fundamentalmente y aunque tenga grandes afinidades mágicas, no puede entrar en la estática: "La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los Cielos". Y todas las grandes religiones mundiales afirman, tanto en su enseñanza exterior como en la interior, que "Dios no considera en nada a las personas".
No hay en Dios, ni por lo tanto en la Jerarquía, el más mínimo interés por tal o cual persona, y nunca se ha obtenido un resultado positivo de esta forma, ni después de que tal o cual persona se hubiese intentado desarrollar mediante magia o consagración. Si a pesar de todo hablamos de "iniciación en el cuerpo", es evidente que esto encierra un misterio, no un misterio premeditado, sino una noción que se ha hecho incomprensible a causa de una mistificación humana y de la ignorancia de sacerdotes y teólogos. Cuando el Cristo habló al respecto a Nicodemo, refiriéndose al renacimiento, le dijo: "¿Eres maestro en Israel y no sabes esto?"


Pues bien, hay un proceso de renacimiento, indicado igualmente en el Prólogo del Evangelio de Juan, que no se explica ni por la sangre (o la sangre renovada), ni por la voluntad (o la voluntad renovada) de la carne, ni por la voluntad del hombre. En otros términos: el hombre dialéctico no toma parte en ello. El verdadero hombre nuevo no puede nacer de un proceso eugenésico espiritual por la voluntad del hombre.

En la Escuela Espiritual no se considera a las personas. ¿Qué entendemos por "persona" o "personalidad"? La personalidad es la parte de la manifestación humana que distinguimos después de una observación profunda, con los nombres de:
‑ cuerpo material,
‑ cuerpo etérico,
‑ cuerpo del deseo, y
‑ poder del pensamiento.

Llamamos igualmente a estos cuatro aspectos reunidos "la forma corpórea". A la personalidad o forma corpórea pertenece igualmente una parte del alma: el alma dialéctica o alma‑sangre. Más adelante hablaremos más detalladamente de estos aspectos, así como de la forma psíquica y de la forma consciente.
Retengamos por el momento que esta personalidad o estructura corpórea (agrupada por el alma dialéctica) no puede ser aceptada por la Escuela Espiritual, como tampoco puede serlo la estructura psíquica ni la consciente. Esta personalidad, por más que lo intente, no puede ser tomada como base de una vida en el orden mundial estático.
La personalidad actual se encuentra estructuralmente en un estado de completa incompatibilidad con la personalidad del hombre original. La diferencia no consiste solamente en densidad o en frecuencia vibratoria, sino en una diferencia estructural, anatómica y orgánica que impide a la personalidad actual entrar en el Reino de Dios: "La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios", ¡es científicamente imposible!
Por ello, esta advertencia tiene resonancia en cada hombre que quiere acercarse a la Escuela Espiritual: "Quien no nazca de agua y de espíritu no puede entrar en el Reino de Dios". "Agua" se emplea aquí en el sentido de "materia cósmica original"; en el mismo sentido que se emplea en el Génesis: "El Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas". "Espíritu" se refiere al núcleo espiritual divino o núcleo de conciencia universal que debe ser "resucitado de entre los muertos". De esta manera, la frase de Cristo anteriormente citada demuestra la necesidad de la resurrección del hombre original para poder entrar de nuevo en la patria perdida.


El hombre original está unido actualmente a una personalidad terrestre no comprendida en el Plan de Dios, la cual le permite expresarse en el mundo dialéctico material. Esta personalidad es de esta naturaleza y surge de esta naturaleza, compartiendo la suerte de lo perecedero, compartiendo la descomposición y la muerte ininterrumpida de todo lo que nace aquí abajo. Por consiguiente, esta personalidad es mortal. No debe ser conservada, aparte de que es imposible. Por esta razón ‑y éste es el gran misterio‑ el espíritu nacido de Dios, que suspira y sufre en este mundo caído y está encadenado al peñasco de la dialéctica, se ve obligado a construir una personalidad nueva, celeste y original para su liberación y retorno a la obediencia de Dios.
Esta nueva personalidad debe levantarse en la antigua personalidad dialéctica, y se la llama también "el cuerpo celeste" o "el verdadero hombre nuevo". Los que disponen de tal personalidad en construcción son considerados aptos para la iniciación. La construcción estructural y potencial, la expansión y exploración de esta nueva personalidad, realizado por ella misma, es la "iniciación". Todo este proceso se efectúa bajo la protección y la dirección de la Escuela Espiritual.
El hombre consciente de esta nueva personalidad en gestación en él, al igual que Pablo en la Segunda Epístola a los Corintios, capítulo 5, dice: "Pues sabemos que si nuestro albergue terrestre, esta tienda de campaña, se derrumba, tendremos un edificio que proviene de Dios, un albergue eterno en el cielo, no construido por los hombres, y de hecho por eso suspiramos, por el anhelo de revestirnos la morada que proviene del cielo".
Y además espera que su prójimo sea encontrado "vestido", y no "desnudo" en el momento de la muerte del cuerpo físico.
No se trata, pues, de un desarrollo automático y natural, sino de un desarrollo que sólo se efectúa con gran esfuerzo y "con temor y temblor".
En el hombre que ha erigido el tabernáculo eterno en sí mismo, se cumple la frase del Apocalipsis, capítulo 21: "Oí una voz potente que decía desde el trono: Este es el tabernáculo de Dios entre los hombres". Solamente entonces posee el hombre una personalidad que es verdaderamente un templo del Espíritu Santo.

El desarrollo de la nueva personalidad es un proceso muy largo que puede dividirse en tres fases principales: la fase de la concepción, la fase embrionaria y la fase del nacimiento, las cuales son guiadas por la Jerarquía, según la frase de Cristo: "Sin mí nada podéis".
Las dos primeras fases, la de la concepción y la embrionaria, se llevan a cabo mediante la benedictio. La fase del nacimiento es la fase esencial de la iniciación y presenta siete aspectos que hemos descrito en el capítulo anterior y que resumimos a continuación para su correcta comprensión:

11*el nuevo saber: el nacimiento de la nueva facultad del pensamiento;

21*la comunión consciente en el Señor, que es el desarrollo posterior de la nueva facultad del pensamiento mediante una radiación nueva del corazón: pensar con el corazón;

31*la expansión del nuevo ser de la voluntad: el devenir del nuevo cuerpo astral;



41*la colaboración efectiva de la cabeza, del corazón y de la voluntad que manifiesta una nueva actividad: el nacimiento del nuevo cuerpo etérico;



51*el nacimiento del nuevo cuerpo físico;

61*la unión de la nueva personalidad con el alma espiritual;

71*la unión de la nueva personalidad con el Espíritu Divino: la Victoria.

Los que están dentro de este proceso de santificación cristiana, dentro de la iniciación, testimonian al igual que Pablo en la Segunda Epístola a los Corintios, capítulo 4: "Por lo cual no desmayamos, sino que mientras nuestro hombre exterior decae, nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues la momentánea y ligera tribulación nos produce una riqueza eterna de gloria inconmensurable, y no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles, pues las visibles son temporales y las invisibles eternas."
Así descubrimos que un nuevo Adán puede formarse en el viejo Adán. Prisionero todavía del cuerpo dialéctico, usted puede ocuparse de las necesidades de la vida terrestre, como comer, efectuar un trabajo, dormir, mientras prosigue sin trabas el crecimiento del nuevo cuerpo verdadero.

Desgraciadamente, el número de personas que poseen esta nueva personalidad en algunas de las fases de desarrollo es todavía muy reducido. Su número puede ser contado cómodamente. Para ellas es fácil rechazar la conciencia del yo y cambiar la orientación de su vida, puesto que se han vuelto impersonales.
Esta nueva personalidad es imprescindible a todos los verdaderos trabajadores espirituales para poder obrar en este mundo. Sólo entonces pueden ser empleados para la benedictio. Podemos decir con certeza que todos los que se encuentran en el Atrio de la Escuela Espiritual han recibido la semilla necesaria para la concepción en virtud de la benedictio, y ellos tienen la tarea de hacer que esta semilla fructifique. Los que al respecto trabajan sobre la base de la conciencia del yo y con la voluntad de la antigua personalidad se encuentran limitados de una manera u otra, ya que nunca pueden sobrepasar la fase de la dialéctica a pesar de todo su esfuerzo. La voluntad de la antigua personalidad nunca es liberadora, su trabajo nunca será de Cristo.
Cuán grandioso es descubrir y percibir en algún ser humano y a través de la personalidad exterior perecedera, al hombre eterno en crecimiento, al "Dios en la carne". Así vemos desarrollarse en el cuerpo la verdadera iniciación.

Se ha intentado llegar a la liberación por numerosos caminos sin estar en posesión de la nueva personalidad.
Se ha intentado escapar a la parte más cristalizada de la antigua personalidad con toda clase de ejercicios, y llegar al conocimiento superior y a la iniciación mediante los vehículos más sutiles. A esto denominamos división de la personalidad. Sin embargo, nunca se ha llegado más allá que a un poco de conocimiento intelectual, lo cual no tiene nada en común con el saber liberador y con la verdadera iniciación.


Otros seres, como los místicos y los pertenecientes a algunas órdenes monacales, han tratado de espiritualizar la personalidad terrestre con la penitencia y el ascetismo. A esto lo denominamos cultivo de la personalidad. En tales casos pueden experimentarse diversos fenómenos, como los que se han comprobado en Geert Groote, Eckehart y otros. Se sabe que ciertos santos romanos y otros puntos de apoyo de la jerarquía clerical romana llegaban a un estado de éxtasis espiritual con estados de desnutrición, de extrema pobreza deliberada y de otras prácticas repugnantes. En esto no existe la liberación ni la iniciación en la Jerarquía de Cristo.
Citemos para terminar los métodos y sistemas mágicos orientales, con su total negación, en ocasiones, de la materia y de la personalidad dialéctica; estos métodos también están completamente exentos de posibilidades liberadoras.

Aunque el hombre viva en un templo perecedero, y deba construir uno nuevo para llegar a la liberación, debe tomar temporalmente el antiguo templo como su única posesión. En el templo dialéctico, y por él, hay que construir el nuevo templo y trabajar con ese nuevo templo.
Por esta misma razón, Cristo no desdeñó "tomar la apariencia de un siervo" y, partiendo de una personalidad dialéctica, vivió el camino de la liberación. El trabajador de la Escuela Espiritual sigue a Cristo por el mismo camino. También el principiante que reconoce y acepta la realidad de su estado, debe poner el antiguo templo en un estado tal que las fuerzas de la naturaleza ofrezcan la menor resistencia posible. Por esto es necesario un cambio de vida en el que sólo debemos ver un sostén natural hacia el gran objetivo.
Para mantenerse en el universo, el hombre sólo dispone provisionalmente del antiguo templo, con todas las limitaciones, dolores y penas inherentes a esta posesión. El debe beber hasta la última gota del cáliz de la esencia humana dialéctica.



























                                                                          





                                                                  Capítulo 6

                                                       Involución ‑ Evolución

Todo lo que hemos dicho en los capítulos anteriores habrá hecho ver al lector que el camino que conduce a la iniciación es extremadamente difícil, y el lamento escuchado más de una vez: "No sabía que fuese tan complicado y duro", es completamente comprensible. Concuerda con la pregunta ansiosa de los discípulos: "¿Quién será santificado?". E igualmente llama su atención sobre el pasaje del Sermón de la Montaña en el que Cristo estimula a sus discípulos a que "entren por la puerta estrecha" cuando dice: "Estrecha es la puerta y angosta es la senda que lleva a la Vida, y pocos son los que dan con ella".
Todas estas advertencias muestran cuán profunda es la decadencia del hombre, caído en el abismo de este orden natural.

La enseñanza teosófica consideró esta caída como parte de la "involución" o descenso en la materia. Resultaba que una vez alcanzado el punto más profundo de la materialización ‑lo cual sería el caso de la humanidad desde hace algunos siglos‑ ésta participaría en la evolución, en la subida, en la espiritualización o en la liberación. Esta evolución tendría la forma de una espiral. Si este camino parecía demasiado largo, se indicaba otro más corto, el de la iniciación, que equivaldría más o menos a tomar un tren expreso. Este modo de concebir las cosas considera que el humanitarismo, la civilización, el intelectualismo, el interés por lo esotérico, etc., son signos de evolución.
Este punto de vista está en contradicción absoluta con la realidad, ya que proviene de una falsa interpretación de la sabiduría original, por un conocimiento incompleto o indirecto.
Se parte de la suposición de que si hubo una involución incondicional, entonces debía producirse a continuación una evolución igualmente incondicional. La enseñanza teosófica considera que la involución en su conjunto representa una especie de aprendizaje para la humanidad, una formidable peregrinación que el Logos deseó, y que este viaje debe conducir, según la voluntad de Dios, a un regreso evolutivo. A un hundimiento en la materia, según la voluntad de Dios, debe seguir una evolución fuera de la materia, también según la voluntad de Dios.
Así ve la teosofía la marcha de la humanidad y se mira con ligero desdén "el mundo de los espíritus vírgenes", compuesto por entidades que no han dado aún el primer paso en el camino de la involución. No son tan valientes como nosotros. Ellos están aún en casa, y nosotros estamos ya muy lejos.


Que estamos lejos es verdad, pero no está claro todavía en qué sentido lo estamos para la masa de los ciegos.
La aparición de este libro se explica por la necesidad de volver consciente al lector del estado real en que nos encontramos y la de marcar con caracteres de fuego en su cerebro esta realidad que no es nada halagüeña. Ello debe servirle de estímulo para que tome una decisión bien meditada, que sea punto de partida para un cambio total de vida.

¡No ha habido involución incondicional, ni tampoco hay evolución incondicional!
Usted debe familiarizarse con la idea de que nuestra supuesta involución podría ser muy bien "una caída", una catástrofe como consecuencia del pecado original. La Enseñanza Universal nos dice ‑y esto puede ser confirmado por investigaciones‑ que en realidad se trata de una caída y de un descenso real en un abismo terrible. Todas las religiones mundiales relatan esta caída y usted la encontrará en todos los mitos y leyendas, y también en los numerosos sistemas filosóficos de segunda y tercera mano que se derivan de dichas religiones.
El "mundo de los espíritus vírgenes" existe en realidad. Sin embargo, las entidades que allí viven no son vírgenes de conocimiento, de experiencia y de desarrollo espiritual, ¡sino vírgenes de pecado, de cristalización y de muerte! Este "mundo de los espíritus vírgenes" es el mundo humano original comprendido en el Plan de Dios. Es el Orden de Dios, el Reino de los Cielos. No debe ser confundido con el supuesto "cielo" de los cristianos exotéricos, ni con el "país del verano" de los espiritistas, sobre el que hablaremos cuando lleguemos al tema de la esfera reflectora. Este mundo está situado en uno de los campos de nuestro cosmos planetario, el cual cuenta con siete planos de existencia que en su conjunto forman una esfera. Nuestro mundo es uno de estos siete planos.
El mundo humano original es un universo de felicidad eterna y absoluta. En perfecta obediencia, la humanidad lleva a cabo allí el Plan de Dios, el cual es el fundamento del mundo y de la humanidad. Esta obediencia no hay que tomarla en el sentido de obediencia ciega, sino en sentido de colaboración espontánea, consciente y en libre unión de amor con Dios. En esta unión toda la voluntad dinámica humana, en la que el Fuego Divino está presente en potencia, está en armonía con la Voluntad de Dios. En este estado de ser el hombre no desea, bajo ningún pretexto, emplear su voluntad de forma experimental, especulativa o forzada. Imagínese el siguiente estado: el hombre que está en posesión perfecta de sus facultades originales puede expresar la Palabra creadora, "él habla y lo expresado ocurre; él ordena y lo ordenado existe".
Estas facultades son maravillosas cuando pueden desarrollarse en el ámbito de una libre unión de amor con Dios. Sin embargo, si alguien emplease estas facultades divinas de modo experimental, especulativo o forzado, resultaría de ello una catástrofe que afectaría a todo el Universo.


Vemos desplegarse ante nuestros ojos un nuevo drama de esta naturaleza, ya que el hombre, con un instinto forzante y experimental por automantenerse, atenta contra los materiales cósmicos al intentar adaptar las energías cósmicas a sus fines voluntarios personales, como es el caso de la fisión nuclear. Empleando así su voluntad, por inconsciencia o negación de las relaciones cósmicas, el hombre es como un niño que juega con una bomba. Pensando en lo que precede, usted puede comprender algo sobre la catástrofe que afectó al hombre a causa de la caída. El hombre empezó a emplear sus poderes creadores divinos de manera forzada, arbitraria y experimental. La libre voluntad humana se volvió una voluntad sin freno, y las fuerzas desatadas escaparon al control humano.
Los Libros Sagrados dicen: "Dios no abandona la obra de sus manos", pero debemos saber que esto no nos concierne solamente a nosotros, sino a toda la creación. El resultado de la rebelión humana fue tal, que la creación (el mundo, la humanidad, el universo, etc.) tuvo que protegerse. Por eso, el radio de acción del hombre fue limitado, dejándole abierta, a pesar de todo, la posibilidad de volver al estado original, con tal de que voluntariamente accediera a reconocer y a amar a Dios.
La humanidad fue expulsada del mundo celeste, no como castigo por su pecado de rebelión, sino para proteger a la creación y al hombre de sí mismo. La involución, o sea el descenso en la materia, empezó en ese momento. No como peregrinaje comprendido en el Plan de Dios para adquirir experiencia en él, sino como resultado de una revolución cósmica; fue una involución como consecuencia de la pérdida de su estado de hijo de Dios, una involución a causa de su infidelidad intencionada.
Por consiguiente, se deduce que no puede producirse una evolución incondicional, como tampoco lo fue la involución. Hubo en efecto muchas entidades que llegaron a mantenerse en el campo de vida original por su obediencia a la libre unión de amor. Formaron con ello el núcleo de la Jerarquía Humana Divina.
Para quienes han efectuado el descenso, la involución fue ciertamente incondicional, ya que se rebelaron contra la Ley Divina y no aprovecharon ninguna de las oportunidades que tuvieron para regresar.
La consecuencia inmediata de la caída fue el aislamiento del espíritu humano, en tanto que chispa divina dinamizadora de todo. El hombre rebelde se rompió las alas y cayó del cielo.
A partir de ese momento la humanidad en involución fue trasladada a un plano en el que su estado divino fue reducido a un estado semi‑divino. Este nuevo estado se expresa técnicamente en la Enseñanza Universal mediante la siguiente expresión: el desplazamiento de la conciencia de la estructura espiritual a la estructura psíquica. La conciencia fue atada a la sangre.
Cuando se acrecentó el mal engendrado por la voluntad sin freno, dentro de ese nuevo estado, se prosiguió aún más rigurosamente el plan de emergencia divino de involución en un estrato inferior de la Tierra. El hombre, continuando la involución, perdió su estructura original, en este nuevo y definitivo peregrinaje involutivo.
Se privó al hombre de su personalidad celeste. Por consiguiente, el espíritu perdió sus facultades y sus fuerzas, sus energías vitales según el estado divino. Sólo fue posible para el hombre una conciencia biológica y animal; en ese estado aparentemente humano, el hombre sólo podía perjudicar a su nueva manifestación natural.
Este proceso de involución empezó con el establecimiento de las bases de una nueva personalidad no divina. Todas las enseñanzas esotéricas antiguas inician la descripción de la marcha de la humanidad en esta fase del descenso.


Durante el período llamado de Saturno se estableció el núcleo de un cuerpo físico nuevo; durante el período del Sol se formó el núcleo de un cuerpo etérico nuevo; durante el período de la Luna fue establecido el núcleo de un cuerpo astral nuevo; y durante el período de la Tierra fue establecido el núcleo de un cuerpo mental nuevo.
Todo este proceso se ha acabado actualmente. El hombre posee una personalidad, una estructura material, pero no la que Dios planeó. Esta personalidad le ha sido dada para que pueda encontrar el camino de regreso.
El hombre tiene cierta conciencia en la personalidad, pero no es la conciencia corpórea con sus propiedades originales, por no hablar siquiera de la verdadera conciencia psíquica ni de la espiritual.
El hombre está atado a la dura roca de este mundo con cadenas que él mismo ha forjado. Lo poco que le queda de epigénesis, la pizca de voluntad que se le dejó, la emplea para causar estragos, como si los hombres fuesen demonios. Inventa monstruos técnicos, viola la vida natural, se desvalija mutuamente y consuma así la degradación general de este estrato.
¿Comprende ahora por qué semejante personalidad no puede ser aceptada en una Escuela Espiritual? ¿Puede acaso hablarse de regeneración de esta personalidad, siendo ella misma un producto degenerado del hombre original? Comprenderá que el camino de regreso debe ser otro, o sea, un cambio radical de personalidad, lo cual representa la neutralización del producto degenerado y al mismo tiempo la regeneración del hombre original.
Por lo tanto, la evolución no es incondicional, sino dependiente de resolución y de actos. ¡Muchas cosas deben pasar, antes de que se pueda hablar de evolución en lo que al hombre le concierne!

Pero "Dios no abandona la obra de sus manos": la Enseñanza Universal descendió con Adán. Es la Jerarquía de Cristo y su influencia sobre el mundo y la humanidad. Las religiones mundiales y una formidable falange de profetas y trabajadores dan fe de ello.
Todas actúan en el pre‑recuerdo del hombre y le llaman constantemente. El hombre trajo en su caída este recuerdo de su existencia original. Sin embargo, el deseo de existencia en la materia es tan grande para la mayoría de los hombres, que se ha sumergido en lo más profundo del subconsciente. Apenas se puede hacer algo por alguien mientras ésta sea su situación; pero en cuanto tome conciencia de su pre‑recuerdo, puede surgir en él la decisión de abandonar su alimento de puercos y volver hacia su Padre.
La Escuela Espiritual le toca en este estado y la fase de la concepción comienza: la semilla se deposita en el surco mediante el trabajo de la benedictio. No obstante, no se trata aquí de crecimiento incondicional: la parábola del sembrador lo da a entender con claridad. El candidato debe trabajar con grande e intenso interés. Se le pide un esfuerzo continuo y su colaboración en todos los aspectos. Por eso, este libro no ofrece a la mente un descanso intelectual. Su único fin es ayudar a la semilla divina a desarrollarse.


Esta semilla es una "fuerza" y una posibilidad de desarrollo que no se encuentra en la imagen del hombre verdadero, caído en un sueño mortal, ni tampoco se encuentra en el yo desnaturalizado. Esta fuerza la otorga la Jerarquía, la cual establece un lazo de sangre con el candidato en la fuerza de Cristo. La semilla puede desarrollarse con una reacción espontánea del candidato ante el toque; la fuerza se la provee este mismo contacto. De esta forma, el estado embrionario, en el que se encuentran las bases de la nueva personalidad celeste, sigue al estado de la concepción.
A medida que estas bases se establecen, el alma y el espíritu se despiertan en el hombre y comienzan a hablar en él. La exigencia de la vida nueva que se hace sentir en él, conduce al alumno a un conflicto de múltiples fases, hacia una crisis profunda en su ser, ya que las fuerzas de la vida nueva que se desarrollan en él, atacan fundamentalmente a la personalidad dialéctica. Pues bien, puesto que la carne y la sangre no pueden heredar el Reino, el alumno debe ejecutar esta sentencia en su propio ser dialéctico y perseverar en la destrucción de su yo. Ante el alumno se abre un período de extrema actividad, debido al proceso del cambio fundamental, aplicado a sí mismo bajo la égida de la benedictio. Este proceso tiene numerosos aspectos y exige una orientación minuciosa y cada vez más profunda, ya que debe ser abierto un nuevo campo de vida y de saber.

Acabamos este capítulo haciendo notar que en la evolución incondicional que se sigue en el Plan de Dios con respecto al cosmos, el tiempo que se proporciona al hombre tiene sus límites. Este Plan Divino de auxilio a la humanidad caída comprende aspectos que se suceden sistemáticamente.
De este modo hemos entrado en un nuevo período de cosecha. Durante este período limitado tendremos que tomar una decisión. En su calidad de hijo perdido el hombre que posee el pre‑recuerdo es colocado ante la decisión del regreso al Padre.
Recordando la cita de Cristo: "Sin Mí nada podéis", deberá darse cuenta de que fuera de la Jerarquía nada se puede, puesto que ésta es quien debe depositar en el hombre la semilla de la renovación.
Además, usted debe darse cuenta de que tampoco es necesario que la actual marcha descendente de la humanidad sea total. Una catástrofe es inminente.
El hombre, en su esfuerzo voluntario continuo que le ciega, se adueña de materiales de construcción cósmicos y quiere, como sucede con la fisión nuclear, servirse de estos para sus fines personales de auto‑conservación. Los efectos de estas actividades perturbarán el equilibrio cósmico existente y harán que la vida en la tierra, en sus actuales formas, se vuelva imposible.
Que la certeza de una marcha descendente cada vez más profunda de la humanidad terrestre, pueda ser para usted una razón más para elevarse y salir de este estado, mediante su decisión y sus actos.










                                                                  Capítulo 7

                                         La rueda del nacimiento y de la muerte

El hecho de que el hombre forme parte de la humanidad que se hundió por el proceso de involución en un estrato inferior de nuestra Tierra, le coloca ante una serie de consecuencias.
La principal es que puede regresar al plano de vida humano original por el camino de la transfiguración. Bíblicamente hablando, es el "renacimiento de agua y de espíritu", es decir, la reconstrucción del cuerpo celeste, de una personalidad nueva e imperecedera. Como ya hemos dicho, este camino es el que posibilita el regreso a la morada del Padre, sobre la base del pre‑recuerdo, por el cambio fundamental y el arte real de la construcción y la iniciación.
Se trata primeramente de despertar en la humanidad el pre‑recuerdo adormecido, ya que sin él no existe anhelo por regresar. Cuando el pre‑recuerdo es despertado, debe ser esclarecido y el estado en que actualmente se encuentra el hombre debe ser sondeado profundamente. Debe llegar, ayudado por el pre‑recuerdo despertado, a una comparación absolutamente objetiva de lo que este estado es en la actualidad, de lo que fue antaño y de lo que debe ser nuevamente. Cuando así alcance una comprensión clara de la situación, se podrá decidir y emprender el cambio fundamental, y sobre esta base concreta se podrá empezar la construcción y la iniciación.
Y ahora, después de haber trazado a grandes rasgos este proceso de desarrollo, sobre la base de la realidad, vamos a limitarnos a:

11*despertar en el candidato principiante el pre‑recuerdo, hablándole continuamente de la Morada del Padre, así como de la Enseñanza Universal;
21*captar con objetiva precisión la situación actual, tanto respecto a su vida personal como a la vida humana en general;
31*realizar el cambio fundamental.

La construcción y la iniciación subsiguientes no pueden ser todavía nada más que especulaciones para el principiante. Sólo cuando ha madurado para estos procesos, su propia autoridad le permitirá reconocer como verdadera y correcta esta parte del camino de regreso, para poder recorrerla con seguridad. Una prueba forzada y especulativa representaría una nueva caída que volvería la situación del candidato todavía más precaria.

Ya hemos explicado anteriormente que nuestra humanidad, a causa de la caída, ha venido a parar a un estrato inferior de nuestra Tierra, y que las relaciones y leyes de nuestro campo vital son dialécticos, mientras que los de antaño eran estáticos.


Esto quiere decir que en este mundo todo está sometido al proceso de subir, brillar y descender. Cualquier propiedad, sea cual sea y en un momento dado, debe provocar infaliblemente su contrario. Es el sello del mundo del tiempo, el sello de todo lo que es cambiante, momentáneo y perecedero; es un mundo en el que por todas partes reina una perpetua destrucción. El mundo de la estática es eterno, inmutable y absoluto, y goza de una libertad que depende sólo de Dios. Es el Reino de los Cielos.
El mundo dialéctico es a la vez una maldición y una gracia: es una maldición porque aquí nada es estable ni duradero, todo viene y todo se va, porque el bien y el mal se mantienen en equilibrio, sucediéndose uno al otro sin dejar ninguna esperanza; es una gracia porque debido a esta inestabilidad nada en el hombre puede cristalizarse definitivamente, ya que la inestabilidad rompe continuamente el mal que el hombre crea y mantiene en continuo movimiento a la humanidad caída.
Desde este ángulo debemos examinar igualmente otras dos leyes naturales: la de la muerte y la de la reencarnación microcósmica, dos leyes misericordiosas, temporalmente necesarias e inherentes al carácter dialéctico de nuestro estrato de vida.
La muerte se produce por un desequilibrio en el proceso metabólico, al no producirse ya la renovación de las células a la par con el desgaste de las mismas. Sabemos que el organismo se renueva en general cada siete años, pero a la larga esto es demasiado lento, ya que se utiliza más fuerza de la que se recupera y hay más desgaste que renovación. De ello resulta que el hombre debe morir a consecuencia de enfermedades y de pérdida de fuerzas. La eugenesia puede prolongar la vida, pero no impedir la muerte.
Generalmente se piensa que cuando el hombre muere, pasa a una morada eterna. ¡Esto es una mistificación! ¡Es absolutamente erróneo!
Al igual que cualquier estrato, el estrato dialéctico se compone de dos regiones distintas, de dos esferas: la esfera terrestre y el más allá, dividido a su vez en esfera celeste y esfera infernal.
La forma humana se descompone con la muerte. El cuerpo material queda en la esfera terrestre, al igual que el alma‑sangre (o alma terrestre) y los aspectos inferiores del cuerpo vital (o cuerpo etérico). La estructura consciente, la estructura psíquica y el resto de la estructura material (los éteres superiores, el cuerpo astral y el cuerpo mental) se dirigen, después de una permanencia temporal en una zona de paso, hacia la esfera celeste o hacia la esfera infernal. Allí, después de cierto tiempo, el cuerpo astral y el cuerpo mental se desintegran igualmente. Sólo quedan entonces la estructura consciente y la estructura psíquica, así como algunos átomos‑semilla de la vida precedente. Estos son el átomo‑semilla de cada cuerpo, en los que se conserva la esencia de la vida y constituyen la cosecha de experiencias.


Cuando el microcosmos se ha vaciado, debe admitir una nueva personalidad mortal en su campo de manifestación, ya que le mueve a ello la actividad de las fuerzas que él mismo ha liberado (fuerzas concentradas en forma de karma en el ser aural o lípica). El microcosmos es atraído de nuevo hacia el principio de existencia terrestre y es puesto en contacto con una pareja de futuros padres con el fin de encarnarse otra vez en la esfera de la materia. Durante este proceso se le pone en contacto con el alma‑sangre de sus antepasados microcósmicos y sobre esta base empieza una vida terrestre unida a la precedente. La rueda vuelve a empezar una nueva rotación hacia abajo y se emprende un nuevo camino hacia la tumba.
El hombre, es decir, el microcosmos permanece atado al ritmo del "subir, brillar y descender", en una repetición inexorable e ininterrumpida, y aparentemente sin esperanza de liberación, quizás miles de veces.
¿Cuándo se libera de esta rueda? ¡Nunca!... A no ser que el hombre, volviendo a tomar conciencia de su condición de hijo pródigo, se decida a emprender el proceso de la transfiguración, es decir, del intercambio de personalidades, del que hemos hablado ya tan a menudo. Sólo entonces se desata de la rueda. Ni antes ni después.
Cuando el hombre, que vive en la esfera terrestre, posee una conciencia, un alma y un cuerpo, entonces todas las fuerzas y contrafuerzas de este plano están presentes y activas en él en salvaje torbellino. Estas fuerzas son:
‑ fuerzas del estrato más elevado, (la esfera de fuego) o las fuerzas de la Jerarquía de Cristo;
‑ fuerzas llamadas celestes, es decir, las de la esfera reflectora, la esfera celeste del más allá;
‑ fuerzas infernales;
‑ fuerzas humanas personales.

Por lo tanto, el hombre está literalmente prisionero del juego del bien y del mal. El bien y el mal le influyen. Pero como el hombre es a la vez una mezcla de bien y de mal, resulta que está siempre dividido interiormente.
En muchos seres predomina el mal, sin que por ello pueda silenciarse el bien por completo. En otros, el bien es el que ordena, sin que se logre acallar el mal.
El lamento de Pablo: "Lo que no quiero hacer es lo que hago", lo entendemos ahora desde un nuevo punto de vista. Por eso, el hombre está siempre inquieto y cansado, luchando y consumiéndose, y su ruina sería irremediable si la muerte no viniese a rescatarle. En verdad, la muerte es "el salario del pecado" y la consecuencia de la existencia del hombre en este orden natural. Sin embargo, la gracia divina que acompaña al hombre caído se manifiesta aquí de forma muy concreta, ya que los átomos‑semilla incorruptibles y las fuerzas de las energías desatadas en el pasado, propulsan al microcosmos vaciado hacia la manifestación en una personalidad nueva, aceptando así una nueva posibilidad de despertar.
Cuando el hombre ha depositado su cuerpo terrestre denso y cristalizado, así como el doble etérico de este mismo cuerpo (el cuerpo vital), y cuando el alma‑sangre se ha desatado de la estructura psíquica, entonces él es atraído, en función de su frecuencia de vibración interna, hacia el plano correspondiente, según la ley de atracción de los semejantes. Al llegar a la esfera de paso toma conocimiento de su estado de ser, y después se dirige hacia su cielo o hacia su infierno, tal como se ha explicado.
Advirtamos que es importante aspirar al bien aquí en la tierra, y combatir y repudiar el mal, ya que aunque este comportamiento no eleva a la realización del fin absoluto, la frecuencia de las vibraciones determinará su morada en el más allá.


En el más allá usted se encuentra entre hermanos y hermanas y puede continuar, en mejores condiciones, su trabajo de buscador de luz y de verdad al servicio de la humanidad (*). Allí las fuerzas infernales no pueden combatirle y disminuir sus posibilidades, ya que su propia frecuencia no les permite acercarse a usted.
En el más allá es también importante el estado de conciencia o grado de despertar consciente. Ese estado depende de la constitución de la estructura psíquica, es decir, de las cualidades del alma desarrolladas por una vida positivamente buena. Si como resultado de una vida sincera y buena se adquieren muchas cualidades psíquicas ‑naturalmente, dentro de las posibilidades dialécticas‑ se tendrá en el más allá una conciencia firme y sólida de ser.
Lo contrario es también verdad: aquellas cualidades psíquicas negras, resultantes de una vida conscientemente mala, dan, en el más allá, una sólida noción de ser. Pueden ser tan dinámicas, que las entidades infernales que las poseen no tengan más posibilidades de manifestación personal, cerrándoseles así el estrato terrestre. Este estado se llama en la Biblia: "Ser arrojado a las tinieblas exteriores". Por lo general se admite que la manifestación de estas entidades se destruye y que la chispa de espíritu vuelve sola a la fuente original.
Hay igualmente muchos seres que han llevado una existencia exclusivamente biológica, que no ha sido ni buena ni mala.
Pero hay que decir que así es la vida del hombre de la masa. Este hombre tiene pocas cualidades psíquicas y, por consiguiente, no está por mucho tiempo en estado de tener, en el más allá, la noción de ser. Cae con rapidez en la inconsciencia y su alma se volatiliza. Y puesto que la cosecha vital que llevó a su microcosmos fue reducida, la rueda de la vida le permite rápidamente una nueva manifestación personal en la materia. Este género de microcosmos necesita un gran número de vidas materiales.
El hombre en el más allá es una entidad mutilada, y su organismo es incompleto. Ahora bien, puesto que el hombre debe regenerarse desde abajo hacia arriba, se deduce que todos los habitantes del país del más allá deben volver a la esfera terrestre, ya que no olvidemos que el cuerpo celeste es la recreación de la estructura material terrestre completa.
La estancia en el más allá destinada a la asimilación por parte del microcosmos de la cosecha que acaba de recoger, tiene una duración media de seiscientos a setecientos años, con excepciones más o menos grandes. Durante este lapso de tiempo las condiciones vitales en la tierra varían tanto que las experiencias deben ser nuevas y las posibilidades distintas por completo. Mientras tanto, el hombre ‑de hecho el microcosmos‑ recibe en el más allá lección tras lección y es posible que haya pasado del infierno al cielo.
Cada niño concebido y nacido normalmente es un don de la esfera celeste, pero está cargado a pesar de todo con su karma. No ocurre lo mismo cuando la concepción tiene lugar como consecuencia de una pasión sexual desenfrenada, sin deseo de procreación o durante los efectos de la embriaguez alcohólica, de los narcóticos o de la locura. La concepción es, en efecto, una clase de magia y cuando se consuma en tal estado de extrema impureza, las entidades infernales pueden aferrarse a la simiente.



Finalmente, digamos todavía unas palabras sobre el alma‑sangre. Hemos visto que en el momento de la muerte quedan en la tierra el cuerpo físico y la parte más densa de su complemento, el doble etérico, pero también el alma‑sangre. ¿Qué entendemos por esto?
Esta alma‑sangre es el espíritu o núcleo vivo de la sangre que mantiene en su estado la estructura material. Con la muerte se opera una división en el alma. El aspecto consciente superior, el alma impersonal o núcleo psíquico vivo de todas las vidas dialécticas anteriores, va al más allá. El aspecto espiritual inferior queda en la tierra. Este es el núcleo psíquico inferior de la vida que acaba de finalizar. Aquí la palabra "inferior" no está tomada en el sentido de "malo", sino en sentido de alma personal, como núcleo sanguíneo de la personalidad de cualquier ser humano.
Esta alma‑sangre es visible como una nube y tiene un núcleo luminoso. Si uno se concentra en ella, toma a menudo la apariencia de la entidad terrestre anterior. Esta propiedad es una de las numerosas causas de engaño de las que son víctimas los espiritistas.
El alma‑sangre posee todas las cualidades vitales del ser desaparecido, tanto las malas como las buenas; pueden transmitirse como herencia sanguínea a los que se emparentan con el espíritu del fallecido. Dicha herencia puede aceptarse conscientemente. Sin embargo, puede influir inconscientemente a muchos, a una familia, a un pueblo o a una raza, por el hecho de que las almas‑sangre semejantes tienen la propiedad de fusionarse.
La doctrina de la sangre y gran cantidad de viejas costumbres y preceptos de antiguas religiones, como el tan acentuado culto a los antepasados de algunos pueblos, se apoya en estos conocimientos. Vemos así que los lazos espirituales de la sangre pueden llegar a ser muy profundos.






























                                                                  Capítulo 8

                                                 Reencarnación microcósmica

Tal como hemos visto en el capítulo anterior, el estrato dialéctico se compone de dos esferas: la esfera terrestre y el más allá. La muerte no libera al hombre del estrato dialéctico, sino que le hace pasar de una de esas esferas hacia la otra. Y así como la muerte nos persigue en esta esfera material, se hace imprescindible que después de un tiempo de estar en la otra adoptemos ‑en tanto que microcosmos‑ una nueva personalidad, ya que el hombre en el más allá dispone solamente de un organismo incompleto.
En relación con esto, en los círculos esotéricos se habla habitualmente de reencarnación, sugiriéndose con ello que hay algo parecido a una continuación de la existencia después de la muerte, ¡lo cual es completamente erróneo!
¿Puede usted aseverar que ha conocido una existencia anterior a la actual? Esto es imposible, ya que después de la muerte del ser natural, toda la personalidad se disuelve en el transcurso del tiempo y solamente el principio ígneo fundamental que le dio vida regresa al yo superior o ser aural. De la misma manera que el ser de un perro se disuelve al cabo de algunos días después de la muerte, también en el hombre se realiza un proceso de disolución, aunque requiere un tiempo algo más largo, en la medida en que siga existiendo en la naturaleza terrestre.
¿Podemos decir que el yo superior ha conocido una existencia anterior? No. El sólo conoce una sola existencia que empezó al comienzo de la impiedad y que continúa ahora con innumerables cambios y modificaciones de forma.
El yo superior o ser aural es una fuerza propulsiva y ciega; es la personificación de una estructura de fuerzas que escapó a la dirección y cuyo producto ‑el planeta dentro del microcosmos, la manifestación humana‑ resulta periódicamente aniquilado.
No hay, pues, ninguna reencarnación ni ninguna reincorporación de la personalidad, porque después de la muerte no queda nada del alma mortal, no queda nada de su ser yo, ya que él se disipa completamente. De usted, como alma mortal, no queda nada, absolutamente nada. De la misma manera que el cuerpo material se convierte en materia y cenizas, así desaparece también el alma mortal. El alma que peca debe morir. Y algo que ha muerto está, en este sentido, completamente muerto.
Sólo si su alma se ha vuelto inmortal mediante el renacimiento de agua y de espíritu, es decir, mediante la transfiguración, usted podrá quizás pasar a un nuevo nacimiento para entrar al servicio del gran trabajo liberador de la Fraternidad Universal, trabajo que nunca se termina, en favor de toda la humanidad.


El proceso del nacimiento se produce entonces de otro modo. En este contexto puede surgir la pregunta de qué entendemos por "rueda del nacimiento y de la muerte". La rueda del nacimiento y de la muerte y su actividad solamente es comprensible si se considera en relación con todo el microcosmos.
Le recordamos que el microcosmos es periódicamente vaciado a causa de la mortalidad del ser‑alma en su personalidad. El microcosmos vaga como en una rotación en la naturaleza de la muerte y periódicamente debe adoptar en su sistema a un alma, a un alma mortal. Gracias a esta alma surge la posibilidad de liberar al microcosmos mediante el restablecimiento de la unidad original del espíritu, del alma y del cuerpo. A través de este proceso de transfiguración, se le regenera a su gloria original planeada por Dios.
Para terminar, hacemos notar aún que estas cosas son muy claras para el gnóstico, por el hecho de que el desarrollo gnóstico conduce hacia un bien superior y hacia un conocimiento de primera mano. Pero una comprensión filosófica racional y moral debe servir de base, al igual que una religiosidad demostrada prácticamente por un comportamiento correcto.
El examen esotérico y gnóstico demuestra la verdad absoluta de lo que precede: la reencarnación del microcosmos a través de una nueva personalidad mortal ¡es un hecho cierto! El proceso de reencarnación del microcosmos puede ser seguido efectivamente por el gnóstico capacitado.
Tal examen muestra que la reencarnación es una ley de emergencia y una consecuencia de nuestra caída. Es una ley dura pero clemente, por el hecho de que mantiene al hombre en estado de manifestación y le coloca ante una tarea que no es demasiado difícil.
Ya hemos visto anteriormente que la vida aquí abajo no puede mantenerse indefinidamente a causa del estancamiento gradual del proceso metabólico. El paso cíclico por la muerte demuestra que el hombre no ha aprendido todavía la gran lección que le es enseñada en su existencia aquí abajo, ni ha empezado aún el proceso de regeneración. La lección debe aprenderse aquí, porque solamente aquí poseemos una corporeidad completa y triple según la conciencia, el alma y el cuerpo. Y el nuevo cuerpo, el cuerpo celeste o cuerpo glorioso, debe reconstruirse en este estado. El antiguo cuerpo es, por lo tanto, el vehículo con cuya ayuda debe erigirse el cuerpo imperecedero. El proceso de regeneración debe empezar allí donde se produjo la degradación.
Por esta razón el hombre, concretamente el microcosmos, está unido a la rueda. Por esta razón, a la muerte le sigue siempre una nueva manifestación de una personalidad. Por esta razón, cada nueva manifestación de una nueva personalidad representa una nueva oportunidad de liberación para el microcosmos.
Solamente cuando el hombre ha aprendido a construir su cuerpo celeste y progresa en esa construcción, llega el momento en que se libera de la rueda. Su muerte representa entonces una resurrección en el Reino de los Cielos, el Orden de Dios, y no la entrada en otra esfera del estrato dialéctico. El más allá es como un pasaje antes de su entrada en la verdadera libertad del Orden de Dios.
Semejante transmutación en el cuerpo puede ser tan perfecta que ya no se puede hablar de muerte. La Biblia lo expresa así: "Dios lo arrebató", como se dice de Moisés, de Elías y de Enoc.


En la fase intermedia del proceso de transmutación surge una conciencia en dos estructuras corpóreas: la nueva y la antigua.
Todos los liberados participan en el reino de la luz. Se han liberado por el proceso de la "primera resurrección", como lo llama la Biblia, y ya "no pueden ser perjudicados por la segunda muerte". Esta "segunda muerte" se refiere al próximo final de este período dialéctico y a la llegada de un nuevo día de manifestación. Esto ocasionará una separación entre los pioneros y los rezagados, y la llegada de una nueva intervención de Cristo.
Los microcosmos que aún no pueden tomar parte en el proceso de la primera resurrección quedan atados a la ley de la reencarnación. Vuelven conducidos por otra ley de emergencia: la ley del karma o ley de causa y efecto, la cual enseña que "lo que siembres, recogerás".
Esto implica que la siguiente vida de la personalidad se adaptará lógica y científicamente a la vida presente. Lo que el hombre ha emprendido debe realizarlo. El debe aceptar lo que ha desencadenado, y una nueva fase de existencia empieza a partir del punto donde acabó la anterior. Nadie tiene que llevar a cabo una tarea demasiado dura. Cada existencia lleva siempre, además de su carga, un poder y una posibilidad. Existe una dependencia del pasado, pero un camino liberador está presente al mismo tiempo. El pasado no puede negarse, pero la ley del karma deja abierta la posibilidad de un empleo correcto del presente.
Sin embargo, en cierto sentido esta ley del karma es una ley despiadada, ya que la mano del destino y la conciencia de la fatalidad pueden oprimirnos tanto que podemos desalentarnos por completo. En cuanto a la inflexibilidad de esta ley inexorable, el cristianismo ortodoxo y la teosofía opinan a la par. Esta interpretación fatalista del funcionamiento de la ley del karma ha causado ya mucho mal, ya que ha quitado el coraje a los hombres.
Esta ley de retribución es propagada por todas las religiones mundiales al igual que por el cristianismo. Es una ley lógica y es el único método de llevar al hombre, de abajo hacia arriba e interiormente, a la noción de su estado de ser. Sin embargo, esta ley no es perpetua en su acción respecto al hombre, ya que puede ser contrarrestada y aniquilada por otra ley: la de la remisión de los pecados.
Cuando usted llega a la comprensión de su estado y recorre el camino de la regeneración, tal como le es enseñado en el cristianismo, puede liberarse de la carga de los siglos, de las culpas del pasado. La ley del karma incide en usted y le ata mientras suscite su aplicación contra sí mismo. Sin embargo, pierde su poder sobre usted cuando se coloca bajo la ley de la remisión de los pecados, según la razón y la moral, y siempre y cuando esta nueva forma de concebir las cosas sea un acto de cambio fundamental en la vida. La "conversión", en sentido ortodoxo, es una mistificación y una actividad emocional que no tiene ninguna acción liberadora respecto a la ley del karma.
La posibilidad de la remisión de las culpas se apoya en un proceso científico, irradiado por la Jerarquía en la práctica de la benedictio.


Es importante recalcar, finalmente, que la reencarnación no puede identificarse con la evolución. Como ya explicamos, la evolución es siempre individual y condicional. La ley de la evolución pone al hombre en contacto con el cristianismo gnóstico. Por su ofrenda y a través de la Jerarquía, Cristo trajo un elemento nuevo a la Tierra y a la personalidad dialéctica del hombre, capacitándole para la aniquilación de los efectos de la cristalización y permitiéndole emprender el proceso de evolución verdadera.
La evolución personal depende así de su decisión y de sus actos vitales en Jesucristo. El karma ya no es entonces una ley del destino, sino que es absorbido en la fuerza de Cristo. El amor inexpresable de Dios en Cristo reside en que, con leyes de emergencia, él nos mantiene en estado de manifestación para venir a liberarnos a continuación.
Tal como vimos en los ocho capítulos anteriores, la liberación no es un proceso automático, sino un proceso inteligente con múltiples aspectos en el que la totalidad del hombre debe colaborar conscientemente. En ello consiste el gran trabajo de la Jerarquía. El trabajo de la benedictio aparece así bajo una luz correcta: es el trabajo de los misterios de la iniciación crística.
Estos misterios tienen como finalidad el hacer posible en muchos seres la primera resurrección y el formar un núcleo de trabajadores al servicio de Cristo. Es, por lo tanto, la humanidad la que debe liberar a la humanidad. En este sentido, debe usted entender también las palabras: "Trabajad para vuestra santificación con temor y temblor"; en definitiva, nadie puede avanzar sin su prójimo.
La iniciación es una evolución acelerada para que los valores obtenidos puedan ponerse al servicio del gran objetivo: la liberación final de toda la humanidad. El hombre que posee este deseo puede ejercer el Arte Real y se vuelve un Príncipe Rosacruz.
Para ayudarnos mutuamente en el camino tenemos una Escuela, un Campo de Fuerza, en la cual se abre para nosotros el trabajo de la benedictio, autorizado por la Jerarquía de Cristo. Todo aquél que posee la disposición interior y la aptitud requeridas para recorrer el Camino, puede ser admitido en los caminos instaurados en nuestro trabajo como alumno preparatorio. Ningún sentimiento de indignidad debe frenarle. Que el aspirante recuerde las palabras de Cristo: "En la debilidad se despliega mi fuerza". Con este aliento, todo aspirante serio puede emprender el camino.





















                                                                  Capítulo 9

                                                   La composición de la Tierra
                                                y del campo de vida dialéctico

Si buscamos una respuesta a la pregunta: ¿cómo nace un cosmos planetario?, otra pregunta se impone inmediatamente: ¿de qué forma se lleva a cabo la creación? ¿Cuál es la materia con la que el Creador lleva a cabo su plan de manifestación?
Según la Enseñanza Universal, el espacio inmenso, el universo, está lleno de sustancia original, también llamada sustancia cósmica fundamental. La Fama Fraternitatis R.C. corrobora este hecho en el axioma: "No hay espacio vacío".
En el espacio visible, esta materia original está constituida de átomos de diferentes elementos en estado libre. Según nuestra capacidad de comprensión, el número de átomos es infinito. Gran número de elementos son conocidos por la ciencia, pero un número todavía mayor permanece desconocido por completo.
Cada átomo es un poder; en cada átomo yace escondido un inmenso potencial, lo que usted puede concebir fácilmente si piensa que en esta materia original se manifiesta el Logos, y que toda la creación fue construida a partir de esta sustancia y la sigue conservando.
Cada átomo posee un poder de radiación y cierto radio de acción. La visión etérica permite ver el radio de acción de algunos átomos. La influencia radiante de otros átomos puede advertirse de distinto modo, como ocurre por ejemplo en el caso del átomo de radio.
Los químicos y físicos son capaces de utilizar el poder de radiación natural de los átomos. Con la combinación de átomos de diversos elementos llegan a provocar fenómenos y resultados asombrosos. Con ayuda de metales conocidos y de energías adecuadas, los técnicos son capaces de creaciones sensacionales.
No obstante, no hay todavía ningún ser humano que haya llegado a liberar la verdadera fuerza del átomo, todo su potencial. Ninguno, gracias a Dios, posee el arte de la división del átomo en toda su extensión. Si así fuera, la creación divina se volvería instantáneamente imposible, a causa de la naturaleza satánica del hombre actual.

La ciencia oculta antigua dice que la materia es espíritu cristalizado; que la materia original o sustancia original, la sustancia cósmica fundamental, es espíritu cristalizado que se manifiesta en diferentes elementos.


Sin embargo, esta tesis es, en su generalidad, demasiado vaga e inexacta; el devenir original de la sustancia cósmica fundamental es todavía un misterio. Podemos conocer algo sobre la composición del átomo, pero no sabemos aún nada sobre el devenir de los átomos. Solamente podemos decir que el Espíritu emplea la sustancia original para expresarse por medio de ella, siguiendo un plan definido y una idea determinada. En esta materia toma forma el plan de creación del espíritu.
La sustancia original, de la que todo surge, se designa también en diferentes y antiquísimas filosofías con la apelación de "agua" o "las aguas originales". El cristianismo habla también del "agua viva". En la mitología griega, Neptuno, el dios de esta agua viva, armado con un tridente ‑símbolo de las tres fuerzas creadoras de Dios‑ surge de esta Agua Viva como el iniciador y el introductor en el estado divino absoluto.

En cuanto una entidad divina o una jerarquía divina acomete la ejecución de cierto plan del Logos, se cumple la antigua frase: "Y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas". Vemos entonces como cierta masa de materia original, en la que todos los elementos están presentes, empieza a concentrarse y a comprimirse; éste es el comienzo de un cosmos planetario.
Cuando la masa de la sustancia original se ha comprimido suficientemente, siguiendo una fórmula alquímica determinada, se produce una fisión parcial de los átomos en el núcleo de la masa. El grado de compresión y la fórmula alquímica son diferentes para cada cosmos, en concordancia con su plan de la creación. Se produce entonces una enorme explosión, con un calor y un fuego intensos, que desata una violencia llameante de fuerzas.
Este conjunto de poderes desencadenados no es de ningún modo una catástrofe que ha escapado a la dirección, no es una prueba, no es un experimento, sino un proceso guiado en la gran fragua del mundo. ¡Todo el proceso es dominado perfectamente!
Una rotación, perceptible ya en el momento de la concentración de la masa, se efectúa ahora según un principio determinado. Diferentes contactos se manifiestan entre materia sólida y gases, entre fuerzas y poderes: ha nacido un cosmos planetario, futuro campo de desarrollo para un gran número de entidades. Neptuno ha pronunciado su fiat creador.
Tal cosmos no puede ni destruirse ni desaparecer jamás; solamente el Creador divino puede modificarlo, dando nacimiento a nuevos días de manifestación, pero su fuente de fuerza no puede cesar de fluir.
Esta fuente es alimentada a través del polo norte, mediante una profusión de energía, y lo que podríamos llamar la materia desgastada y consumida es arrojada de nuevo por el polo sur. No puede, por tanto, producirse un agotamiento de la energía disponible, por la fisión de todos los átomos presentes en el cosmos, puesto que en el corazón del cosmos existe un motor planetario, alimentado desde el exterior. ¡Los átomos de los diversos estratos no son divididos!
En el corazón de la Tierra se encuentra un grandioso centro de energía, un corazón luminoso y radiante, un fuego de amor inextinguible que arde para nosotros.



El lector debe disculpar el ejemplo que hemos empleado. Lo hacemos para que pueda imaginarse más fácilmente lo que ocurre, y como base para las exposiciones siguientes.

Todas estas fuerzas y energías se liberan, mediante la fisión controlada de los átomos en el corazón de la Tierra, al servicio del gran proyecto consistente en formar un campo de desarrollo, una morada para los hijos de Dios. Antes de que se obtenga el resultado deseado, estas fuerzas deben pasar por diferentes procesos, siguiendo ciertas fórmulas alquímicas.
Así como una casa se construye poco a poco y se acondiciona para que sirva de morada, siendo necesarios muchos obreros con cualidades, aptitudes y profesiones distintas, también miríadas de trabajadores deben operar juntos para la edificación de un cosmos planetario.
Numerosas olas de vida, tanto infrahumanas como sobrehumanas, cooperan en la gran obra. También la ola de vida humana, en tiempos pre‑humanos, ha colaborado en la construcción de su propia morada.
El principio rector según el cual cada desarrollo se efectúa mediante las cabezas, los corazones y las manos de los hombres, según el cual el Creador se manifiesta por su creación, tiene múltiples significados.
Todas las entidades, humanas y sobrehumanas que trabajan en los formidables talleres del cosmos planetario (bien trabajando para su propia morada o al servicio de otros) residen, al menos en su mayoría, aquí en la Tierra. No debemos ver estos campos de vida en un mismo nivel, sino en planos, esferas o estratos, unos por encima o por debajo de otros.
Saliendo del centro de la Tierra hacia el exterior, atravesamos diferentes estratos. Debemos figurarnos cada estrato como una cantera destinada a cierto proceso al servicio del conjunto de la única y grandiosa meta.
Si ahora no cometemos más el error de concebir nuestro campo de vida como el estrato superior de nuestro cosmos planetario, podemos continuar nuestra disertación sobre la base establecida.

Cuando empieza la fisión atómica en el corazón de la Tierra, se liberan dos energías. No una energía con un polo positivo y uno negativo, sino dos energías, y así, dos polos positivos y dos negativos. Dos energías que son el reflejo perfecto una de la otra, es decir, una es el reflejo invertido de la otra y, por lo tanto, con una polarización inversa.
Cuando estas dos energías pueden colaborar, pueden llevar a cabo un prodigio, una gran magnificencia, que encierra una profunda alegría. Si falta esta colaboración, resulta un terrible y caótico fuego devorador.
El lector atento debe considerar que estas dos energías están encerradas ¡en el interior de un único átomo! Tan pronto como se liberan, deben trabajar juntas libre y dinámicamente, siguiendo la idea básica presente en la fisión del átomo; de este modo deben demostrar su vocación divina.


Para ayudar a imaginárnoslo, podríamos pensar en una rueda. El técnico toma un pedazo de hierro, es decir, una aglomeración de átomos de hierro. Lo forja hasta hacer una rueda y la emplea para el fin que se ha propuesto. El principio espiritual de la "rueda" es movimiento, rapidez, fuerza portadora y actividad. Si en el momento de la división de los átomos de hierro el hombre pudiera pensar creadoramente en una rueda, obtendría una rueda que poseería en sí misma este movimiento, esta rapidez, esta fuerza portadora y esta actividad. ¡Se trataría entonces de una rueda viva!
La electricidad es una radiación emitida por ciertos átomos. Si el hombre supiera dividirlos, obtendría una fuerza viva que iluminaría y calentaría por sí misma. Ya no tendría necesidad de aparatos técnicos para iluminar y calentar.
Todos estos poderes y manifestaciones creadores son posibles gracias a la liberación de las dos energías inversamente polarizadas del átomo. Y, con la fisión del átomo, ¡el hombre también podría aniquilar a un pueblo en un abrir y cerrar de ojos!

También hay "átomos chispa divinos", que son el ser nuclear del hombre celeste. En estos átomos chispa divinos ‑de los que nosotros, los seres humanos, hemos surgido‑ estaban presentes al principio dos energías, dos entidades, una de las cuales era el reflejo de la otra, y cuyas polarizaciones eran opuestas, hombre‑mujer, formando juntas una doble unidad cósmica.
En la aurora de nuestra creación, dicho átomo fue dividido, liberando fuerzas extraordinarias. Los dos poderes del átomo debieron aprender a trabajar juntos en libertad y perfección. También en libertad deberán encontrarse de nuevo; no como al principio para una unión, sino para la realización del universo: el Hombre‑Dios en ellos.
Las dos energías del átomo chispa divino, en colaboración armoniosa, se expresan simbólicamente como "el árbol de la vida", y cuando actúan separadamente, como "el árbol del conocimiento del bien y del mal".
Cuando las dos energías de la chispa divina se liberan en el corazón del cosmos planetario, éstas son enviadas hacia lo alto a través de los diferentes estratos. En cada estrato pasan por cierto proceso y efectúan un trabajo en beneficio del conjunto.
El proceso final, el resultado, se manifiesta en el estrato superior o más elevado. Allí observamos como las dos energías se exteriorizan con un esplendor maravilloso, teniendo como resultado un final dichoso e inmaculado: la doble unidad perfecta. Todo el plan básico del proceso alquímico manifiesta aquí su resultado.
Esta bienaventuranza, este estado inmaculado perfecto, existe en el estrato superior de cada cosmos planetario. En lo que concierne a nuestro cosmos terrestre, llamamos a este estrato superior: el Orden de Dios, el Reino de los Cielos o esfera de calor más elevada. En esta bienaventuranza vivía la humanidad original. Nacida del átomo chispa divino, ella vivía como doble unidad cósmica en la libertad de las energías colaboradoras. El hombre era un hijo de Dios, vivía en el Jardín de Dios y se manifestaba en la vida y en el ser de Dios, con todos sus valores.
En este paraíso se encontraba el "árbol de la vida", imagen de las energías colaboradoras, siguiendo el plan de la fórmula alquímica: salud, fuerza e inmortalidad como valores estáticos.


Pero, naturalmente, también se encontraba el "árbol del conocimiento del bien y del mal", representando al árbol prohibido, ya que el perturbar o forzar la colaboración de las dos energías debe ocasionar la calamidad, el desastre y la muerte, como consecuencia natural e inevitable de la perturbación del principio vital.
En el campo vital en que actualmente vivimos, se manifiestan aún las dos energías, mas de una manera separada. Una, que podríamos llamar "femenina", se preocupa de la asimilación y del crecimiento, y la otra, "masculina", cuida de la manifestación y de la realización.
En la naturaleza dialéctica, también encontramos la separación de estas dos actividades en el fenómeno de la noche, que esconde en su seno a la aurora, y del día, que ve como el sol de la vida se levanta y asciende. Nuestro campo de vida es dialéctico e inestable, y sigue cierta ley rítmica. Por esto, la marcha de toda la naturaleza está marcada con el sello de un perpetuo subir y bajar, ya que ninguna de estas energías es estática por sí misma. En el "subir, brillar y descender" se expresa la destrucción del equilibrio y, por consiguiente, la actividad separada de las dos energías encierra en sí misma destrucción y muerte.
Cuando el hombre se aparta del principio de la verdadera vida, es decir, cuando destruye el equilibrio divino y la armonía cósmica, es atraído hacia un estado inferior. Allí debe aprender lo que son las consecuencias de la desobediencia a Dios y experimenta lo que significa ser y vivir en un orden dialéctico.
La historia del género humano nos demuestra que tal degradación tuvo lugar y que la acompañaron efectos deplorables. El hombre perdió el recuerdo y volvió impías diferentes fuerzas y corrientes naturales de este campo de vida. Propagó el mal como si fuera un cáncer contagioso, contaminando todo este campo vital, ya que el hombre, a pesar de su estado degradado, ¡sigue siendo un mago!
El mal se hizo posible a causa de los desarrollos excesivos que el hombre provocó por medio de la energía conocida como "femenina"; de aquí la leyenda de Eva.
Como contraposición del mal, el bien se encontró cada vez en una situación más difícil, y originó como consecuencia una dialéctica pecadora extremadamente lamentable, que se añade a la dialéctica natural de este campo vital y que se caracteriza: por el nacimiento y la muerte; por el subir, brillar y descender; por el satanismo dominante; por el retorno extremadamente difícil a estados relativamente buenos.
Lo que ahora es "el mal", fue antes la segunda energía inviolada, la imagen opuesta de la otra energía que ahora llamamos "el bien". Esta segunda energía es la femenina, actualmente limitada y profanada. De ahí se deduce que la esencia del mal siempre es negativa y que la actividad del mal conduce inevitablemente a resultados negativos.

Cuando las energías se liberan en el corazón de la Tierra, la concentración de las sustancias originales se vuelve luminosa. El fuego oscuro que se cierne sobre las aguas se manifiesta en luz. Esta aporta calor y energía, es decir, posibilidades de desarrollo para la vida: el Gran Plan va a hacerse visible.


Esta vida luminosa y palpitante que ejecuta en cada estrato un proceso o tarea, puede compararse con el alma, con la sangre del cosmos planetario. Esta sangre tiene una composición particular en cada estrato, en concordancia con la naturaleza del estrato en cuestión. Así es evidente que la sangre de las entidades que se manifiestan en cierto campo vital, concuerda con el principio de luz de ese campo. Por esto tenemos, aquí abajo, una sangre en la que se expresa la separación de las dos energías.
El alma humana, la sangre, contiene el principio del día y de la noche, del bien y del mal, de la luz y de la oscuridad. Por esto, el alma, la sangre, es pecadora y está mancillada por los males de este estrato. También el cuerpo se forma por el mismo principio del pecado y por ello está sometido a la muerte. El gluten ‑el cuerpo del pecado en la sangre‑ es el satanismo de la energía femenina.
Por esta predisposición de la sangre, el hombre está atado a la rueda del nacimiento y de la muerte, al estrato de la dialéctica, y en ella permanece hasta que, bajo el impulso espiritual del pre‑recuerdo, tome conciencia de su filiación perdida, sondee su estado actual, profundice en la finalidad del universo y llegue hasta el cambio fundamental, para que, sobre esta base, regrese a su morada original.

¿Qué debemos pensar de la bomba atómica en relación con esto? En general, ¿cómo debemos comportarnos con respecto a la fisión de los átomos?
La literatura nos dice de este nuevo descubrimiento de la ciencia: "La palabra "desintegración atómica" irradia prometedora luz, e inspira sueños y posibilidades que un día se harán realidad en el período paradisíaco de la técnica".
¡Nosotros, por supuesto, no compartimos estos sueños! Por el contrario, vemos surgir una enorme catástrofe en este descubrimiento de la ciencia moderna. Es posible que esta catástrofe la perciban sólo los esoteristas que no han caído profundamente en el mundo de la técnica y de la ciencia.
Parece ser que se ha llegado a dividir los átomos del elemento uranio. Se trata de una imitación extremadamente débil de lo que sucede en el corazón de la Tierra bajo la dirección de la Jerarquía de la Luz. Existen innumerables elementos, y lo que los magos de la ciencia son capaces de efectuar se puede comparar a las hazañas de los magos egipcios, que trataron de imitar la magia de Moisés en presencia del faraón.
Sin embargo, este descubrimiento representa un gran peligro. Con la liberación de la energía atómica se pretenden dos cosas: la creación de posibilidades destructoras con fines de guerra, y el desarrollo de la técnica.
Las calamidades engendradas con el primer objetivo son claras, pero debe entender igualmente que el segundo objetivo, la supuesta aplicación pacífica de la energía atómica, ocasionará una absoluta calamidad: el suicidio de este orden natural.

Hemos visto que en el corazón de la Tierra se desarrolla un proceso dirigido de fisión nuclear, que tiene como función proveer a todos los estratos de la energía necesaria.


Hasta el presente, no había habido ninguna fisión de átomos en los estratos terrestres restantes; sólo había transformación en las combinaciones entre átomos. Y ahora, queremos esperar que lo que actualmente se llama fisión nuclear sólo sea en realidad la disgregación de los átomos de cierto elemento en los átomos de otros elementos; en otros términos, que el elemento uranio no sea un verdadero elemento, sino un compuesto de elementos desconocidos, liberados por la fisión. La energía así liberada podría ser enorme, pero no igual a la energía que se libera cuando se fisiona verdaderamente un átomo.
A pesar de todo, ya en la situación actual existe un enorme peligro, pues el armonioso orden atómico existente en todos los estratos del cosmos planetario es perturbado, a causa de esta arbitraria intromisión en las bases del orden cósmico. En otras palabras, incluso con el empleo pacífico de esta energía, también se manifestará un cambio cósmico. Las relaciones entre los estratos se volverán diferentes. Corrientes completamente distintas se desarrollarán para evitar la destrucción inminente del equilibrio. A este respecto, le recordamos que los combustibles para el corazón central son introducidos del exterior de la Tierra por uno de los polos, mientras que otras fuerzas son evacuadas por el otro polo. La llegada de estas fuerzas y combustibles del exterior de la Tierra está en relación con la radiación cósmica.
Por la anarquía de la ciencia natural, son atacadas las bases de nuestro campo de vida y es perturbado el equilibrio de las fuerzas cósmicas. Los hombres atacan de nuevo a fuerzas que no pueden gobernar. Los hombres violan de nuevo las fuerzas divinas y abusan de ellas en provecho de sus fines egocéntricos.
Por eso, la Jerarquía interviene una vez más para evitar desequilibrios. Se ha desencadenado una revolución cósmica, atmosférica y espiritual inevitable, la cual pondrá fin radicalmente a la violación de las leyes cósmicas perpetrada en este campo de vida dialéctico por el hombre moderno.
En nuestra atmósfera se producen enormes cambios; las relaciones entre el oxígeno y los gases nobles están modificándose radicalmente, a causa del diluvio por el fuego, en vías de ejecución, que irá a la par de grandes catástrofes naturales: terremotos, desaparición de continentes, enfermedades extrañas y nuevas, radiaciones cósmicas distintas, etc. La vida, tal como la conocemos actualmente, se volverá imposible. Esto será el suicidio de la ciencia y de toda la humanidad.
La bomba atómica de 1945 dejó a todo el mundo consternado y puso fin a la segunda guerra mundial; sin embargo, una catástrofe mucho más espantosa ha empezado, más aún cuando Rusia va a aportar un nuevo triunfo en el dominio de la técnica y de la ciencia natural.
Hace ya algunos años, hemos podido leer que los científicos rusos investigaban especialmente la radiación cósmica y experimentaban con ella. A este respecto, se alude a un descubrimiento frente al cual la ciencia de la fisión nuclear se volverá insignificante. Los científicos rusos quieren desviar, en provecho de sus planes dialécticos, la aportación de la energía destinada a la alimentación del corazón de la Tierra, el combustible de nuestro cosmos. Quieren usar directamente la energía de los átomos de la sustancia original y las fuerzas del Logos solar. En comparación con esto, la difícil producción de energía destructora a partir del átomo de uranio, parecerá un juego de niños.


Las consecuencias que resultarán del empleo de las fuerzas de la sustancia original cósmica se adivinan fácilmente a la luz de la ciencia esotérica. El drama de Atlántida se repite ante nuestros ojos. En la ambición del mundo de la ciencia volvemos a encontrar la reencarnación de Atlántida, reino que desapareció igualmente por haber atacado los fundamentos divinos del orden cósmico. El culpable entonces fue el clero. El ocaso del mundo será ahora la consecuencia de la actividad de la ciencia dialéctica.
Para la humanidad actual, penosamente ocupada en toda clase de intentos de restablecimiento, sería preferible que dejara a un lado todos los intentos de reglamentación y encerrara por malhechores y locos peligrosos a todos los agentes de la ciencia experimental, así como a los dirigentes que la sostienen.
Evidentemente, esto no se puede hacer y, como es natural, no sucederá. Semejante saneamiento es imposible, ya que, desgraciadamente, nuestra humanidad sólo quiere aprender por propia experiencia. En otros términos, el ocaso del orden de este mundo es ya, en principio, un hecho. Se hará realidad en un futuro bastante próximo; es cuestión de algunas centenas de años.
Este campo vital, este estrato dialéctico tan degradado e impío, será purificado, y se restablecerán las relaciones de la dialéctica natural. Se trata de pura lógica.
Mientras el clero de Atlántida cantaba el himno de su poderío, sucumbía. Cuando la ciencia de los arios crea poder festejar los formidables triunfos de su apogeo, sucumbirá, arrastrando con ella a los adoradores de esta idolatría moderna.

Después de todo lo que antecede, el lector entenderá mejor que antes por qué la Escuela Espiritual llama a los hombres de buena voluntad para que reflexionen y lleguen al cambio fundamental y a la renovación estructural. Se trata de una elección ante la que se encuentra inevitablemente cada ser humano.
¿Pertenecerá usted a la categoría de los que perecerán con su ídolo y deberán volver a empezar un nuevo ciclo? ¿O bien pertenecerá a la categoría de los pioneros que, según la conciencia, el alma y el cuerpo, tomarán todas las medidas necesarias para que no les perjudique la segunda muerte y para elevarse así hacia un bien superior? Basta con saber: ¿Nos acompañará usted, o no? ¡Hay consecuencias unidas a los dos caminos!

Existen diferentes teorías en lo que concierne al antiguo reino desaparecido de Atlántida. Los hechos exactos a este respecto son muy escasos, lo que explica la multiplicidad de teorías y especulaciones. La ciencia oculta no propaga detalle alguno a este respecto.
De todas formas, es seguro que nada puede existir perpetuamente en el orden del mundo dialéctico; continuamente se desarrolla un cambio de valores, fuerzas y estados. Por consiguiente, en este orden natural no puede haber construcción en sentido de crecimiento y de despliegue constantes, ya que cada ascenso es seguido inevitablemente de una caída.
En el orden dialéctico original, esta marcha ascendente y descendente de las cosas no era análoga al bien y al mal; no quería decir que el bien fuera destruido por el mal y el mal a su vez por el bien. La marcha ascendente y descendente era, al principio, solamente un cambio. La duración de cierta situación no la determinaban los hombres ni la influencia humana, sino las leyes naturales de dicho estrato.


Sin embargo, la caída de la humanidad ha perturbado y dañado también nuestro estrato vital, por ello, en lugar de la "dialéctica natural" se encuentra la "dialéctica vengadora", situación en la que "tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe"; dicho de otro modo: el trabajo de los hombres hace surgir tensiones continuas que desencadenan la destrucción y el cambio.
En este estrato vital, un reagrupamiento de continentes y mares no era una catástrofe para la humanidad en el estado pre‑humano. Sin embargo, esto es precisamente lo que ocurre en el presente; los dos procesos dialécticos, a saber, el de la dialéctica natural y el de la dialéctica vengadora, se interpenetran. La dialéctica natural es forzada continuamente, todavía hoy, por la maldad del hombre dialéctico.
Podemos imaginarnos que el aspecto de nuestra tierra durante el período Atlante debía ser cambiado por el aspecto del período Ario. Podemos imaginarnos también que los guías de nuestro destino aprovechan este cariz de las cosas para enseñar a los hombres una lección y para revelarles una nueva posibilidad, con el fin de enseñarles a recorrer el camino que conduce a la morada original o Reino de los Cielos.
Usted puede imaginarse también que, visto el estado pecaminoso de los hombres, el cambio de la dialéctica natural podía emplearse como castigo, como profundo oscurecimiento, como la extinción de la conciencia impía, como "un sorbo de olvido", tal como aparece descrito en el libro "Las Bodas Alquímicas de Cristián Rosacruz".
El nuevo entorno puede ser un "borrón y cuenta nueva" y un nuevo comienzo para el pecador; el cambio de la dialéctica natural puede ser también como la puerta de la renovación.
Así podemos pensar en dos desarrollos: uno para la parte de la humanidad que durante el período Atlante no había tomado parte alguna en el gran pecado, y otro para la parte pecadora.
Estos dos desarrollos existen efectivamente. Vivimos ahora en el período Ario. Una parte de la humanidad, arrastrada hacia este período con "un sorbo de olvido", vive en este período a causa del pecado de Atlántida. Otra parte ha recibido grandes y nuevas posibilidades. Por esto hablamos de período Ario, que significa literalmente: período de santificación. Un verdadero ario es un santo, una persona que atraviesa la puerta de la eternidad y del verdadero Reino con ayuda de la dialéctica natural.
Los orientalistas han hecho arios de todos los europeos. Esta necedad se volvió locura en los nazis, quienes imaginaban ser reyes arios, y se atribuían el poder y el derecho de "arianizar".
Por analogía con lo que antecede, la época actual experimentará también un cambio de ubicación de los continentes; comenzará un nuevo período, el período de Júpiter, durante el cual se abolirán todas las materias en su forma actual. Los pecadores del orden actual, los que han llegado en esta materia a una cristalización total, ya no podrán mantenerse en este campo vital inmaterial y desaparecerán.
Así va a consumarse la separación entre los dos desarrollos y los procesos subsiguientes se marcarán cada vez con más claridad, a saber: un proceso de degeneración, un proceso de cosecha, un proceso de liberación y, finalmente, los grandes procesos del final.










                                                                 Capítulo 10

                                                        La composición triple,
                                        nónuple y dodécuple del ser humano (*)

En general se habla del "espíritu" humano y de la actividad "espiritual" del hombre para designar, en el lenguaje cotidiano, la capacidad de comprensión del ser humano. No obstante, no se sabe nada del "espíritu" en tanto que concepto y en tanto que ser. Se sabe algo de la actividad espiritual y se la puede seguir hasta cierto punto, pero el resto escapa al hombre, y por ello, este conocimiento imperfecto siempre engendra discusión, afirmaciones y negaciones vehementes, y una serie de especulaciones.
Lo mismo ocurre con el concepto "alma". ¿Qué es el alma? ¿Cómo se comporta con respecto al resto del ser humano? Es desconcertante la ignorancia existente también a este respecto. Se cae de nuevo en la especulación y el tanteo. La ciencia llamada psicología (palabra que significa "ciencia del alma") sabe mucho, pero muy poco sobre el alma. Un psicólogo es sin duda un hombre inteligente, pero no es un especialista en las cosas del alma, en el estricto sentido de la palabra.
Lo mismo ocurre con respecto a la naturaleza del cuerpo humano. Cuando se habla sobre el cuerpo, en general sólo se piensa en el vehículo material. En su mayoría, la masa ignora todo o casi todo sobre el conjunto extremadamente complicado que representa en realidad la forma corpórea.

La Enseñanza Universal habla de la "composición nónuple" del hombre, la cual contiene tres aspectos principales: el espíritu, el alma y el cuerpo. Por esto hablamos de la "estructura espiritual", de la "estructura psíquica" y de la "estructura material"; tesis que concuerda por completo con la sabiduría que nos transmiten todos los Libros Sagrados a través de los tiempos.
En la Biblia se nos presenta al hombre como "A.D.M.", tres sonidos traducidos como "Adán", los cuales son las designaciones respectivas del espíritu, del alma y del cuerpo, y cabalísticamente se representan con el número 144O, o sea 9.

A*Aleph, el número 1, designa el devenir, la manifestación
y la fuente de donde todo proviene; el espíritu.

D*Daleth, el número 4, es el ordenador o la puerta;
calificación típica de las funciones del alma.

M*Mem, el número 4O, es el realizador y ejecutor;
la estructura material.

Adán no representa nunca a un individuo, sino a la humanidad tomada en su conjunto, en su manifestación según el espíritu, el alma y el cuerpo.



Al final de la Biblia, en el Apocalipsis, se habla de 144.OOO liberados, número cabalísticamente igual a 9, y que también designa a la humanidad, tomada esta vez como el grupo que toma parte en la redención. Efectivamente, no se trata aquí de un grupo de 144.000 entidades, sino de hombres que se han sometido según la conciencia, el alma y el cuerpo al proceso de regeneración y lo han culminado con éxito. Los tres ceros se refieren a los tres ciclos de cambios fundamentales que ha atravesado esta parte de la humanidad. La parte restante de la humanidad es llamada en el Apocalipsis, en parte los "fracasados" y en parte los "rezagados".
Hemos mencionado todo esto con el fin de resaltar que también en las Sagradas Escrituras se hace referencia a la composición triple y nónuple del hombre. El número 9 es además el número de la humanidad. Nueve es también el número de Marte. Marte, en la enseñanza esotérica, designa la voluntad, la actividad autocreadora del hombre, la fuerza divina del hombre, en una palabra: el hombre en tanto que mago.
Cuando Cristo dice: "En verdad os digo, sois dioses", se refiere a los poderes divinos del hombre, con cuya ayuda podría dirigir el conjunto de los nueve aspectos de su manifestación vital. El hombre es un dios caído, es un hijo de Dios caído.

A continuación, consideremos aún el aspecto dodécuple del hombre, ya que, además de los nueve aspectos de la manifestación humana, en nuestra enseñanza distinguimos los tres aspectos del espíritu central o mónada.
El espíritu central no debe ser considerado aquí como una forma (como en el aspecto nónuple), sino como tres principios, como tres fuerzas: las fuerzas de Dios que hemos designado ya como voluntad, sabiduría y actividad divinas, las cuales se manifiestan en la forma nónuple.
Por lo tanto, estas tres fuerzas son transcendentes, lo que quiere decir que, por principio, se encuentran fuera y por encima de la creación nónuple. A pesar de esto, esta triple fuerza divina, esta chispa divina, es inmanente al espacio de nuestro cosmos, donde da nacimiento a la criatura nónuple para su manifestación vital.

Para mayor claridad, resumamos todo ello y repitamos que distinguimos al hombre, según su manifestación en la forma, como estructura espiritual, estructura psíquica y estructura material, y, según la fuerza divina, que emplea la forma, como el espíritu central. La estructura espiritual, la estructura psíquica y la estructura material constituyen el conjunto de los vehículos, el tabernáculo. El espíritu central o mónada es el Señor de los vehículos.

En el capítulo anterior constatamos que "no hay espacio vacío", lo que quiere decir que el espacio, el universo, está lleno de sustancia original. Este espacio, este universo en el que vivimos y donde los astros describen sus órbitas, lo denominamos el "séptimo universo" o "séptimo plano cósmico".


Hay, por lo tanto, todavía otros seis universos más, de los cuales ha emanado el séptimo. Nuestra representación del espacio universal sólo se relaciona con este único aspecto del universo, y solamente sabemos algo de este único aspecto. Atomos de innumerables elementos procedentes de otro universo son irradiados directamente en el nuestro o nacen en nuestro plano cósmico por una radiación procedente de otro plano cósmico. En otras palabras: detrás de los estados y manifestaciones de nuestro universo, hay causas impenetrables todavía, que se comportan transcendentemente respecto a la creación y a la criatura del séptimo plano cósmico.
El universo en el que vivimos es el plano de la manifestación universal. En la aurora de la existencia humana vemos al espíritu humano central de aspecto triple, proviniendo de lejos, unido a un principio atómico en este espacio.
Vemos cómo, mediante el fiat creador del Logos, este principio atómico se ha escindido en dos energías que obran juntas, una masculina y otra femenina, inversamente polarizadas y destinadas, desde el comienzo, a colaborar para la glorificación del Plan de Dios.
De esta forma, el espíritu se armoniza con la naturaleza de este séptimo plano cósmico, en el que la manifestación universal se expresa por la división del átomo. Así se liberan dos energías polarizadas inversamente, una masculina y otra femenina. Por este hecho, en todas las olas de vida, tanto en nuestro cosmos como fuera de él, vemos aparecer dos aspectos visibles, uno específicamente masculino y otro específicamente femenino.
Por lo tanto, cuando el ser humano aparece, se presenta en calidad de hombre y en calidad de mujer. Cuando el átomo original doble se escinde, vemos, desde el alba de las cosas, a dos seres. Más adelante veremos más de cerca la tarea que debe efectuar esta pareja.

Tan pronto como el espíritu central o mónada se desprende, como de un huevo, del átomo original, lo vemos unido a una forma: la estructura espiritual de aspecto triple. Vemos una especie de estructura de líneas de fuerza. Esta estructura espiritual atrae las fuerzas de la sustancia original circundante. Así aparecen el calor, la energía y la luz, y la estructura espiritual ‑el hombre según la idea‑ es animada. Así nace la estructura del alma humana, también de aspecto triple. Con la ayuda de las fuerzas atraídas de la sustancia original concentrada, se pasa a la construcción y a la realización. La idea animada toma así una forma o configuración que es igualmente triple.
El hombre nónuple según el espíritu, el alma y el cuerpo ha nacido: inmortal, magnífico y omnipotente, manifestado por el Espíritu de Dios. El alma y el espíritu se expresan en el cuerpo. Tanto el cuerpo como el espíritu se manifiestan en el alma. El alma y el cuerpo se demuestran en el espíritu.
En el cuerpo mental, que tiene su sede en el santuario de la cabeza, debe hablar y reflejarse totalmente el espíritu eterno.
En el cuerpo astral, que tiene su sede en el santuario del corazón, debe manifestarse el alma eterna.
En el cuerpo material denso que, como vehículo de la realización, posee un crisol creador de espíritu, de alma y de materia en el santuario de la pelvis, debe demostrarse y exteriorizarse el hombre inmortal.

Si todo está bien, debe suceder que:



en la acción de los principios de voluntad y de pensamiento, el espíritu y la materia se encuentren en el aspecto alma que denominamos fluido nervioso;

en la acción del principio de sabiduría, el espíritu y la materia se encuentren en el aspecto alma que denominamos sangre material;

en la acción del principio de actividad, el espíritu y la materia se encuentren en el aspecto alma que denominamos fluido linfático;

entonces, (¡y siempre si todo está bien!) toda el alma y toda la estructura material van a comunicar el resultado de sus actividades a la triple estructura divina (el espíritu divino, el espíritu vital y el espíritu humano), manifestándose así en ella.

En el capítulo siguiente nos acercaremos aún más a cada uno de los nueve aspectos humanos. Por el momento nos limitaremos a una visión de conjunto y a algunos detalles básicos.

Lo que antecede ha podido dar a entender al lector que no confundimos el alma con el espíritu; por un lado, el alma hace que el espíritu se vuelva luminoso, y por otro dirige y manifiesta la estructura material, haciendo posible la estructura corpórea. El alma, en la Enseñanza Universal, se designa con la palabra "sangre", apelación que engloba a todos los aspectos de este gran principio vital. A este respecto, la Biblia, y también otros escritos sagrados, es muy clara sobre este punto. Porque el alma de toda carne es su sangre, (Levítico 17:14), y Pero no comeréis la carne con su alma, es decir, con su sangre (Génesis 9:4).
En relación con Génesis 9, le indicamos que de dicho capítulo no puede deducirse una justificación a la pena de muerte. Cuando el versículo 6 dice: El que derramare la sangre del hombre, por el hombre será derramada la sangre, no se indica con ello la necesidad de la pena de muerte, sino las consecuencias del satanismo, el derramamiento intencionado de sangre etérica de los hombres que viven en la esfera material. El versículo 6 es por lo tanto una directa alusión a la ley kármica: Lo que siembres cosecharás.



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NOTA AL PIE DE LA PRIMERA PAGINA DE ESTE CAPITULO:

*) Ver el esquema complementario a este capítulo al final del libro.






                                                                          
                                                                 Capítulo 11

                                El candelabro de siete brazos y el templo humano

Tal como lo hemos visto en el capítulo anterior, la estructura material del hombre presenta tres aspectos, los cuales son:
11 el cuerpo mental;
21 el cuerpo del deseo (llamado también cuerpo astral o campo de respiración);
31 el cuerpo material con su complemento etérico (el doble etérico).

La estructura del alma posee igualmente tres aspectos:
11 la estructura ígnea o alma racional: la sangre mental, vínculo entre el espíritu, el poder del pensamiento y el conjunto del santuario de la cabeza, activo en el fluido nervioso;
21 la estructura de fuerza o alma sensible: la sangre astral, vínculo entre el espíritu y el cuerpo del deseo, el cual tiene su centro en el santuario del corazón y actúa en la sangre;
31 la estructura vital o alma consciente: la sangre material, vínculo entre el espíritu y el cuerpo material, el cual tiene su foco en el santuario de la pelvis y actúa en el sistema linfático.

También la estructura espiritual tiene tres aspectos:
11 el espíritu divino
21 el espíritu vital,
31 el espíritu humano,
los cuales actúan respectivamente en la triple estructura del alma, y, por ella, en la triple estructura del cuerpo.
Esta nónuple manifestación humana se encuentra bajo la dirección de un principio espiritual triple e informe, el espíritu central o mónada; este principio espiritual triple representa:
11 el principio rector,
21 el principio constructor y sustentador,
31 el principio formativo,

los cuales manifiestan sucesivamente:

11 la voluntad divina,
21 la sabiduría divina,
31 la actividad divina.



Así se presenta ante nosotros el hombre dodécuple, cuyos tres principios conducen a nueve manifestaciones. Este principio dodécuple del hombre concuerda por completo con el dodécuple zodíaco. Se simboliza mediante los doce panes de proposición expuestos ante el Señor en el templo de Jerusalén.
El alumno en el camino que toma conciencia de esta plenitud dodécuple, y que, tras su ascenso regenerador, se vuelve capaz de emplear de nuevo perfectamente su microcosmos, se representa en los Evangelios como si tuviera "la edad de doce años".
El pintor Van Meegeren ha pintado bellamente al niño Jesús con doce años en el templo, y sobre este "niño de doce años" existen numerosos mitos y narraciones maravillosas, y en las catequesis se narran cosas graciosas sobre él. Pero, según la comprensión gnóstica, debemos ver en esta imagen al hombre dodécuple consciente que puede ofrecer al Señor sus doce panes de proposición y que penetra en el templo de este mundo para encontrar en él a los doctores de la dialéctica y entablar la lucha contra este mundo.
Tan pronto como el buscador religioso sobrepasa la fase en que considera la Biblia como un relato histórico o como un relato místico, puede llegar a comprender las formidables profundidades del Evangelio.

En la sustancia original, en el universo, en el espacio del séptimo plano cósmico, encontramos las fuerzas y materias que componen el hombre nónuple y que mantienen su nónuple ser. Distinguimos ahí tres elementos primarios: el fuego invisible, el agua viva o sustancia original, y la luz; y tres elementos secundarios: el aire, la tierra y el agua.
El oscuro fuego invisible se cierne sobre el agua viva y, por este encuentro, se engendra calor y luz. Por la luz nos es revelado el fuego y el agua viva; también se forman, mediante la luz, los elementos secundarios, a partir del agua viva y del calor. De esta forma nacen, por transmutación alquímica, las materias sólidas, líquidas y gaseosas.
Tomemos un ejemplo sencillo que, aunque incompleto, dará cierta representación mental de cuanto antecede. Cuando calentamos un caldero de agua hasta la ebullición, se forma vapor (aire); pero también se forma un residuo mineral, una cristalización (tierra); e igualmente queda una masa de agua. El agua evaporada puede llegar a condensarse, por ejemplo en el cristal frío de una ventana, volviendo a dar agua. Así vemos formarse, de los tres elementos primarios, tres formas secundarias. Y también descubrimos que todo este movimiento, esta transmutación, este circuito, debe ser provocado por una causa primera. Esta causa primera es, por lo tanto, el séptimo o, de hecho, el primer elemento: el Logos. Existe, pues, una fuerza séptuple, un Espíritu Santo Séptuple que concibe, conduce y mantiene el universo.
Ahora puede usted comprender lo que simboliza el candelabro de siete brazos que se encontraba en el santo del tabernáculo, al lado de la mesa con los doce panes de proposición. Este candelabro con siete brazos expresaba, entre otras cosas, las siete potencias del séptimo plano cósmico, los siete elementos sublimes, gracias a los cuales el hombre dodécuple realiza su tarea.


Cuando observamos al hombre dodécuple en la magnificencia de su estado de desarrollo más elevado, y tal como debe ser, puede ser y era al principio, alimentado y conducido por la luz de las siete estrellas, por el candelabro de siete brazos, por los siete elementos, entonces comprendemos que este hombre era y es un verdadero hijo de Dios, en el sentido literal de la palabra. En este estado sublime hay una unión perfecta y directa entre Dios y el hombre, un conocimiento y un encuentro personales.
De este hombre dodécuple emana una luz, una vibración y un fervor de amor hacia Dios, y en esta ofrenda diaria, espontánea y desde el interior, vemos establecerse esta unión entre Dios y el hombre, mediante una comprensión de primera mano. Así está ante el santo de los santos del tabernáculo.
En el santo de los santos vemos el incensario de oro, símbolo del hombre dodécuple glorificado, brillando en sus cualidades de alma. Se revela inmediatamente la necedad y la negatividad del empleo del incienso. El incienso que emana del interior, la fuerza de vibración del ser luminoso del hombre verdadero que efectúa y mantiene la unión con los Hierofantes de la Luz, a causa de su "olor agradable a Dios" (como dice el Salmista), es parodiado, al quemar incienso artificial, con la intención de despertar vibraciones etéricas.
Vemos a continuación, en el santo de los santos, el arca de la alianza, en la que tiene lugar el encuentro directo con Dios. En el arca se encuentra el cántaro de oro que contiene el maná, el pan de la vida, la vara de Aarón y las tablas de la alianza, los cuales simbolizan: el pan que se nos ofrece directamente, la fuerza universal que se ha vuelto nuestra posesión, y la santa ley que conocemos y poseemos por completo, y por la que vivimos.
Esta unión entre Dios y el hombre, entre la Luz y el hombre, está anclada profundamente en la Biblia, y todo lo que hasta ahora hemos dicho sobre la iniciación, sobre la aceptación en la Jerarquía y sobre la participación viva en la Jerarquía, no es, por lo tanto, una exclusividad de la filosofía Rosacruz, sino que le transmitimos la Enseñanza Universal. Todas estas cosas que transmite la Biblia no son viejas historias del pasado, sino valores eternamente actuales.

El hombre dodécuple lleva el tabernáculo o templo en su propio ser. Ya hemos hablado sobre los tres santuarios: el santuario de la cabeza, el santuario del corazón, y el santuario de la pelvis.
En el santuario de la cabeza están la mesa con los doce panes de proposición y el candelabro con siete brazos. Estas fuerzas y luces representan el zodíaco y el planetario humanos. En el santuario de la cabeza deben irradiar los doce signos del zodíaco microcósmico, alimentados y guiados por los siete elementos.
En el santuario del corazón vemos el arca y el incensario. El incensario es el esternón, palabra que significa "irradiador". Del esternón se eleva hacia fuera, hacia dentro y a lo largo de la columna vertebral, "el olor agradable". Detrás del esternón, en el santuario del corazón, se encuentra el timo que es el arca de la alianza interior. Esta arca está simbolizada en la pirámide de Gizeh por la tumba abierta en la cámara del rey. Esta tumba queda abierta hasta que Dios mismo la cierre y selle. Piense a este respecto en el arca de Noé que también fue cerrada por Dios, con el fin de permitir a Noé navegar sin trabas por el mar de la vida.


El santuario de la pelvis es el atrio del templo, aunque también es la realidad a la que el sacerdote interior vuelve, después de haber efectuado su trabajo en el templo. Como foco de actividad, es un centro de fuerzas etéricas (de materiales de construcción) alimentado por el bazo.
Tanto anatómicamente, como en lo referente a sus funciones físicas, los tres santuarios están estrechamente unidos. Desde el punto de vista espiritual, su colaboración es un santo y maravilloso prodigio. Las fuerzas del santuario de la pelvis pueden subir, a través de las ocho aberturas del sacro (¡adviértase este nombre!) hasta el santo, el santuario de la cabeza, y, por el canal del fuego espiritual‑espinal, al santo de los santos, el santuario del corazón. De ahí, el sacerdote puede descender a la realidad de la vida para construir en ella su obra al servicio del Señor.

En las páginas anteriores le hemos dado a entrever algo del tabernáculo, pero, aparte de cierta orientación general, de hecho esto carece de valor para usted, ya que el tabernáculo humano actual es dialéctico. Una conciencia biológica gobierna el santuario de la cabeza; el santuario del corazón está subyugado por las fuerzas anímicas del hombre inferior; en el santuario de la pelvis, las fuerzas etéricas concuerdan con el estado de los otros dos santuarios.
La misión del hombre actual es construir un nuevo templo, el cual debe tener cierto parecido con el tabernáculo original humano, aunque es fundamentalmente distinto. En efecto, el hombre actual ya no es un sistema dodécuple completo. Lo es en principio, pero en la práctica se encuentra muy pervertido. La estructura espiritual y la estructura del alma funcionan casi automáticamente. Ya no se puede hablar de dirección, construcción, ordenación y estímulo conscientes del espíritu. El estado del alma concuerda con esta aridez total y con este estado de "letargo mortal" espiritual. De la creación divina original sólo queda un hombre biológico maquinal en una estructura material muy cristalizada. Ya no hay unión con el Logos, con Dios: ¡El hombre es una realidad rota!
El fuego séptuple que arde para la humanidad se ha convertido en un símbolo. Los panes de proposición, el candelabro, la ofrenda de los perfumes, el arca, etc., son actualmente simples adornos de las iglesias.

El antiguo templo, el tabernáculo, representaba al hombre dodécuple ideal provisto de los atributos y fuerzas espirituales que necesitaba. Pero este antiguo templo demostraba también expresamente que el hombre había sido apartado de este templo y que ya no podía emplearlo. Sólo los sacerdotes podían penetrar en el santo. Sólo el sumo sacerdote podía penetrar una vez al año en el santo de los santos.
El hombre sólo podía contactar con el Logos mediante un intermediario; el clero era el eslabón entre Dios y el hombre. Una pesada cortina tapaba el santo; otra más pesada colgaba ante el santo de los santos.
Desde el punto de vista corporal, esto es también un hecho. Nosotros hablamos de "auto‑francmasonería" y quizás diga usted que hemos pasado ya la fase clerical; sin embargo, ¿qué representa su "francmasonería" si usted está atado por todos los lados?


Cuando quiere hacer el bien, hace o desencadena el mal. Así es la ley de la dialéctica, la ley de los contrarios que hace que el mal y el bien se sucedan alternativa y perpetuamente. Usted está prisionero en un país fronterizo. Y así puede ser planteada la pregunta ‑y se la planteará sin duda, si usted es sincero o se encuentra bloqueado en sí mismo y está saturado de experiencias‑: ¿Cómo puedo volver a construir el templo? ¿Cómo reconstruir el hombre original?
Esto sólo puede hacerse en la fuerza de Cristo y por ella, sin la cual nada puede ser realizado. Le hemos hablado de la sangre como alma, del alma como luz, de la luz que se hace visible, de la luz que enciende el candelabro, y de la luz como principio constructor y mantenedor.
Al igual que el universo se manifiesta en el cosmos por la luz, también el hombre verdadero debe llegar, mediante la luz del alma, a la resurrección y a ser salvado. Por lo tanto, cuando se dice que la sangre de Jesucristo nos purifica de todos nuestros pecados, eso no es una mera cita, sino que corresponde a un hecho claramente científico.
Cuando esta luz nace y muere diariamente en usted, por la actividad de los cuatro éteres santos, entonces el velo del templo es rasgado y usted encuentra la entrada hacia el nuevo templo. Solamente entonces se libera del país fronterizo y supera la fase del Antiguo Testamento.
Entonces, como Juan en Patmos, recibe nuevamente y en toda su gloria, los siete candeleros de oro, que serán para usted como siete estrellas en su mano derecha. Entonces usted deberá emplear estas fuerzas directa y positivamente en el nuevo templo interior. El incensario de oro arderá, Dios mismo cerrará la tumba abierta de la pirámide, y usted viajará hacia nuevos países.































                                                                 Capítulo 12

                               El proceso de regeneración y salvación del mundo

En el capítulo anterior hemos hablado del templo humano, en relación con la composición nónuple y dodécuple del hombre, y que el alumno en el camino de la liberación debe llegar a una nueva construcción del templo.
Antiguamente hubo en nosotros un templo humano no mancillado, en el que el hombre mantenía una unión directa con Dios. Después de la caída de la humanidad, hubo un templo simbólico fuera del hombre, donde la unión de Dios con el hombre sólo podía establecerse con ayuda de la magia de los sacerdotes.
Este antiguo templo fue destruido por Jesucristo cuando desgarró el velo que cerraba la entrada al santo de los santos, y con ello liberó, para cada ser humano, el camino directo hacia Dios. Por la ofrenda de la sangre de Cristo, su fuerza de alma se transformó en fuerza atmosférica, en la que todos podemos participar. Ahora el hombre es llamado a comenzar en esta fuerza la auto‑francmasonería, a la liberación por la construcción de un nuevo templo.
Este impulso para la reconstrucción del templo es irradiado sobre la humanidad, manifestándose como un fenómeno atmosférico‑espiritual, respecto al cual la humanidad reacciona de dos maneras: bien con la religiosidad natural espontánea, bien conmovido por el impulso espiritual del pre‑recuerdo.
Hay aún una subclase degenerada de hombres, que no pueden alinearse en ninguna de estas dos categorías, es decir, en quienes no habla ni la religiosidad ni el pre‑recuerdo.

El hombre religioso responde al impulso atmosférico y espiritual que experimenta, y, al tratar de reaccionar a él, lo adora. Pero, como no tiene ni pre‑recuerdo ni conocimientos ocultos, no sabe como reaccionar. Por esto, no puede desarrollarse ningún proceso regenerador de abajo hacia arriba, ningún camino de santificación o iniciación. En dicho hombre se desarrolla, a lo sumo, un proceso de purificación de la vida en el plano horizontal, un alejamiento de cierta manera de vivir y un acercamiento a otra, situada, sin embargo, en el mismo nivel que la antigua.
Si falta conocimiento verdadero no puede ser efectuada una renovación estructural. Esto explica la frase de la Biblia: "Mi pueblo se pierde por falta de conocimiento", conocimiento que no es el conocimiento intelectual, sino el conocimiento capaz de llevar a cabo el renacimiento de agua y de espíritu.


El hombre religioso no se interesa por dicho conocimiento, ya que no puede comprenderlo. Se inclina completamente ante las autoridades, aceptando como tales a la iglesia o a la Biblia, o a los dogmas fundados sobre la iglesia y/o la Biblia. Dicho hombre puede ser muy místico, devoto y ferviente, pero le faltan las posibilidades de renovación. Permanece encerrado dentro de los límites dialécticos. La vida mística muestra, por consiguiente, el conocido aspecto del subir, brillar y descender. El hombre religioso no supera la fase del Antiguo Testamento. Para él, el templo exterior sigue siendo el tabernáculo, y como ya no hay un sacerdocio puro y sabio, nace el caos, la destrucción y la degeneración. Nuestra época nos ofrece un abundante testimonio de esto.
El hombre continúa deseando un templo exterior, pero éste ya no pudo seguir existiendo a partir del momento en que la fuerza de Cristo se volvió atmosférica. La era crística coloca al hombre ante la necesidad de erigir de nuevo el templo en sí mismo. Por esta razón todos los intentos de renovación de las iglesias deben fracasar, ya que los grupos que las dirigen, los teólogos y sacerdotes, ya no pueden penetrar en el santo de los santos como sacerdotes o sumos sacerdotes iluminados. Les falta el conocimiento iluminador, la fuerza y la condición, de tal forma que ya ni siquiera pueden realizar la misión original del Antiguo Testamento. En consecuencia, la situación de la iglesia es desesperada. Tiende a volverse cada vez más una institución ético‑social y nada más que eso.
En la antigüedad los sacerdotes eran magos. Un verdadero sacerdote debía ser un iniciado, un alumno de la Escuela Espiritual, es decir, de una escuela de profetas. Sin duda, no se necesita argumentar mucho para demostrar que nuestras universidades no responden a esta exigencia. Los teólogos actuales son hombres religiosos que en nada se distinguen de la masa religiosa media. Si la iglesia desea recibir de nuevo un cometido en los acontecimientos espirituales de la universalidad, deberá ser dirigida por sacerdotes iniciados, quienes deberán intentar, de forma lenta y terapéutica, elevar al hombre religioso por encima de la fase del Antiguo Testamento, con un nuevo método mágico.
En el capítulo siguiente examinaremos si los métodos ejercidos en ciertas iglesias y grupos religiosos naturales pueden ayudar a este respecto.

Coloquemos ahora, frente al hombre religioso, al hombre que posee el pre‑recuerdo. Este hombre sigue el vestigio atávico de su realeza y busca un método para realizarla. Deseando colmar sus carencias, pasa a la experimentación mágica; en sí mismo y por su propia fuerza quiere seguir el impulso todavía indeterminado hasta su realización; quiere ejercitarse con vistas a la liberación; busca poder.
Vive en la ilusión de que le es posible alcanzar semejante realeza en su estado actual y con los medios que tiene temporalmente a su disposición. Pero esto es imposible, ya que el hombre dialéctico no puede alcanzar la realeza; "la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios". Así se desarrolla un caos formidable, miles de métodos ocultos y una cantidad de libros increíble.
Generalmente, este hombre natural impulsado por el pre‑recuerdo no es un hombre religioso. Quiere algo parecido a un ritual mágico, pero no conoce una verdadera expresión religiosa. No busca la dirección interior de Dios, no aspira a hacer la voluntad de Dios. ¡Busca la realización y el poder para sí mismo! Si usted es un hombre con pre‑recuerdo según la naturaleza, se reconocerá a sí mismo en lo que decimos.


Todas estas aspiraciones ocultistas conducen a una terrible pérdida de energías y a un dolor profundo. Es una búsqueda sin hallazgo, un esfuerzo sin resultado, un caminar sin luz. Es errar sin fin en el plano dialéctico. Todo esto es tan malo como en la iglesia, sólo que es malo de diferente manera. El ciego no tiene nada que reprocharle al cojo. La Enseñanza Universal muestra al hombre claramente que, tal como hemos expuesto, el pre‑recuerdo es necesario. En primer lugar, el pre‑recuerdo le hace tomar conciencia de su caída, de su degradación, de su ceguera e ignorancia. El hombre esotérico debe llegar a concebir su estado de hijo perdido y descubrir que es necesario construir un hombre y un templo nuevos, que el único camino de la liberación es el de la reconstrucción de lo que se perdió una vez, que ha perdido la fuerza de luz original, pero que Cristo se la ofrece de nuevo.
Así llega a tener un nuevo punto de vista religioso, una nueva orientación religiosa y se vuelve por ello, a la vez, un hombre religioso y un hombre con pre‑recuerdo, es decir, un hombre que se sabe totalmente dependiente de Dios, que le ama por encima de todo y que espera todo de él; un hombre que sabe, por conocimiento interior, lo que es la unión viva con Dios.
El ascenso sólo puede celebrarse mediante esta unión. De este modo, se colocan las bases del sacerdocio real y de una dirección universal de la humanidad.
La Rosacruz moderna se coloca ante este desarrollo, ya que ella abarca y reúne al esoterismo, a la Enseñanza Universal y a la religión; templo y filosofía; instrucción interior e iglesia. Para el hombre solamente religioso, nuestra obra no significa nada organizativamente.
Nuestro esfuerzo es hacer del hombre natural oculto un hombre religioso, despertando en él la verdadera humildad y la conciencia de su dependencia de Dios, para mostrarle a continuación el camino hacia lo alto y precederle en él. Sólo de este modo puede reconstruirse el nuevo templo interior.
¿Cómo puede ser que en el hombre simplemente religioso no hable el pre‑recuerdo? Esto se debe a que su estado se arraigó profundamente en la materia de la dialéctica, de lo que surgió como consecuencia un estado sanguíneo diferente. No se considera este "arraigamiento profundo" como sinónimo de "malo", sino como un aislamiento total del mundo de la humanidad original. El otro grupo ha tenido, desde el principio, cierta unión con el campo mundial original. Así, el trabajo de la Escuela Espiritual consiste en estimular un pre‑recuerdo renovado en todo el grupo de hombres que ya lo poseen. El segundo grupo, compuesto por hombres simplemente religiosos, perdió por completo el pre‑recuerdo y, por ello, es estructuralmente diferente. La causa íntima de esta pérdida no es conocida, al menos por nosotros; bástenos con tenerlo en cuenta.

El hombre con el pre‑recuerdo, o sea, el hombre esotérico, puede y debe volverse religioso; pero el religioso no puede volverse esotérico. El hombre con el pre‑recuerdo puede aprender del hombre devoto y religioso convencido, a volverse religioso de verdad; lo contrario es imposible.


Cuando las cosas no van bien en el campo religioso, cuando todos los intentos de revitalización de la iglesia fracasan lamentablemente y, con asombro, se busca la causa de este fracaso, el hecho está muy claro para el gnóstico. No obstante, no puede explicarlo porque no le comprenderían. Por esto, el cometido del hombre con el pre‑recuerdo es actuar con tacto y adaptarse al hombre religioso, llevarle su ayuda y cierta directiva.
La historia del mundo ha vivido muchas veces la repetición de este hecho. Pensamos aquí en la historia del Antiguo Testamento, del maestro constructor Hiram Abiff, que ayudó a Salomón en la construcción del templo. Salomón, el hombre religioso, deseaba ardientemente que se erigiese el templo en el que pudiera servir dignamente a su Señor y Dios. El no podía construir por sí mismo este templo y por ello llamó al maestro constructor. El maestro constructor es el hombre transfigurado que conoce el camino de la verdadera construcción del templo y posee interiormente la fuerza y el poder indispensables para la construcción del templo divino.
Si las iglesias actuales quieren salir de su estancamiento, tendrán que aceptar conscientemente la misma ayuda. Como esto incluiría el reconocimiento de su propio estado desesperado, en las condiciones actuales no se puede esperar tal cosa. En esta colaboración, que vendrá tarde o temprano, hay todavía numerosos problemas.
En la antigüedad hubo períodos en los que la iglesia, es decir, la masa religiosa, era conducida totalmente por iniciados, por hombres con el pre‑recuerdo. Vino después un tiempo en que los iniciados no hicieron nada más que ayudar en la construcción del templo, dar instrucciones y otras cosas parecidas. Este contacto también se perturbó, comenzando entonces la degeneración que condujo al actual estado.
Ahora no es posible retroceder en el camino y volver a una colaboración parcial para, a continuación, aceptar la dirección del hombre con el pre‑recuerdo. Las circunstancias cósmicas han cambiado totalmente a causa de la aparición del Espíritu de Cristo. La iglesia ha perdido con ello su significado de antaño; el cometido que la iglesia cumplió en el pasado carece actualmente de valor, ya no es útil. El velo del tabernáculo ha sido rasgado y el hombre ya no puede descender hasta el estado de minoría de edad del Antiguo Testamento. A pesar de que se intente, nunca se conseguirá.
Es necesario y posible que cada hombre, religioso o esotérico, lleve a cabo una unión individual directa y consciente con el rayo crístico, sin intermediarios y libre de toda autoridad exterior. El camino de la autonomía está asegurado en Cristo para cada ser humano.

Para responder a esta nueva exigencia se necesita un nuevo método mágico. Este fue el objetivo por el que se formó una nueva Fraternidad Gnóstica mundial que vive en la dualidad de religión y magia. Es una nueva francmasonería sobre una base positivamente crística.


Como consecuencia de esta magia crística, que en todos los países del mundo comienza desde abajo, se ha formado en este campo de vida una radiación horizontal. Esta radiación no puede explicarse por nuestro campo de vida. Este campo de radiación que abarca a todo el mundo y que es mantenido por una red de templos de fuego, baña a toda la humanidad y de esto resulta una reacción prodigiosa. El elemento destructivo y verdaderamente malo es apartado. El hombre con el pre‑recuerdo encontrará la senda del verdadero camino y la masa religiosa gozará del contacto crístico, libre de la autoridad de los hombres y libre de las iglesias.
Así se cumplirá el gran trabajo de salvación de la humanidad por la magia neo‑crística de la Fraternidad Mundial, sostenida desde abajo por el campo de fuerza horizontal. El formidable cometido que reposa sobre los hombros de todos los hombres esotéricos, debe ser comprendido claramente por todos los que quieren vivir ahora en este campo de radiación. La llamada de la Fraternidad se dirige hacia todos los que son capaces de entender, pues también ellos tienen que ponerse manos a la obra.

¡La gran tarea de la humanidad llama a sus colaboradores!






































                                                                          





                                                                 Capítulo 13

                                                 La nueva Fraternidad Mundial
                                                     y los peligros de la iglesia

Con la intención de reforzar en su pensamiento y su entendimiento lo tratado, enumeramos algunos pensamientos fundamentales de la vida espiritual:
El hombre es portador de la imagen de Dios. Actualiza a Dios en sí mismo. Antaño formaba una unidad completa con Dios: Dios moraba en él y él en Dios.
Tenía en sí mismo el triple templo completo: el santo, como foco del santuario de la cabeza, el santo de los santos, como foco del santuario del corazón, y el atrio, como foco del santuario de la pelvis.
El mismo era el sumo sacerdote de este templo, el servidor supremo de Dios. Pero también era el rey total y pleno en su microcosmos: todas las fuerzas y poderes estaban subordinados a él. Por esta razón, fue nombrado sacerdote y rey según la Orden de Melquisedec, y Cristo era la cabeza de esta orden humana superior.
El hombre cayó de ese estado elevado, lo cual tuvo como consecuencia la degeneración del templo interior y la pérdida del contacto íntimo con Dios, la vida en Dios y a partir de Dios.
Sin embargo, para conservar la unión con la humanidad y para que el ser humano pudiera volver a encontrar, a pesar de todo, el camino de regreso, se desarrolló lo que llamamos "religión": un intento de servir a Dios en un templo exterior, en el que el sacerdote era el mediador indispensable. "La Enseñanza Universal acompañó a Adán en su caída".
Esta religión tuvo siempre dos aspectos, un aspecto exterior y un aspecto interior, a saber: el servicio religioso público y la enseñanza esotérica por medio de los sacerdotes.
La religión cumplía así con dos cometidos. Alimentaba con "leche" y con "alimento sólido"; lo que no quiere decir "sin importancia" o "importante", sino que se trataba de dos cometidos que comprendían a dos tipos de hombres distintos: el tipo sin pre‑recuerdo y el tipo con pre‑recuerdo.
El tipo con pre‑recuerdo era el verdadero tipo sacerdotal; personificaba la realeza y el sacerdocio en una misma persona. La manifestación religiosa, en tanto que organización, iglesia, etc., formaba entonces una parte inherente de la tarea de la Escuela Espiritual, en la que se manifestaba directamente la Jerarquía de Cristo. Así, el hombre con el pre‑recuerdo podía avanzar en el camino mediante la iniciación, y el camino de regreso le era asegurado.
Además, por la magia del culto y el elevado estado espiritual de los sacerdotes, se formaba un campo de fuerza formidable y luminoso, con cuya ayuda el hombre sin pre‑recuerdo podía vivir experiencias profundas y una santificación de primera mano, y progresar, aunque de diferente modo.


Esta manifestación ideal de la religión degeneró a causa de la maldad humana. El clero de aquellos remotos tiempos pecó gravemente por abuso de poder, y este pecado pesa sobre el hombre con el pre‑recuerdo. Fue un pecado contra el Espíritu Santo, lo que significa una falta que no puede perdonarse y que debe expiarse con un acto inverso absoluto. Con otras palabras, el hombre con el pre‑recuerdo de nuestra época tiene que redimir una culpa para con toda la humanidad.
Puesto que los dos tipos de hombres, según el desarrollo dramático que acabamos de esbozar, se hundían cada vez más en el nadir de la materia, el primer sistema de unión y manifestación divinas no pudo mantenerse. Así aconteció la escisión entre la Escuela Espiritual y la iglesia, quienes, al principio, mantuvieron durante algún tiempo cierta colaboración. Encontramos un ejemplo en la colaboración entre Hiram Abiff y Salomón, entre los hijos de Caín y los de Set. No obstante, esta colaboración se desarrolló con enormes dificultades. En aquella época, el hombre con el pre‑recuerdo era ayudado por la Escuela Espiritual, y la masa religiosa por la iglesia, la cual recibía cierta ayuda de la Escuela Espiritual. Pero ya no se trataba de una vida plenamente consciente en un campo de fuerza.
Por la pérdida de esta vivencia consciente por una parte, y la extinción progresiva de la luz interior por otra, se desarrolló el pecado en el grupo del templo, los guías del templo. El nuevo clero, formado por hombres sin pre‑recuerdo, se cristalizó, enseñó sin conocimiento interior y buscó apoyo para sus afirmaciones en la letra muerta. Los sacerdotes se volvieron escribas y doctores de la ley. La religión se volvió así un simple servicio formal sin contenido.
Entonces vino Cristo. El puso fin a esta fase. Puesto que el templo exterior se había vuelto inútil, fue derruido. Cristo colocó a la humanidad ante un cometido completamente nuevo y le enseñó cómo debía ser construido el templo en uno mismo y cómo volver a encontrar en uno mismo el camino hacia Dios. El enseñó el camino del renacimiento por la reconstrucción del hombre divino original.
Actualmente, esta misión original ha sido nuevamente confiada a la Escuela Espiritual. Su objetivo es la creación de una Fraternidad Mundial, dirigida por un grupo de sacerdotes‑reyes, al servicio de ambos tipos de hombres. El hombre con el pre‑recuerdo puede redimir su deuda de antaño con el cumplimiento de esta tarea. En la nueva Fraternidad Mundial, la Escuela Espiritual viene hacia cada hombre con el pre‑recuerdo, y le coloca ante el método de iniciación del cambio de la personalidad o renacimiento del hombre celeste.
Ella se manifiesta de nuevo, impersonalmente, al hombre sin pre‑recuerdo, por medio de un campo de fuerza mantenido por templos de fuego. En este campo de fuerza ‑sin ayuda de los antiguos templos ni de sacerdotes que mantienen al hombre dependiente y le hacen permanecer ciego, sordo e ignorante en lo que concierne a la verdad viva‑ también el hombre sin pre‑recuerdo encuentra finalmente a Cristo de nuevo de primera mano. También él, por lo tanto, podrá tener en la vida un comportamiento crístico y purificado.



Esta es la misión de la Escuela Espiritual desde el comienzo de nuestra era. Y, visto a la luz de la realidad que acabamos de esclarecer, es irrefutable que lo que denominamos actualmente "iglesia" ‑lo cual significa "casa de Dios"‑ no es, en realidad, nada más que una gran mistificación. La iglesia, como en la segunda fase del templo exterior, sigue componiéndose exclusivamente de escribas y de doctores de la ley. A causa de su falta total de conocimiento directo de primera mano, se aferra con desesperación a la letra muerta y, no pudiendo hacer otra cosa, se entrega a toda una serie de especulaciones. No tienen acceso al verdadero saber y al conocimiento vivo de Dios. La iglesia ha falsificado la Biblia y, hasta hoy, ejerce una influencia pérfida sobre la gran masa, a la cual mantiene prisionera y totalmente ignorante de la realidad divina; una realidad que no conoce y que debería negar en caso de percibirla.
El campo de fuerza que la Fraternidad Mundial se ha comprometido a extender sobre todo el mundo ‑trabajo que actualmente se encuentra en pleno desarrollo y es mantenido mediante templos de fuego‑ desata de sus autoridades a la masa religiosa de manera absolutamente impersonal.
Este proceso de liberación interior de la masa prisionera de la ilusión, se cumplirá en cada ser humano, mediante un proceso personal; así se evitará cualquier lucha con la iglesia. Bastarán los derechos humanos básicos, asegurados en diversos países por la vida actual. En esta época ha llegado el momento psicológico justo, puesto que la humanidad sin pre‑recuerdo ya no está tan prisionera de la iglesia como lo estuvo antes. Hay cambios de opinión y búsqueda general, signo precursor del proceso de desprendimiento interior.

Si el gran trabajo de liberación quiere ser verdaderamente liberador, deberá nacer desde abajo. Este trabajo no puede ser comenzado desde arriba. Si hubiese sido posible, ya se hubiese efectuado hace siglos.
Debe llevarse a cabo de abajo hacia arriba, porque en la liberación interior se trata de volverse consciente, es decir, de auto‑liberarse. Si se intentara liberar al hombre desde arriba, es decir, desde el exterior, en lugar de liberarle interiormente se le ataría a su liberador y nacerían nuevas y diferentes dependencias. El hombre sólo será libre cuando posea la luz interior, es decir, cuando haya allanado en sí mismo el camino para la luz.
Así pues, debe haber aquí abajo un número suficiente de seres humanos que aspiren a la luz, que la pidan y la busquen, que posean un verdadero amor por la humanidad, que tengan un conocimiento interior del verdadero camino, y que estén dispuestos a renunciar al yo, el cual es la causa de toda la oscuridad.
Estos hombres deben ser reclutados de entre los que poseen el pre‑recuerdo. Es indispensable, por lo tanto, que todos los hombres que se encuentran momentáneamente en los diferentes campos de vida esotéricos, sean despertados para este trabajo. Con esta intención resuena, cada vez más vigorosamente, la llamada de la Fraternidad de la Rosacruz de Oro.



De esta manera, le hemos esbozado sucintamente el trabajo que está en pleno crecimiento, para hacerle ver con claridad cómo y con qué fin trabaja la Fraternidad en nuestros días, y para que cada alumno‑candidato se dé cuenta de la necesidad de su presencia en el gran trabajo. Ya que debe haber suficiente fuego, suficiente potencial y suficiente fuerza espiritual activa para responder a las exigencias de la misión fijada y para mantener vivo el campo de fuerza del que acabamos de hablar. En este sentido existe una condición mínima. Que cada hombre con el pre‑recuerdo conciba su gran responsabilidad.

Tan pronto como haya usted tomado la gran decisión de buscar el camino de la iniciación, no en su provecho, sino para servir con ello al gran objetivo de manera correcta, debe entender que le acechan en su camino grandes peligros; peligros para usted mismo; peligros para la comunidad de trabajo formada por todos los alumnos; peligros para sus semejantes, a quienes usted quiere ayudar y quienes poseen las aptitudes y posibilidades necesarias para entrar en nuestras filas y cooperar en el gran trabajo.
Algunos de estos peligros se han citado ya durante nuestras consideraciones anteriores. Deseamos profundizar en ellos, apoyándonos en la Enseñanza Universal.

Es natural que, en primer lugar, consideremos algunos posibles peligros que amenazan al buscador por parte de la religión natural. Esta religión utiliza una magia que no es cristiana en el sentido atribuido por Jesucristo, sino que se ha tomado de los cultos pre‑cristianos y especialmente del brahmanismo. El brahmanismo tomó a su vez esta magia de cultos todavía más antiguos, los cuales la habían recibido a su vez de la antigua Atlántida.
Esta magia es una caricatura de la que empleaban los antiguos sacerdotes‑reyes del primer período que hemos esbozado, cuando toda la humanidad se encontraba dirigida por verdaderos magos y durante el cual la humanidad no disponía todavía de poder de pensamiento autónomo. Esta magia es aplicada por un grupo que no dispone de ninguna Escuela Espiritual y por sacerdotes que no poseen ningún conocimiento interior. La magia en cuestión se esfuerza por erigir una construcción espiritual, o sea, un campo de fuerza que posee una vibración particular.
Esto parece muy bello, pero un campo de fuerza sólo tiene poder liberador cuando lo construyen y mantienen, consciente y voluntariamente, todos los que forman parte de él. En la religión natural se produce, a la larga, una esterilización total del espíritu y del alma. Por lo tanto, toda la magia antigua es un gran peligro para el hombre actual.
¿Qué sucede en efecto con esta magia? Con un ritual cantado y hablado en lengua muerta, con música preparada especialmente, con perfumes, con los mudras de los sacerdotes, con agua magnetizada y otros preparados, se produce en los creyentes un estado de trance y de conciencia negativo. En este estado, ciertos fluidos (éteres) son sustraídos de sus cuerpos vitales y éstos son los que constituyen el material que utilizan los espíritus de la naturaleza, llamados incorrectamente "ángeles", para construir los campos de fuerza.
Al igual que un médium está unido a su espíritu controlador, el ser del creyente está completamente atado después de algunas aplicaciones mágicas. Escapar de este dominio cuesta un esfuerzo tremendo al que lo intenta.


En los países en que esta magia se aplica sin obstáculos, reina el atraso, el primitivismo y un estado social lamentable.
Con esta magia, la religión natural se apodera de las familias, atando a los niños desde el primer instante de su nacimiento, y con ayuda de esta magia conduce al rebaño hasta su muerte. Cuando la muerte llega, se encarga del encarcelamiento después de ella.
Al otro lado de la tumba, la jerarquía natural está tan bien organizada, es tan vital y poderosa sobre sus prisioneros, como en este lado. Recibe a los muertos que, por la magia aplicada a los moribundos, se vuelven sordos, ciegos y privados de cualquier toma de conciencia de la verdadera luz. Cuando llega el momento, envía de nuevo al microcosmos al campo de manifestación de la materia en un estado de encarcelamiento casi total e impenetrable. La sujeción es total y permanece total, manteniendo así al rebaño. Este último aumenta también por medio del trabajo de los misioneros.
Los métodos primitivos de los misioneros, con sus bautizos y sus comuniones en masa, sus procesiones, etc., hacen sonreír muchas veces a los ignorantes. Sin embargo, son graves atentados contra la libertad individual que se perpetran ante los ojos de toda la humanidad.

No debemos descuidar el mencionar que algunos grupos religiosos naturales, procedentes del ocultismo, imitan esta magia.
Se sabe que esta magia es antigua y peligrosa. Se emplea, a pesar de todo, con la idea de que es beneficiosa, cometiendo así un grave error, ya que la magia sólo es liberadora cuando se aplica desde el interior, como consecuencia de un saber interior y como servicio desinteresado, es decir, cuando es obra de la voluntad iluminada en Dios. La Magia, la magia liberadora, debe apoyarse en cualidades interiores.
En la práctica resulta que el que tiene suficiente conciencia y sobrepasó la fase de animal de rebaño, es poco susceptible de ser tocado por la magia aplicada por el ocultismo natural. A causa de ello, dichos grupos llevan una existencia precaria.
La existencia de estas creaciones religioso‑naturales de las corrientes de origen oculto, demuestra que estos movimientos han llegado al final de su potencial. Para justificar su existencia, necesitan una orientación nueva, total y fundamental, y una unión viva con la misión de los hombres con el pre‑recuerdo.

A ellos les deseamos de todo corazón esta orientación.



















                                                                          

                                                                 Capítulo 14

                                                            El espiritismo  (I)

Como ya hemos explicado en el capítulo 7, el cuerpo material y la mayor parte de su doble etérico permanecen después de la muerte a este lado del velo, donde se someten a un proceso de descomposición. La conciencia y el resto de la estructura corpórea pasan al más allá.
En estos tres capítulos queremos profundizar ahora en el espiritismo, una de las plagas más horrorosas que agobian a la humanidad.
El cuerpo etérico se compone de cuatro éteres distintos: el éter químico, el éter vital, el éter luz y el éter reflector. Estos cuatro éteres mantienen vivo a todo el cuerpo físico. Todas las funciones orgánicas y sensoriales, todo el trabajo del cerebro y todas las actividades sentimentales se efectúan por medio de los éteres.
Debemos hacer una distinción entre los dos éteres inferiores y los dos superiores, ya que entre ellos existe una diferencia de vibración, más tosca o más fina respectivamente.
La sustancia etérica reflectora, con cuya ayuda pensamos, tiene una frecuencia de vibración muy rápida, mientras que los éteres con los que son construidas las células de nuestro cuerpo poseen una frecuencia de vibración más lenta.
Muchos son los que, habiendo estudiado la cuestión, han llegado a la conclusión errónea de que los dos éteres supuestamente superiores son en gran parte atributos del hombre espiritual, mientras que los éteres inferiores son patrimonio de los hombres más toscos. Esto es totalmente erróneo. Desde el punto de vista de la vida espiritual, los éteres de luz y reflector pueden ser mucho más toscos, funestos y animales, y en todo caso mucho más peligrosos, que los éteres inferiores; de igual forma que el ser superior, el hombre, puede ser mil veces más peligroso que el ser inferior, el animal.
Se usa con frecuencia el término de "pasiones animales", aunque las pasiones del animal son puramente funcionales, y se exteriorizan dentro de los límites del instinto y del espíritu de grupo. Por el contrario, las pasiones humanas son claramente malas.
Muchos hombres dotados de visión etérica se llenan de admiración al descubrir en alguien cierta actividad de los éteres superiores, al ver a un ser obrando con ayuda de muchos éteres de luz y reflector. Pero también el demonio puede aparecérsenos como ángel de luz.


El éter reflector es principalmente el éter del pensamiento. Los hombres más malvados disponen de capacidades intelectuales enormes y, por consiguiente, también de gran cantidad de éter reflector. El éter de luz es principalmente el éter del sentimiento. Todas las actividades del sentimiento, desde la más baja a la más elevada, necesitan éter de luz.
Por lo general se puede decir que los éteres inferiores son necesarios para las funciones orgánicas del cuerpo, y que los éteres superiores permiten al hombre expresarse por el pensamiento y el sentimiento en cualquiera de sus actividades vitales. La posesión de éteres superiores no demuestra en modo alguno la espiritualidad de un hombre. Tal posesión demuestra sencillamente que la persona en cuestión es muy activa en la vida, sea en el bien o en el mal.
Los éteres no nos informan, por lo tanto, acerca de las cualidades espirituales o del avance espiritual del hombre. Además, los métodos para comprobar "si los espíritus son de Dios" no tienen nada que ver con la acción de los éteres. Tampoco los colores de los éteres pueden sernos de ayuda en este caso, ya que los éteres pueden ser teñidos por la voluntad con cualquier color.
En este terreno son posibles tantas mistificaciones, que se recomienda insistentemente desconfiar de todas las sugestiones y rechazar inexorablemente cualquier aparición. A este respecto, los alumnos de buena fe reciben otros métodos para tener capacidad de discernimiento.

Cuando alguien muere, su cuerpo etérico sufre una división momentánea. Normalmente, los dos éteres inferiores permanecen en el cuerpo, mientras que los dos éteres superiores se mantienen temporalmente en la parte que pasa al más allá, aunque también puede suceder muchas veces que una parte de los dos éteres inferiores sea llevada consigo. Cuanto más ligado a la tierra estuvo un hombre durante su vida, es decir, cuanto más dirigía su interés hacia las cosas de este mundo dialéctico (lo que no quiere decir que este hombre sea malo, sino biológicamente normal), mayor será la cantidad de éteres inferiores que rodeen al cuerpo del difunto.
En ese estado, el fallecido se dirige hacia la gran esfera de transición o esfera intermedia, también llamada esfera de purificación o purgatorio. Esta región comprende las tres esferas inferiores del mundo del deseo: el Kamaloka de la filosofía oriental. Advierta que lo que aún queda del cuerpo etérico ata al difunto a la esfera terrestre, puesto que el cuerpo etérico se construye y mantiene con las materias y fuerzas de dicha esfera.
Después de que el fallecido ha dejado el plano etérico, los restos del vestido etérico no pueden ser conservados: se descomponen y volatilizan. Y esto es extremadamente importante, ya que tan pronto como desaparecen los restos del vestido etérico, llega el momento del conocimiento del verdadero estado de ser del hombre, conocimiento que es poco a poco asimilado. El difunto llega así, por primera vez, a la verdadera noción de lo que es, y a continuación va a las esferas celestes o infernales, de acuerdo con su estado de ser. Se entenderá, por lo tanto, que la posesión de éteres después de la muerte ocasiona una fuerte unión con la tierra.


Si el hombre no desea esta unión y no le presta interés alguno, sino que desea desatarse lo antes posible, no hará nada que se oponga al proceso de volatilización de éteres. Pero en caso contrario, cuando su interés se dirige precisamente hacia la tierra con el deseo de mantener a toda costa su unión con ella, hará todo lo posible por retrasar el proceso de volatilización; intentará sustituir cada pérdida de éteres e incluso aumentar su posesión de éteres. De esta forma podrá prolongar artificialmente su estancia en la esfera de transición.
Aquí encontramos la causa del espiritismo y de todos sus fenómenos secundarios, como el satanismo, los espíritus ligados a la tierra, etc. Se trata del parasitismo y de la explotación de la esfera terrestre por las innumerables entidades de la esfera de transición que se dedican al robo de éteres. El espiritismo consiste en el robo de un poco de los dos éteres inferiores y todo lo posible de los dos éteres superiores.
Estas cuestiones requieren un estudio minucioso, ya que se trata de un peligro real del que nadie escapa. Cada ser humano es más o menos víctima de estas hordas de parásitos de éteres. Muchas propiedades poco agradables y erróneas de su ser, las cuales se desarrollan en proporciones que sobrepasan en mucho su verdadero estado de ser, son consciente e intencionadamente estimuladas por tales entidades. Un sentimiento bajo, por ejemplo los celos, le cuesta éter de luz a quien lo tiene. Lo mismo ocurre con la actividad inferior de oposición consciente e intencionada, sea cual sea la razón que la provoque; esta actividad cuesta igualmente éter de luz y sobre todo éter reflector, puesto que la función mental predomina en este caso.
Pues bien, estas actividades bajas pueden ser estimuladas por las fuerzas del más allá en cuestión, por encima de las propiedades normales que el individuo dispone normalmente, haciendo imposible todo control de sí mismo. Este derramamiento de éteres constituye el alimento de las lúgubres entidades mencionadas.
Lo mismo ocurre con la cólera, la perversidad, la melancolía y, no lo olvidemos, con los excesos intelectuales. Estos estados conllevan violentas explosiones de éteres, con el consumo y el consiguiente robo de gran cantidad de éteres.
Todas las anomalías psíquicas son imputables en gran parte a la actividad de los parásitos de los éteres.

Podríamos preguntarnos si estas entidades, que se encuentran tan ligadas a la tierra, no podrían alimentarse de los éteres volatilizados con el esfuerzo y el trabajo del gran número de los que se orientan hacia las regiones más elevadas, o de los éteres liberados directamente en el proceso normal de la muerte, o de los éteres normalmente liberados en el metabolismo vital. Muchos, en efecto, tratan de hacerlo, y hay hordas de elementales que parasitan de ese modo. Le recordamos que los elementales son seres subhumanos que habitan en los reinos inferiores de la naturaleza o creaciones del pensamiento humano.
Innumerables son los que aplican este método en la esfera de transición. Por ejemplo, cuando su apego a la tierra se debe a la bebida, están en las tabernas y otros lugares donde pueden saciarse con los vapores del alcohol. Miles de entidades, habiendo sido adictas a la nicotina ‑más peligrosa aún que la bebida‑, frecuentan los cafés, las casas donde se fuma mucho y los compartimentos para fumadores de los trenes. Muchas entidades se mantienen cerca de los hombres con el fin de obtener, con estas prácticas de vampiro, un poco del alimento ansiado.


En casi todas las fotografías aparecen, después de un profundo y apropiado examen, varios elementales. La placa de fotografía es muchas veces más sensible que el ojo humano. En una fotografía tomada directamente después de la muerte, se puede ver muchas veces una imagen del fallecido no libre todavía de éteres y, por lo tanto, ligado aún a la tierra. Naturalmente, este fenómeno es efímero.
Tal forma de parasitismo es sólo, por suerte, un fenómeno pasajero en los desgraciados que se dedican a él. No son suficientemente malos, ni conscientes, ni refinados. No poseen suficientes éteres superiores para poder mantenerse. Son en gran medida repulsivos, sucios parásitos.

Una investigación todavía más profunda demuestra claramente que para llegar a mantenerse de forma duradera en la esfera de transición, se necesita mucho refinamiento y métodos completamente distintos. Para las entidades que persiguen este estado se trata de "ser o no ser". Su terror al infierno es tan grande y su deseo de alargar la vida es tan dinámico, que no escatiman nada en el ejercicio de su horrorosa práctica para apoderarse de los éteres codiciados. Los métodos de los nazis, con su increíble bestialidad, su incomprensible crueldad y su pasión por el asesinato, provienen del satanismo, el cual puede dominar de tal forma a un hombre o a un pueblo, que se puede decir que se encarna en él.
El satanismo reina actualmente más que nunca; está suspendido como una nube por encima del mundo. Por eso las prácticas espiritistas son cada vez más poderosas y masivas. Centenas de millares de personas son sus víctimas y, teóricamente, puede decirse que la situación de la humanidad actual es desesperada.
En la esfera de transición, las situaciones son tan caóticas, el dominio sobre los seres vivos es tan fuerte, se abusa tanto de la decencia todavía presente en muchos y los demonios están tan cerca de nosotros, en tal cantidad y calidad, que semejante situación hubiese parecido imposible antes. Muchos entre los mejores están tan prisioneros del satanismo, que nos vemos forzados a afirmar que el príncipe de las tinieblas reina aquí como amo supremo. El satanismo gobierna en este mundo.
Algún lector supondrá que exageramos. Pero le aseguramos que no exageramos en absoluto. Lo que puede parecer una enorme exageración y una audaz fantasía no es nada más que una sencilla indicación de la atroz realidad.

¿Cómo actúa el satanismo? Para llegar a entender esto debemos partir del hecho de que el cuerpo etérico de cada hombre es diferente en naturaleza y vibración. Así pues, una entidad de la esfera de transición no puede apropiarse a su gusto de los éteres ajenos. Trata de hacerlo, por supuesto, pero no puede guardarlos por mucho tiempo, ya que la diferencia con su propia fórmula vibratoria hace que se volatilicen rápidamente.


Sin embargo, para llegar a sus fines, pasa a la práctica de un método increíblemente refinado de posesión. Trata de apoderarse de un ser humano que vive en la tierra y con el que tiene cierta polaridad, para después de meses o de años crear el equilibrio vibratorio deseado. Entonces, los éteres codiciados pueden ser vampirizados. De esta manera, vive a costa de su víctima, la cual lleva una mísera existencia. Asociándose a diversos cómplices, controlan círculos enteros y sustraen a los asistentes fuerzas etéricas y fosfóricas que asimilan a través del médium. Estas entidades "mantienen" sus círculos espiritistas como un granjero posee cerdos, gallinas y vacas para vivir de sus productos.
A veces suceden accidentes. La entidad controladora llega a penetrar tan profundamente en el ser de su víctima, que llega a desalojarle. Esto provoca casos de locura. Ante esto, la mayoría de ellos retrocede, ya que si esto sucediera, al ya no poder aprovecharse convenientemente de ese cuerpo ajeno, del que se han apoderado, también ellos llevarían una existencia miserable.
Sin embargo, existen ciertos casos en que estas posesiones son llevadas a cabo a la fuerza por temor a ser expulsados de la esfera intermedia, a veces también por temor a los cómplices o a causa de la lucha entre las entidades controladoras de un médium. Todo es posible al respecto.
Numerosos problemas y preguntas quedan por resolver, como, por ejemplo, la naturaleza del engaño, la organización del satanismo, las causas de los suicidios, la esencia del homicidio en general, la causa de los actos bestiales, las influencias sobre la religión y el ocultismo, y sobre todo el camino de la curación y el camino del combate contra el satanismo.







































                                                                 Capítulo 15

                                                            El espiritismo (II)

¿Qué es un médium? En cada época ha habido respuestas para esta pregunta, y todas las grandes filosofías religiosas reprueban la mediumnidad y advierten sobre sus peligros; siempre se prohibió interrogar a los espíritus.
En cambio, todos los conocimientos religiosos verdaderamente paganos, es decir, todas las degeneraciones religiosas, han nacido exclusivamente de la mediumnidad y son mantenidas por ella. En los pueblos y tribus, como, por ejemplo, los de los negros, indios y dayaks, los hechiceros entran en estado de trance y crean así un lazo con los espíritus que decretan sus leyes.
La mediumnidad se apoya en la sensitividad, y así como hay diferentes clases de sensitividad, también hay diferentes clases de mediumnidad.
¿Cuál es la causa de esta sensitividad? Pensemos primeramente en la esfera aural, también llamada cuerpo del deseo o campo de respiración. Esta esfera aural concuerda con todo el estado de ser del hombre. Es un campo de vibración en concordancia perfecta con la persona que lo ocupa. Esta esfera aural se abre solamente a lo que es de igual naturaleza; todo lo que difiere de ella se encuentra ante un muro infranqueable.
Este campo vibratorio concuerda con el estado de la sangre heredada de padres y antepasados, en la que también desempeña un papel el propio pasado microcósmico. Este campo se mantiene en equilibrio con el estado de la sangre, de los sentidos y de la conciencia, por medio de la respiración.
Dicho equilibrio se mantiene de la forma siguiente: el pensamiento, la voluntad y el sentimiento forman una triple actividad de la conciencia, tal como vimos en uno de los capítulos anteriores. Guiado por esta triple actividad, el ser humano irradia a través del esternón siete rayos hacia el exterior. Esta radiación tiene una actividad de repulsión y otra de atracción. Así, todo lo que no concuerda con su ser es alejado de su esfera aural y es atraído todo lo que está en armonía con él.
Tan pronto como el campo de respiración es preparado así, es relacionado con la sangre por la respiración; y la sangre, a su vez, comunica a todos los órganos vitales las fuerzas y actividades de este campo de respiración. Los centros del cerebro, como focos del pensamiento y de la voluntad, son preparados de manera especialmente directa y sin la intervención de la sangre, mediante la asimilación que tiene lugar a través del etmoides.


De esta forma y de acuerdo con su estado de ser, cada hombre es en cierto sentido un médium, ya que su conciencia está abierta a las influencias externas. Considerado así, se puede decir de casi todos los hombres que no son "ellos mismos", que no son libres, sino que viven según la vida determinada por las fuerzas exteriores. Esto puede aplicarse a todos los hombres en general, pero en particular a los que han alcanzado cierto nivel cultural, o sea, a quienes están al servicio de la ciencia, del arte y de la religión.
El que se designe a las fuerzas ensombrecedoras invocadas con nombres como Cristo, Espíritu Santo, Luz o Rosacruz, demuestra una mediumnidad total. Sobre esa base jamás podrá producirse una liberación verdadera y concreta de la humanidad. Las influencias ejercidas por toda clase de entidades tenebrosas sobre la religión y el ocultismo son enormemente grandes.
Cuando los dirigentes de la Rosacruz tratan con sus alumnos, están siempre lúcidamente conscientes y vigilantes, y dispuestos a la lucha de forma continua y consciente; no contra sus amigos, sino contra las fuerzas satánicas que les atacan por medio de ellos. Es indudable que si las entidades ligadas a la tierra no pueden atacarle a usted de manera directa, lo intentan hacer indirectamente a través de sus amigos.
Insistimos en que fuerzas como las de Cristo, el Espíritu Santo o demás influencias verdaderamente superiores y sublimes, nunca recurren a este modo de actuar para penetrar en el sistema vital del hombre. Nunca se manifiestan de esa forma y nunca controlan al hombre.

Hay diferentes clases de mediumnidad que pueden explicarse por el pasado del hombre:

11 la mediumnidad que ataca y desvía el pensamiento, la voluntad y el sentimiento;
21 la que ataca los órganos sensoriales;
31 la que rige las glándulas de secreción interna;
41 la que ocasiona la posesión;
51 la que ocasiona la locura

Consideramos que es suficiente con enumerar estos aspectos principales. Usted mismo puede deducir el resto a partir de estos datos.
La primera forma de mediumnidad, la que influye en el pensamiento, en la voluntad y en el sentimiento, es la forma más común y la que afecta a toda la humanidad. Es ejercida de manera organizada para alimentar y mantener el satanismo.
La segunda forma de mediumnidad, la que influye en los sentidos, utiliza la hipersensibilidad de uno o varios sentidos, y es denominada injustamente clarividencia (con visión etérica como forma inferior); vienen a continuación la clariaudiencia, la psicometría, etc.
La tercera forma, la que rige las glándulas de secreción interna, incita al hombre a excesos orgánicos y funcionales y a toda clase de anomalías.
La cuarta forma, la que motiva la posesión, es aquélla en la cual uno se ve obligado a abrigar en su cuerpo o en su esfera aural a ciertas entidades o parásitos que ya no pueden ser expulsados.
La quinta forma, la que lleva a la locura, es aquélla en la cual la propia conciencia del individuo es totalmente suplantada.


La vida humana, considerada incluso desde el nivel terrestre dialéctico, se degrada hasta llegar a ser una existencia subhumana a causa de estas cinco formas de mediumnidad y sus muchas subdivisiones. Se desarrollan las prácticas más espantosas, aparecen enfermedades de toda clase, y el hombre degenera y vive en un mundo horrible, lleno de incomprensible sufrimiento y miseria.
Los hombres que hacen alarde de su mediumnidad, sea cual sea el nombre que le den, son pobres y desgraciadas víctimas; son enfermos que merecen una atención muy especial.
La mediumnidad pronunciada, estado extremadamente peligroso, es prueba de una sensibilidad especial para con los espíritus ligados a la tierra. Esa sensibilidad no implica un estado particularmente malo, sino simplemente una predisposición debida a la sangre.
El alcoholismo puede ocasionar un alto grado de mediumnidad, que lleva rápidamente al delirium tremens. El alcoholismo, en definitiva, rompe las defensas naturales del ser.
El vicio de la nicotina ocasiona principalmente una degeneración del santuario del corazón, en especial del esternón, del corazón y de los músculos del pecho; frecuentemente es la causa de la parálisis infantil.
Las entidades que, por cualquier razón, tratan de aferrarse a la esfera de transición, y por consiguiente a la esfera terrestre, y que por este motivo se dedican al pillaje de éteres, proceden de todas las clases sociales: de la clase popular, de los círculos dirigentes, de los del arte, la ciencia y la religión. Y así como en este lado del velo hay gran número de círculos que parasitan el trabajo y el potencial de otros, dando origen así a los abusos sociales, políticos y económicos, también en el más allá hay numerosas ocasiones para continuar el trabajo de parasitismo.
Al no existir en el más allá dinero ni bienes ni gozos materiales, queda un único interés: conseguir la prolongación de la vida en la esfera de transición. El parásito no puede comprar aquí abajo una prolongación de la vida. Lo intenta a base de injertos de glándulas de mono y de curas de hormonas, pero esto no ha dado el resultado que se esperaba y presenta además peligros muy grandes.
Tampoco puede recibir de sus colegas del más allá una prolongación de la vida. Sólo puede alcanzar el objetivo de su intensa codicia vampirizando la sangre vital, o sea las fuerzas vitales, de los hombres de este lado del velo; y lleva a cabo este crimen mediante el ensombrecimiento. Aparte de lo que ya se ha hablado, existen numerosos métodos para conseguirlo, y en su mayoría se basan en el engaño.
Cada grupo de controladores se adapta al círculo espiritista que dirige. Si el círculo es religioso, el grupo controlador lo es igualmente; si el círculo es oculto, el grupo controlador lo es también; si es humanitarista, el grupo controlador también lo es. Cada grupo controlador trata de procurarse, de acuerdo con su naturaleza, la clientela más extensa posible. Por ello hay círculos con aspiraciones y tendencias médicas, proféticas, humanitaristas, religiosas y ocultas.


Tomemos, por ejemplo, un círculo con aspiraciones médicas. Las entidades controladoras, en muchos casos, serán entidades con conocimientos médicos. Al estudiar las enfermedades desde las esferas etéricas en las que viven, tienen más medios para establecer su diagnóstico. Pueden observar sin dificultad el trabajo de ciertas fuerzas y venenos en el cuerpo y tienen muchas más posibilidades para establecer un diagnóstico acertado. Si comparamos a un médico del más allá con un médico serio de aquí abajo, vemos que gozan de posibilidades muy distintas. La superioridad del primero es un medio estupendo para engañar a muchos y convertirles en víctimas.
"¡Engañar y hacer víctimas!", exclaman desde dichos círculos. "¿Qué dice usted entonces de mi brazo torcido y ahora enderezado? ¿Y de mis intestinos enfermos que fueron curados? ¿Y de mi columna vertebral desviada y ahora enderezada? ¿Y de mi dolor de cabeza que ha desaparecido?", etc.
¿Comprende usted el engaño de todo esto? Los efectos de las causas profundas son eliminados, ¡pero las causas quedan intactas!
Cuando le duele la cabeza a causa de una actividad de pensamientos erróneos, puede suprimir el efecto tomando, por ejemplo, un analgésico. Usted aleja el dolor, pero no la causa. ¡Por lo tanto usted no está curado! Ha combatido los efectos, pero ha dejado subsistir la causa. El hecho de haberse liberado del dolor no cambia en absoluto sus cualidades espirituales.
Millones de hombres están enfermos y arrastran una pesada carga hereditaria, a causa de la transgresión de las leyes vitales elementales. Buscan ayuda y la encuentran en concordancia con su estado de ser. La ciencia médica se coloca al nivel de este estado, pero no aporta la curación.
Si deseamos que se produzca la curación, en el sentido verdadero de la palabra, será necesario que aparezca y se desarrolle una terapéutica que combata las causas y, ante todo, las causas espirituales con el supremo remedio divino.
El método curativo natural es un pálido reflejo de esta terapéutica que ha sido utilizada siempre por las Escuelas Espirituales de buena fe. La medicina natural actual es aún demasiado materialista y dialéctica; un verdadero médico debe ser al mismo tiempo un verdadero sacerdote. El médico espiritual podrá rechazar oportunamente la ayuda a alguien, si la curación ocasionara un lazo aún más profundo hacia una vida mala.
El alumno serio deberá entender que la curación según la naturaleza puede ser un poderoso medio para engañar a la humanidad. La curación más sensacional no revela nada del estado espiritual del enfermo ni, por lo tanto, de lo referente a la verdadera curación, así como tampoco del derecho espiritual del enfermo y del médico respectivamente a recibir y procurar la curación. La masa puede ser engañada con una curación exterior, pero el alumno en el camino debe percibir todo esto con claridad.




















                                                                 Capítulo 16

                                                           El espiritismo (III)

Queremos atraer su atención una vez más sobre la naturaleza del engaño que, infaliblemente, debe producirse como consecuencia de las prácticas espiritistas.
Cuando un círculo espiritista se reúne en una habitación, la uniformidad de pensamientos, de sentimientos y de voluntad da nacimiento a un círculo magnético. El pensamiento, la voluntad y los sentimientos reunidos se dirigen hacia un único objetivo: la invocación a los espíritus. Este círculo magnético, en el que todas las esferas aurales son acordadas, engendra a su vez una luz y una radiación poderosa, atrayente y buscadora, la cual, partiendo del santuario del corazón de cada persona presente, crece hasta constituir una gran fuerza. La luz emite también un sonido, de modo que de tal círculo parte cierto sonido que vibra en el espacio. Así se invoca a los espíritus que, por supuesto, no se hacen esperar, ya que tienen mucho interés en el contacto ofrecido. En ocasiones llegan en masa, acompañados a veces de verdaderas hordas de elementales.
Así se llega al contacto adecuado. El médium más apto para este fin es escogido por la entidad más fuerte, ya que a veces es difícil penetrar en el campo aural del círculo. Sin embargo, como los semejantes se atraen, se descubre naturalmente una abertura y la atmósfera de tal círculo magnético es una buena conductora.
La mayoría de las veces, la entidad controladora se coloca detrás del médium: le mira "en la nuca" y a través de la médula controla los centros de la cabeza y del corazón del médium, así como sus pensamientos, voluntad y sentimientos. Además, sopla también en las ventanas de la nariz del médium, con el fin comprensible de influir, a través del etmoides, para sus propios fines, en los pensamientos y en la voluntad del sujeto. Finalmente la atmósfera de los espíritus se une al círculo magnético, momento percibido por un frío intenso.
Llegado a este punto, la entidad controladora comienza a hablar o a escribir a través del médium. Todo lo que dice o escribe no es más que una escenificación destinada a camuflar el único objetivo: el pillaje de éteres para él y sus comparsas. Dirá, por ejemplo, a través del médium: "Aquí está la señora Tal", refiriéndose a la difunta abuela de uno de los asistentes. Entonces referirá algunos rasgos característicos de la vida de la difunta, conocidos exclusivamente por los miembros presentes de la familia. También puede suceder que el médium vea a la abuela. Sigue una descripción minuciosamente exacta. El Sr. Tal presente, absolutamente convencido, confirma lo que ha oído. Por consiguiente, una ola de interés se dirige hacia la persona de la abuela, de lo que resulta una fuerte explosión de éteres que permite la unión con la entidad controladora y la recogida del botín.


De esta forma se obliga a que todo el círculo participe. Los asistentes son aprisionados por turno y a veces la entidad controladora pide al círculo que no admita ningún nuevo miembro, evidentemente para evitar perturbaciones en sus manejos. Una reunión es concertada de vez en cuando y una comida de éteres es servida y consumida.
El lector entenderá con facilidad, a la luz de la realidad esbozada, hasta qué punto estas reuniones son nefastas para los que participan en ellas, siendo apartados así de un verdadero desarrollo espiritual. Nefastas también para los espíritus controladores, quienes permanecen de esta manera atados a su sombría esfera de existencia y no llegan a romper sus cadenas. Nefastas para el mundo y la humanidad, ya que así el satanismo es alimentado y vivificado.
Las entidades controladoras emplean medios para impedir que el interés del círculo se enfríe. Los miembros del círculo son adulados, el médium es promovido a adepto, se pide ayuda para los muertos, se emiten diferentes profecías, etc.

Podemos preguntarnos si la persona en cuestión era en verdad la difunta abuela. En la mayoría de los casos no lo es. ¿Cómo es posible entonces que el espíritu controlador esté tan bien informado sobre la abuela? Una entidad controladora ejercitada puede leer todas las particularidades de la fallecida en el éter reflector del Sr. Tal presente. Ya que, en efecto, el éter reflector de cada persona guarda un resumen fiel de toda su vida, de los principales hechos, acontecimientos, contactos, etc. Cuando alguien dirige su atención sobre un momento de su pasado, su éter reflector se revivifica en ese punto. Así puede volverlo a leer él mismo y entrar de nuevo en contacto con ese punto por su pensamiento. Pero otra persona ejercitada también puede hacerlo. Cuando lamenta la muerte de alguien y en ese estado de ánimo, con sus pensamientos llenos de recuerdos del fallecido, participa en una sesión espiritista, se le engañará entonces de esa forma.
¿Debe ser absolutamente descartada la posibilidad de la presencia del difunto en la esfera de transición? Esto sólo es posible si durante su vida ha sido un verdadero reptil, una persona fundamentalmente mala, ya que sólo los seres verdaderamente malos se mantienen en la esfera de transición. Muchas entidades se entregan temporalmente a estas prácticas, pero enseguida se hastían y abandonan este infame parasitismo.
El robo de éteres engendra efectivamente la degeneración, una enfermedad estructural que hace que dichas entidades acaben por tener una apariencia repugnante. Si el difunto llega a mantenerse entre semejantes monstruos, es que no vale ni nunca ha valido gran cosa. Si se manifestase en su verdadero estado, el Sr. Tal se avergonzaría de ella y se retiraría del círculo.
El espíritu controlador es también capaz de materializarse. Para ello atrae hacia él éteres suficientes y fuerzas fosfóricas que extrae de los cerebros y de las glándulas tiroides de los asistentes. Estas fuerzas fosfóricas pertenecen al plano químico de nuestra esfera y son visibles a nuestros ojos. De este modo, los espíritus controladores ejercitados materializan una mano o una apariencia de entidad. También pueden llegar a hacer aparecer cierta máscara. No la máscara del espíritu controlador, sino una máscara de fantasía. Por la flexibilidad de los éteres superiores todo es posible.


Todas las ciencias ocultas del pasado mencionan este poder de los magos negros para hacer aparecer espectros, elementales y apariencias humanas. Pensemos en el golem del libro del mismo título de Gustav Meyrink y en "Las muñecas de la señora Mandilipp" de Abraham Merritt. También los espíritus ligados a la tierra son capaces de semejantes creaciones temporales para engañar a la muchedumbre.

El espiritismo como fenómeno es innegable y exacto. Todo lo demás es engaño. Se mantiene por la curiosidad, el deseo de sensación y la falta de verdadera luz. Mediante el espiritismo es absolutamente imposible llegar a saber algo nuevo, científico, algo bueno que no se pueda obtener fácilmente de otras fuentes. Todas las lecciones morales, espirituales o intelectuales dadas durante las sesiones espiritistas son siempre bienes robados. Se han tomado siempre de los Libros Sagrados y de la sabiduría antigua.
Las descripciones del supuesto "país del verano" ‑la imitación de la esfera celeste del más allá‑ y de las esferas infernales, no le pueden enseñar nada que usted no pueda saber por otros medios. La ciencia mística y oculta de todos los siglos ha informado al hombre siempre de ello. Para el buscador de la verdad, la única senda que conduce al saber universal, es el conocimiento directo que se obtiene recorriendo el camino de la liberación. La realidad de todas las cosas se abre entonces a él para su propia investigación.
Algunos espiritistas suponen que el espiritismo puede ser muy útil para convencer a los hombres de una existencia después de la muerte. Encuentran esto muy importante. Pero nosotros no compartimos esta opinión, ya que todos los hombres, exceptuando un pequeñísimo porcentaje, creen en una existencia post‑mortem. Esto es tan verdadero para el salvaje como para el cristiano oficial. A pesar de ello, jamás hubo en el mundo un caos tan profundo.
Se apela a veces al elemento profético que se da a conocer en sesiones espiritistas, para proteger a los habitantes de la esfera terrestre, así como para ayudar a los fallecidos.
A este respecto, nos limitamos a sugerir al lector que vuelva a leer todo cuanto escribimos sobre el parasitismo y repetimos nuestra recomendación: ¡No se deje engañar por más tiempo! En cuanto a la ayuda a los fallecidos, recuerde las palabras de Cristo: "Dejad que los muertos entierren a los muertos".

Cuando un microcosmos, ligado a la rueda del nacimiento y de la muerte, prepara una nueva manifestación en la materia, forma un arquetipo o matriz, dentro de los límites de sus lazos kármicos, en el cual está almacenada la vitalidad y la fuerza destinada a la futura existencia terrestre. La fuerza que procede del arquetipo representa nuestras posibilidades vitales en la tierra. Cuando esta fuerza se agota y la "vela de la vida" se apaga, sobreviene inmediatamente la muerte.


El empleo racional de dicha fuerza, un comportamiento correcto en este mundo, prolonga la vida, pero dentro de las posibilidades existentes en el potencial del arquetipo. En cambio, un empleo no racional ni inteligente acorta la vida. Cuando alguien, por ejemplo en tiempo de guerra o por accidente, se ve obligado a abandonar su cuerpo, la muerte puede coincidir con el agotamiento del arquetipo, pero puede tratarse también de un fallecimiento prematuro, es decir, que la muerte ocurre cuando el arquetipo poseía aún vitalidad y todavía irradiaba fuerza vital. En este caso, vemos al interesado ser conducido rápidamente hacia una nueva encarnación, con la vitalidad restante del arquetipo anterior, para morir de niño o por lo menos muy joven. Este proceso es necesario a causa de la existencia del arquetipo anterior, cuya vitalidad aún existente debe ser utilizada.
La muerte por suicidio arrastra consecuencias atroces. El arquetipo, en plena actividad, no posee ya el cuerpo terrestre, mediante el cual se utiliza el potencial del arquetipo. Nace un sufrimiento atroz, sin posibilidad de liberarse mediante una nueva encarnación, sin entrar en la esfera de transición, sin purificación, sin ninguna posibilidad de elevarse a una esfera celestial. Sólo queda la conciencia y el sufrimiento moral y mental, continuamente renovado, del acto terrible; un espanto y un remordimiento sin alivio.
La salvación de esta entidad sólo es posible cuando los parientes o amigos, por amor, consiguen entrar en contacto con el arquetipo del desgraciado y aceptan el destino kármico rechazado por él. Por lo tanto, el suicidio aumenta el sufrimiento en el mundo.
¿Por qué decimos estas cosas? Porque numerosos espíritus ligados a la tierra empujan a los hombres al suicidio, al asesinato y a diferentes crímenes. Sus objetivos son claros: los potenciales que los arquetipos continúan irradiando, contienen igualmente una corriente ininterrumpida de vibraciones etéricas, transmutadas al servicio del cuerpo terrestre que ya no existe. ¡Qué magnífico "manantial" para los vampiros!

Llegamos finalmente a las preguntas: ¿Cómo puede el hombre deshacerse de su mediumnidad? ¿Qué método es capaz de combatir al satanismo? ¿Cómo será curada la humanidad de esta plaga?
Por medio de un cambio de vida consciente y de un ennoblecimiento de la vida de abajo hacia arriba; por medio de una francmasonería personal, libre de toda coacción y autoridad; no permitiendo que se le engañe, y por el rechazo resuelto y sistemático de toda influencia espiritista; por un esfuerzo constante, en un comportamiento objetivo, hacia un conocimiento de primera mano a lo largo de todo el camino del cambio fundamental; dejándose guiar en este camino por un amor al prójimo creciente, que abraza todo, sabiendo que: "Si poseyese todas las cosas excepto este amor universal al prójimo, nada tendría y nada sería".




















                                                                 Capítulo 17

                                Hipnotismo ‑ Magnetismo ‑ Imposición de manos

Después de haber analizado el espiritismo en sus diferentes aspectos, vamos a dirigir la atención a algunas aplicaciones censurables de ciertas fuerzas sumamente peligrosas.

Hipnotismo

Esta palabra designa el proceso que se desenvuelve cuando alguien, dotado de una poderosa voluntad, hace entrar a una persona más débil en un estado de trance, mediante la aplicación de un método oculto. La persona en cuestión, una vez conducida a dicho estado, hará todo lo que el hipnotizador le sugiera. Dicha práctica emana por completo de la magia negra y es extremadamente peligrosa moral y físicamente.
El trance hipnótico puede producirse de dos maneras:
10 cuando el hipnotizador se concentra en el bulbo raquídeo del paciente;
20 cuando dirige sobre el paciente lo que se ha convenido en llamar "la mirada hipnótica", es decir, la concentración sobre los ojos.
Cuando el dominio hipnótico dura suficiente tiempo, el sujeto se vuelve completamente dependiente del hipnotizador. La conciencia propia del hipnotizado ya no tiene control alguno sobre su cuerpo y de tal persona se puede decir que "es vivido". El hipnotizador puede transmitir sus órdenes telepáticamente, incluso desde gran distancia; el paciente está obligado a reaccionar conforme a estas órdenes.
La práctica de tal magia constituye naturalmente una falta muy grave y, kármicamente, es castigada severamente.
Bajo la acción del hipnotismo pueden ser perpetrados los crímenes más horribles, tales como el asesinato, el robo y los excesos sexuales. Cuando la persona despierta de su sueño hipnótico no se acuerda de nada, tal como acontece con la mayoría de los médiums. Sólo sufren las consecuencias físicas de sus actos.
El alumno sabe que de la cabeza salen doce pares de nervios, los doce pares de nervios cerebrales. Todas las funciones orgánicas y corpóreas están completamente subordinadas a la actividad ejercida por estos doce pares de nervios.
La concentración hipnótica perturba completamente estas veinticuatro corrientes nerviosas. La conciencia individual no puede gobernarlas a la larga y el paciente acaba por depender completamente del hipnotizador. Llega un momento en que no puede vivir sin él, del mismo modo que un esclavo de la morfina o del opio no puede vivir sin su narcótico. El paciente se vuelve un don nadie sin su hipnotizador. ¡El pobre infeliz considera muchas veces esta nefasta unión como "amor"!


Cuando una persona se encuentra en estado hipnótico, la cabeza del cuerpo etérico se divide en dos partes, que vemos colgar de los hombros, cada una a un lado de la cabeza del cuerpo material, o enrolladas alrededor del cuello como un collar. El cuerpo etérico del hipnotizador se coloca en su lugar. Al final del estado hipnótico, el restablecimiento sólo es parcial y el cuerpo queda completamente desorganizado.
Puesto que los éteres existentes en torno a la cabeza son principalmente éteres reflectores, comprendemos por qué ninguna experiencia puede grabarse. Por ello, el paciente se encuentra privado de memoria y cualquier experiencia le es inaccesible: para dicha persona, la vida no tiene ninguna utilidad. Provocar tal estado en la vida de alguien es un crimen horrible.
Emplear la hipnosis con fines médicos, como sucede en la psicología moderna, es también, por las mismas razones, muy censurable y extremadamente peligroso, tanto para el médico como para el paciente, ya que el médico establece un lazo con su paciente de tal forma que, con el tiempo, el enfermo ya no es "el mismo", sino su médico; piensa, vive y habla como su médico; nada puede hacer sin él y vive dominado por sus sugestiones, hasta que finalmente el médico le suelte. Puede ser que entonces se haya curado de cierto complejo, pero ahora estará afligido por un daño incalculable, ocasionado a las veinticuatro corrientes nerviosas.
Recurrir, como profano, a las fuerzas ocultas es siempre desaconsejable. El médico trabaja también, en este caso, con fuerzas que desconoce por completo. Más grave es el resultado cuando el mago negro, con propósito deliberado, hipnotiza a su víctima para sus fines personales y egoístas.

Magnetismo

Casi por las mismas razones rechazamos el magnetismo. Lo consideramos peligroso tanto para el magnetizador como para el paciente y, al mismo tiempo, para toda la humanidad.
Cuando alguien está enfermo, la verdadera causa se encuentra siempre en el propio enfermo. Las culpas del pasado y del presente se vengan en el cuerpo, debilitándole y haciéndole vulnerable a diversos peligros.
El cuerpo es una copia perfecta del cuerpo etérico; éste atrae hacia el cuerpo material, de acuerdo con su estado de ser, las fuerzas que necesita para su conservación. Los éteres planetarios, así como la fuerza interplanetaria que actúa sobre éstos, son transmutados por el cuerpo etérico y transmitidos al cuerpo material. Cada célula del cuerpo posee un doble etérico. Por consiguiente, si la célula etérica está sana, la célula material correspondiente debe estarlo también.


Los pensamientos, los sentimientos, la voluntad y los deseos influyen constantemente al cuerpo vital. Cuando un órgano está enfermo, vemos cómo su órgano etérico correspondiente decae y vibra mórbidamente. Durante la enfermedad, el organismo emprende un intento natural de curación. Este es un período en que la persona muestra el lado mejor de su carácter: un enfermo es casi siempre un hombre amable. El sufrimiento, el miedo o la debilidad le conducen a cierto grado de armonía y de purificación mental y moral. La enfermedad le proporciona, de ese modo, la posibilidad de un restablecimiento de la vibración normal y sana de su cuerpo etérico. Si la tentativa tiene éxito, es decir, si el cuerpo etérico se restablece, recuperarse físicamente es sólo cuestión de tiempo, a no ser que los órganos estén demasiado dañados, o que la persona en cuestión, incluso durante su enfermedad, no consiga olvidarse a sí mismo para encontrar el verdadero descanso.
Un médico serio puede ayudar mucho en el proceso de restablecimiento de las funciones naturales, recomendando al paciente ciertos medicamentos, prescribiendo una dieta, etc., que no perjudiquen los procesos naturales fundamentales, sino que los refuercen. La inteligencia y el verdadero saber pueden ayudar al paciente.
No obstante, cuando alguien, sea médico, charlatán o profano, interfiere en las funciones vitales fundamentales más profundas del hombre, en las relacionadas con el verdadero estado de ser del enfermo, comete siempre un error, aunque las consecuencias no aparezcan inmediatamente o no sean siempre visibles.
Un verdadero curador espiritual puede hacer también mucho bien al enfermo, sin embargo, no cometerá el error de interferir en las funciones vitales que están fuera o por encima de su propio estado de ser.
¡Pero esto es precisamente lo que hace el magnetizador! Introduce en el cuerpo del enfermo sus propias vibraciones etéricas, sin conocimiento directo y consciente, sin conocimiento de las funciones vitales fundamentales y de las causas profundas de la enfermedad. Su cuerpo etérico toma así el lugar del cuerpo etérico del paciente. De este modo fuerza la situación, tanto espiritual como corporalmente. Frecuentemente provoca también una perturbación en las corrientes vitales del enfermo y crea así una unión indeseable con él. Asume el karma de su paciente y, tarde o temprano, deberá pagar caro esta práctica con mucho sufrimiento.
El tratamiento por magnetismo acarrea serios peligros:
11 para el magnetizador;
21 para el paciente;
31 para toda la humanidad.

Peligros para el magnetizador

Cuando el magnetizador pone en práctica su método de cura, retira del paciente el fluido enfermo y lo sustituye por su fluido "sano". El fluido enfermo, compuesto de éteres, sube por el brazo del magnetizador y se asocia a la sustancia etérica de su propio organismo. El magnetizador trata de deshacerse de una parte del fluido enfermo "sacudiéndolo" o "lavándolo" en agua corriente. Este efecto de sacudir el brazo produce efectos parciales, pues en cuanto el fluido enfermo ha sobrepasado el codo, ya no puede ser arrojado tan sencillamente, puesto que se extiende por todo el cuerpo del magnetizador. El poder de resistencia natural tendrá que establecer la lucha de modo normal contra los miasmas nocivos introducidos en el organismo, no obstante, por fuerte y vital que éste sea, acabará infaliblemente por volverse víctima de este continuo envenenamiento. Todo magnetizador, sin excepción, es víctima tarde o temprano de su profesión. Sus efectos más corrientes son serias depresiones nerviosas, enfermedades cancerosas y tuberculosis.



Peligros para el enfermo

Teniendo en cuenta el lado a veces altruista de esta práctica, podríamos dejar las cosas tal como son y hasta testimoniar cierta admiración por estos hombres, si no fuera porque la práctica magnética implica también un gran peligro para el enfermo.
Acabamos de decir que el fluido enfermo es retirado del paciente. Pero este fluido enfermo nunca se encuentra en estado simple, sino que siempre está mezclado con éteres supuestamente sanos, extraídos continuamente de la atmósfera y transmutados por las glándulas de secreción interna en una vibración apropiada a cada individuo.
Por consiguiente, el fluido retirado por el magnetizador está mezclado con fuerzas etéricas que aún deben efectuar su trabajo natural en el cuerpo, de lo que se concluye que los órganos de secreción interna son forzados y sobrecargados.
Además, las fuerzas etéricas que el magnetizador transfiere de su organismo al paciente están tan específica e individualmente matizadas, y su modo vibratorio es tan particular, que nunca podrán aliviar las funciones de los órganos de secreción interna del enfermo, sino que producirán una completa desorganización. Por otra parte, las consecuencias son una reducción cada vez mayor de los períodos sin sufrimiento y sin quejas, y una unión totalmente indeseable entre el magnetizador y el enfermo. Esta unión engendra una asociación de los dos cuerpos etéricos, teniendo muy a menudo consecuencias extremadamente sensuales.
Otros peligros se desenvuelven para el paciente, por el hecho de que los locales en los que el magnetizador trata a sus pacientes son depósitos insalubres. Una simple investigación esotérica evidencia inmediatamente que los éteres extraídos al paciente y arrojados fuera, forman una pastosa masa nebulosa, de color gris hierro, que recubre el suelo de las habitaciones como una alfombra repugnante. En esta masa, que a veces sube hasta la altura de la rodilla, parasitan gran número de gérmenes de vida etéricos que son extremadamente peligrosos, y ahí son tratados los enfermos, quienes, curados de cierta enfermedad, se llevan a casa como "regalo" los gérmenes de otros males, a los que están predispuestos en virtud de su organismo. Cuando más tarde caen de nuevo enfermos, ¿quién les hará ver que son víctimas del sistema de cura del magnetizador?
Los mismos resultados son posibles cuando el magnetizador no recibe a sus enfermos en su casa, sino que los visita a domicilio.
Los magnetizadores que tienen mucha clientela, poseen un cuerpo etérico muy polucionado. El hecho de que las personas se expongan a tales éteres sólo se explica por la profunda ignorancia del gran público en todo lo relacionado con las cuestiones esotéricas más elementales.

Peligros para el público



En última instancia, podríamos soportar tan deplorable situación, puesto que todos tenemos derecho a dejarnos ayudar o a arruinarnos, si estas prácticas no causaran además daños directos a la salud pública. La expulsión de los éteres retirados al paciente se lleva a cabo, tal como hemos descrito, en las habitaciones de los operadores, por la ventana o por el agua corriente, a veces por medio del fuego, en virtud de la errónea suposición de que el fuego es capaz de destruir los átomos etéricos. El fuego disgrega las formas y los organismos etéricos, pero los átomos así liberados distan mucho de ser inofensivos.
El hecho de que los éteres retirados a los enfermos son generalmente más pesados que el aire, posibilita la limpieza de los consultorios de los magnetizadores. Pero, ¿adónde van esos éteres retirados de los consultorios? ¡A la calle! ¿Adónde van los éteres sacudidos por la ventana? ¡A la calle! ¿Adónde van los éteres enjuagados en el agua corriente? ¡A los desagües, de donde pasan a las zanjas, ríos o canales! Y los que son lanzados al fuego caen, en parte, fuera, y vuelven, cambiados o en su estado primitivo, ¡a la calle!
Constatamos con esto que el público, sin sospechar nada malo en estas prácticas, corre los mayores peligros, a causa de la inmundicia etérica transferida de este modo a la comunidad. Este peligro es tanto más siniestro en tanto que nadie puede controlar los efectos ni nadie puede, en caso de enfermedad, descubrir el menor vestigio de causa inmediata. Nada se revela, nada se ve. Por todas estas razones, la Escuela de la Rosacruz de Oro hace oír su voz contra las prácticas de cura magnética y considera preferible las formas más torpes de medicina ortodoxa.
Toda forma de práctica ocultista es rechazada por la Escuela de la Rosacruz, y el lector debe haber comprendido, por lo expuesto anteriormente, por qué la Rosacruz se niega a admitir a magnetizadores como alumnos.

Imposición de manos

Muchas veces se ha pretendido comparar el tratamiento magnético con lo que se llama "imposición de manos", de la que hablan los Libros Sagrados cristianos. Tal comparación es absolutamente incorrecta.
Para magnetizar, los centros del cuerpo etérico del magnetizador y del paciente deben interpenetrarse. Esto sólo es posible cuando los cuerpos distan apenas algunos centímetros uno del otro. Sin embargo, cuando en la imposición de manos se tocan los cuerpos físicos, se produce una mezcla de éteres, pero no una asimilación de éteres. Las influencias que sentimos, por ejemplo cuando alguien nos da la mano, no pertenecen al terreno etérico.
La imposición de manos hace descender el fuego espiritual espinal en el cuerpo del paciente. Cuando esto se realiza personal y voluntariamente con el propio fuego espinal según la naturaleza, no se obtiene ningún efecto positivo, y el acto es impío y perjudicial para el que lo ejecuta.
¡La situación sólo es correcta cuando es el Espíritu Santo quien hace uso del sistema del fuego espinal espiritual! No obstante, el Espíritu Santo no cura, sino que fortalece el centro espiritual, así como las fuerzas curativas naturales del cuerpo del paciente. Enfermos que, por ejemplo, en virtud de su estado interior, son dignos de recibir la ayuda del Espíritu Santo, pueden ser curados directamente. Lo mismo ocurre con los niños, por su inocencia.


Los métodos de esta verdadera imposición de manos no pueden ser enseñados en la vida profana ni pueden estudiarse intelectualmente. Pertenecen a la Escuela Interior. Quien posee la aptitud y la dignidad adecuadas puede ingresar en dicha Escuela.
                                                                          






                                                                 Capítulo 18

                                      Comportamiento de vida y vegetarianismo

En los capítulos anteriores hemos explicado de varias maneras que la manifestación humana actual es antinatural y que, por esta razón, nuestro templo humano debe ser destruido y "reconstruido en tres días", tal como lo expresa Jesús el Cristo en el Evangelio de Juan, capítulo 2, cuando alude a su resurrección en el "tercer día".
Aquí se hace referencia a los tres procesos que deben ser llevados a cabo en tres períodos. Como cada período se subdivide en siete aspectos, se habla de tres círculos séptuples.
En el primer círculo séptuple se realiza la demolición del templo de la estructura corpórea de la naturaleza y la reconstrucción de un nuevo templo. Se trata, de hecho, de la revivificación de la estructura corpórea original. Es el renacimiento "de agua y de espíritu", de agua viva (la sustancia fundamental y original, pura y santa) y del verdadero espíritu divino.
Usted comprenderá que la nueva construcción depende de ciertas exigencias, tal como ocurre también con la demolición. Esto es perfectamente lógico. Usted debe considerar sobre todo que no se trata de la destrucción de lo que ya está muerto o arruinado, sino de lo que vive, es dinámico y animado, de lo que está habitado por un ser‑alma, un "yo", que se opone a ello. A veces hay que destruir lo que durante generaciones ha sido objeto de un tremendo cultivo, muchas veces incluso de un cultivo esotérico.
Cuando una persona caída en el arroyo es llamada a regenerarse, todos comprenden la necesidad de ello. Pero una persona culta, en sentido general o esotérico, se subleva vivamente cuando se le impone dicha exigencia, ya que se encuentra en la ilusión de que su esfuerzo cultural es ya una regeneración. Pero la condición fundamental para cualquier desarrollo espiritual verdadero (o más correctamente, para la verdadera manifestación espiritual) es la destrucción de todo lo antiguo, y por esto la Rosacruz impone esta condición.
Así surge una pregunta urgente en el candidato a la vida nueva: "¿Cuál debe ser nuestro comportamiento?" Muchos suponen que este comportamiento es una determinada actitud del pensamiento; su modo de pensar les conduce a un determinado grupo, a una asociación. A la luz de lo que ya hemos podido explicarle con respecto al camino de la liberación, no le será difícil darse cuenta lo estrecha y errónea que es tal concepción.


Si el simple hecho de pertenecer a una de las innumerables iglesias fuese prueba de un comportamiento de vida, entonces habría millones de verdaderos cristianos. En muchos casos, existen excelentes pensamientos en este mundo. Existen muchas bellas filosofías, miles de ideas brillantes, con las que usted puede extasiarse, y muchos poseen magníficos libros, el comportamiento de su pensamiento es muchas veces extraordinario. Hay tamién muchas personas que saben mucho de la enseñanza de la Rosacruz, disponiendo por ello de temas interesantísimos para su conversación. Si el comportamiento propuesto por la Escuela de la Rosacruz pudiese llevarse a cabo solamente con una actitud del pensamiento, el número de alumnos aumentaría en muy poco tiempo en muchos millares. Y nos queda por saber si, entre los que hoy se dicen alumnos, algunos no se alejarán a medida que las consecuencias de la nueva era se presenten con toda claridad, y no puedan permanecer a la expectativa, ya que serán colocados forzosamente ante el dilema: aceptar o rechazar.
La literatura, los cursos y las conferencias de la Escuela de la Rosacruz han alcanzado, a lo largo de los años, a millares de personas; personas de entendimiento amplio y de corazón ardiente, capaces de comprender y sentir el valor de los diversos aspectos de nuestra filosofía y que, sin embargo, no están con nosotros porque no quieren aceptar las consecuencias que de ello resultan.
Existen también quienes suponen que ese comportamiento se relaciona exclusivamente con cierta moralidad, con cierta actitud emocional, excluyendo el comportamiento del pensamiento. Tales personas son continuamente víctimas de emociones e impresiones descontroladas. Hoy entusiasmadas, mañana en oposición. Hoy no pueden vivir "sin la Escuela" y mañana serán las primeras en abandonar la obra. Son muy fuertes en el "pro", pero aún más en el "contra".
Y finalmente hay quienes piensan que ese comportamiento se limita a un aspecto material. El pensamiento y los sentimientos cuentan poco o nada para ellos. Estas personas caen fácilmente en una rutina de la que difícilmente se liberan. Vienen hacia nosotros y se aferran con desesperación a cierta visión que ellos mismos se han creado con respecto al trabajo de la Escuela. Cuando el progreso del pensamiento, la evolución de las normas sentimentales o las líneas directrices que la Escuela recibe de la Jerarquía requieren diferentes actitudes o diferentes modos de actuar, esta categoría de personas crea muchas dificultades.
El correcto comportamiento se distingue por tres características:
10 es sostenido por el pensamiento;
20 es justificado por el sentimiento; y
 “30 es demostrado por el acto, por la aceptación de las consecuencias.

Reconocemos aquí el triángulo de la verdadera francmasonería. Por lo tanto, es lógico que en nuestro trabajo nos sirvamos de esta medida. Todo lo demás no deja de ser un engañarse a sí mismo y una pérdida de tiempo. La esencia de la Escuela exige la veracidad y la seriedad. Consecuentemente, en una obra como la presente, es necesario explicar algunos aspectos del comportamiento del alumno.
En la Escuela Espiritual Hierofántica Crística se trata de destrucción y de reconstrucción, de un descenso y de un ascenso. Por un lado, se trata de un desprendimiento y una disolución por la muerte según la naturaleza; por otro lado, de una revivificación y resurrección, de un nuevo despertar en la naturaleza divina.


Estos dos procesos se interpenetran. Dependen uno del otro. Puesto que el hombre es consciente en la naturaleza del pecado, la dialéctica, debe hacer posible la ascensión a la naturaleza divina mediante el descenso de la antigua. Teniendo en cuenta que no se trata de destruir algo sin vida, vacío e inhabitado, hay que aplicar un comportamiento racional, o, con otras palabras, un comportamiento gnóstico‑científico, para vencer todas las resistencias de la antigua naturaleza.
Hay, evidentemente, muchas resistencias, numerosos problemas, tareas y exigencias sobre las que el alumno debe reflexionar y que debe afrontar con el nuevo comportamiento. Estas resistencias pueden ser vencidas, porque la fuerza de la Jerarquía está siempre presente para ayudar al alumno serio.
Entre las numerosas resistencias, algunas son tan elementales y evidentes, que son consideradas, comprendidas y dadas de lado de modo positivo, para después no pensar más en ellas.
Pero también hay resistencias muy importantes, muy difíciles de vencer, contra las que el alumno debe luchar continuamente, sobre las cuales oye hablar sin cesar y sobre las que debe reflexionar constantemente.
Hay también resistencias y exigencias en el camino, de las que el alumno se libera de una vez, de un solo golpe, porque se presentan claramente al pensamiento, se siente la necesidad de vencerlas, y el camino es tan intensamente deseado, que se recibe la fuerza necesaria para tomar las disposiciones elementales y ponerlas en práctica.

En el grupo de resistencias, cuya inmediata eliminación está al alcance del hombre, se encuentra el consumo de alimentos cárnicos, tabaco, alcohol y demás narcóticos.
La Escuela coloca a sus alumnos probatorios algunas condiciones de reforma de vida en el campo de la alimentación y de los estimulantes, en concreto una alimentación vegetariana, la abstención del tabaco, del alcohol y de otros narcóticos, a los que añadimos para ser completos, la abstención del uso de prendas de pieles y plumas.
La Escuela sabe que estas condiciones no bastan para alcanzar un desarrollo espiritual, no obstante, constituyen una base indispensable para cada candidato que quiere recorrer el camino; tal candidato las encontrará lógicas y evidentes.
Cuando alguien tropieza con una condición tan obvia, frenado por cierto temor, se hace evidente que su esfuerzo venidero, con vistas al proceso del renacimiento, nunca pasará de una vaga ilusión.

El vegetarianismo, con las consecuencias que implica, es algo fundamental para el candidato en el camino. La explicación de nuestro punto de vista sobre la cuestión del vegetarianismo es suficiente a veces para alejar a muchas personas.


Se sabe que la alimentación y los estimulantes mantienen el cuerpo en cierto estado. El núcleo de toda alimentación se compone de fuerzas de luz de vibraciones diferentes, conocidas bajo el nombre de vitaminas. Alimentos carentes de vitaminas no tienen valor alguno. Estas combinaciones de fuerzas de luz están omnipresentes en todos los planos del espíritu. Por lo tanto, debería ser posible mantener nuestra vida armoniosamente con la asimilación de esas fuerzas. Sin embargo, sabemos que éste no es el caso. Estamos obligados a alimentarnos con las combinaciones de fuerzas de luz, o vitaminas, mezcladas con materias y fuerzas orgánicas, ya que nuestro cuerpo no está capacitado para alimentarse exclusivamente de combinaciones de vitaminas como elementos constitutivos. También son necesarias las fuerzas etéricas, las cuales son aportadas por el cuerpo vital. Además, las fuerzas aurales son recogidas por el cuerpo del deseo y las fuerzas mentales son atraídas por el poder del pensamiento. Finalmente, los elementos materiales densos son indispensables para la construcción y mantenimiento de nuestro cuerpo material. Están presentes en nuestros alimentos en forma de proteínas, grasas, sales minerales, etc.

Lo importante es saber, en primer lugar, si usted desea emprender verdaderamente el proceso de regeneración. Si no es éste el caso, puede continuar tranquilamente en su estado actual, ya que un cambio en su manera de alimentarse no tiene ningún sentido. Continúe degustando sin remordimientos sus bistecs y sus pollos y royendo sus huesos; no se pondrá más enfermo de lo que realmente ya está. La mayoría de las cosas que se cuentan a este respecto en los círculos de vegetarianos extremos son una ilusión. La muerte es inevitable, con o sin vegetarianismo. Nuestros abuelos y tatarabuelos llegaron a veces a centenarios comiendo tocino y carne de cerdo. El alcohol y la nicotina tampoco le serán demasiado perjudiciales, si no hace un uso exagerado de ellos. La alimentación moderna mantiene la cristalización en equilibrio, o por lo menos la hace avanzar lentamente.
Si consciente e interiormente desea la salvación del mundo y de la humanidad, el problema del alimento se volverá actual para usted, y entonces es lógico que busque una alimentación que no se oponga al proceso del renacimiento. Incluso la deseará espontáneamente como algo evidente.
Por esto, por ejemplo, el vegetarianismo no es mencionado en la Biblia o muy poco y de forma soslayada. Hay que ennoblecerse para ello. El vegetarianismo por sí solo no es liberador; no es más que un cambio de acentos.
Si usted tiende hacia la verdadera vida espiritual, la purificación de la sangre natural es una necesidad. La purificación espiritual de la sangre y su depuración natural deben ser simultáneas. En todas las religiones siempre se realizaron esfuerzos en ese sentido. Sin embargo, siempre se hicieron concesiones en favor de la masa, limitándose a períodos o días de ayuno. También en el cristianismo. Por esta razón, en la iglesia protestante fue mantenida cierta práctica de ayuno hasta la mitad del siglo dieciocho. Pero los verdaderos servidores de Dios, es decir, los que conocen el porqué de las prescripciones en el campo de la alimentación, comprendieron que no podía existir ninguna concesión a este respecto. Los Esenios, de cuya Orden procedía el Maestro Jesús, eran vegetarianos, pues conocían el alma de las cosas y la unidad de toda vida.


Usted debe comprender de manera totalmente distinta el consumo de pescado y de vino a que se hace referencia en la Biblia con respecto a Jesús. Los relatos referentes a esto sólo pueden ser comprendidos de la manera correcta desde el punto de vista esotérico. El que busca la purificación espiritual de la sangre, pero descuida la purificación química elemental, se asemeja profundamente al místico, quien, a pesar de todo, está encadenado a la materia densa, sufriendo las consecuencias de ello. En nuestra época existen millones de personas de este tipo.
El cuerpo animal y la sangre animal contienen, además de las fuerzas etéricas y las fuerzas aurales, otras fuerzas que
están todavía por encima de éstas. Estas últimas, consideradas desde un punto de vista superior, son fatales para el cuerpo humano. Lo atan a la tierra y aumentan su resistencia con respecto al cambio. Es, pues, del todo comprensible que la Escuela Espiritual coloque a sus alumnos ante la necesidad del vegetarianismo.
Pero el vegetarianismo extremo es peligroso para el alumno, porque puede ocasionar estados extremadamente sensitivos. Para paliar este inconveniente, algunas escuelas esotéricas antiguas permitían beber a veces un poco de alcohol o fumar algunas veces. Para nosotros, un plato de legumbres de vez en cuando puede producir el mismo efecto.










































                                                                 Capítulo 19

                                            Comportamiento de vida y nicotina,
                                                   alcohol y demás narcóticos

En el capítulo precedente presentamos, en parte, el punto de vista de la Escuela Espiritual en lo que concierne al vegetarianismo.
El alumno de la Escuela Hierofántica es vegetariano porque las células de la carne animal vuelven imposible la realización del objetivo que la Escuela le propone: la destrucción sistemática de la antigua naturaleza y la revivificación de la naturaleza divina. Por esta razón, el vegetarianismo es una condición fundamental para la admisión de un alumno en la Escuela de la Rosacruz.
Como sabemos, el organismo del hombre, el conjunto de la manifestación humana, está constituido por células distribuidas en diferentes grupos celulares. Los grupos celulares del mismo tipo y función forman juntos un órgano. Cada célula es un pequeño mundo en sí mismo, un microcosmos completo. También existe un metabolismo celular. Las células son alimentadas porque los núcleos celulares atraen ciertas fuerzas hacia ellas, mientras que otros elementos las abandonan después de haber cumplido con su cometido. Así se va produciendo también la muerte y la sustitución de todas las células.
Estos procesos maravillosos, que aún hoy son un secreto casi impenetrable para la ciencia material (como, por ejemplo, el problema de la conservación de las células cerebrales), son claros y evidentes para la ciencia esotérica. Esta ciencia enseña que cuando se emplea como alimento las células de los cuerpos de los animales, ellas son, sin excepción alguna, perjudiciales para nosotros.
Los daños se hacen sentir en tres terrenos, a saber: en el aspecto espiritual, en el moral y en el material, dando origen a defectos espirituales, psíquicos y físicos. Así, por ejemplo, comer pescado, inclina a la perversidad; comer carne de caballo, a la cólera; carne de vaca, a la estupidez y a una predisposición para pleitos y disputas; carne de cerdo, a la crueldad, grosería y brutalidad; carne de cordero, a la falsedad; carne de ave, a la idiotez.
Pueblos y hombres que se alimentan especial y exclusivamente de una de estas clases de carne llevan marcada claramente la característica respectiva.
Cada célula es un centro de fuerza que se adapta por completo al organismo al que pertenece, por esto cualquier célula extraña produce daños en nuestro cuerpo de un modo u otro. Además de los daños físicos, psíquicos y espirituales, la alimentación animal ocasiona una estrecha unión con la tierra.


El hombre caído, a medida que fue hundiéndose cada vez más en el campo de vida material, adaptó también su régimen alimenticio a sus sucesivos estados de vida. Algunos esoteristas han afirmado que esta adaptación resulta de una directriz divina, lo cual es totalmente erróneo. En realidad, de la misma manera que el hombre fue la causa de su propia caída, también él escogió siempre su alimentación, en concordancia con su estado de ser.

Así podemos distinguir siete fases:
10 un régimen de frutas, compuesto de productos del reino vegetal;
20 un régimen vegetal;
30 adición de alimentos producidos por animales vivos;
40 adición de carne de animales muertos;
50 adición del alcohol, que engendra una obnubilación del pensamiento;
60 adición de nicotina, que ocasiona la degradación de la esfera aural y la anestesia de la vida nerviosa, es decir, de la vida de la conciencia;
70 adición de alimentos y medicamentos sintéticos, que ocasionan alteraciones en el cuerpo vital por la mineralización de los éteres vitales.

Habiendo atravesado estas siete fases, el hombre toca ahora el fondo de este estrato. Toda la forma corpórea, en todos sus aspectos e influida por estas siete fases, se enredó y degeneró, volviéndose enferma y miserable a causa de la alimentación y de los estimulantes.
Cuando, junto a esto, consideramos aún todas las demás causas de la degradación y la interacción física, moral y espiritual entre todos estos factores, podemos darnos cuenta del estado actual del hombre.

Hay esoteristas que defienden la tesis de que el hombre ha alcanzado actualmente el punto más profundo de su caída y que ahora empieza el ascenso. Nosotros decimos que todavía existe la posibilidad de una degradación más profunda en otros estratos terrestres. ¡El que el hombre escoja un camino hacia lo alto, el que se eleve fuera de las tinieblas, depende únicamente de su decisión personal! La alimentación cristalizante y degeneradora, con consecuencias tan profundas para todo el ser humano, no le es arrebatada al hombre, sino que él debe renunciar a ella por su decisión personal.
Hay que estar maduros para esta decisión, pues no puede ser impuesta. Los hombres que toman esta decisión, lo hacen, en primer lugar, por el empuje de su pre‑recuerdo, guiado y purificado por la Jerarquía, y ellos sostienen esa decisión por un nuevo comportamiento, lo más completo posible, en el cual nada puede ser olvidado. El candidato al camino de la liberación necesita, en primer lugar, liberarse de los narcóticos, aboliendo con ello las fases quinta, sexta y séptima de su caída.

El alcohol, como todo el mundo sabe, oscurece el pensamiento. Incluso la dosis más pequeña tiene ya un efecto poderoso en la glándula pineal y en la hipófisis. El alcohol expulsa la conciencia positiva y vuelve al hombre accesible a toda clase de fuerzas e influencias negativas.


La nicotina engendra directamente una degeneración de todo el sistema respiratorio, del santuario del corazón, de la sangre, de los órganos sexuales y del sistema nervioso. El tabaco es una planta influida por el planeta Marte. Este narcótico marciano influye sobre el hierro de la sangre, la pigmentación roja de la sangre, los órganos sexuales, los nervios motores, el hemisferio cerebral izquierdo, el movimiento de los músculos, el cuerpo del deseo, el segmento motor de la médula espinal y el recto. Actúa como estimulante, volviendo al hombre explosivo y violento; éstas son las propiedades patológicas del narcótico de Marte. Los efectos del uso y del abuso de la nicotina son la anemia, los excesos sexuales, las alteraciones nerviosas, la parálisis infantil, las afecciones de la médula espinal, las hemorroides y, en asociación con otros males, el reumatismo.
Lo que el alcohol engendra en parte y temporalmente, la nicotina lo hace continuamente; vuelve al ser humano dependiente por completo de las fuerzas terrestres y le somete a los espíritus ligados a la tierra. ¡Hace que el hijo pródigo se contente con su alimento de puercos!
Los otros narcóticos, además de sus características propias, producen efectos análogos a los del alcohol y la nicotina.
Los productos sintéticos en el campo de la alimentación y de los medicamentos causan una desnaturalización del cuerpo vital. Este pierde su vibración personal y adquiere una semejanza cada vez mayor con el éter planetario. El hombre se aproxima así a un estado cada vez más cercano al mineral, lo que representa el estado más profundo de cristalización y mineralización. Y así se cierra la cadena.
El candidato que se ha liberado de la quinta, sexta y séptima fase de su degradación, también deberá liberarse de la cuarta: la del empleo de alimentos a base de carne y productos de animales muertos. Cuando haya sobrepasado esta fase, considerará este hecho como base elemental del gran objetivo de su aprendizaje y deberá actuar con la mayor prudencia en el desenvolvimiento ulterior de su alimentación, teniendo gran cuidado de no caer en el extremismo ni en la exageración.
En general, nuestra alimentación debe componerse de frutas, verduras y otras plantas comestibles, ciertos condimentos vegetales, y alimentos producidos por animales vivos que se alimentan de vegetales. Un régimen debe establecerse siempre individualmente, y se debe tener mucha prudencia en la prescripción de reglas. Cada cual es libre en la materia y no puede imponer a otro su modo de ver, ya que un individuo puede necesitar más proteínas, más azúcar, más grasas o más minerales que otro.

Hasta ahora hemos examinado estas cosas exclusivamente desde el punto de vista de la Escuela Espiritual y al servicio de sus alumnos. No obstante, existen también otros puntos de vista, como las tan importantes consideraciones éticas, que no podemos dejar de mencionar. Consideramos el vegetarianismo como un recurso mucho más importante para la desaparición de las guerras y otras atrocidades que todos los tratados, convenciones, alianzas entre los pueblos y otros compromisos políticos. Porque es un hecho comprobado que prácticamente la mayoría de los vegetarianos éticos son humanitaristas, y un humanitarista es, evidentemente, en toda circunstancia, un hombre de paz.


Nosotros tenemos objecciones contra el humanitarismo, pero ciertamente no en este punto. El humanitarismo es dialéctico y como tal nunca es liberador, aunque puede contribuir al nacimiento de una búsqueda consciente y liberadora. Pero si un hombre permanece en el humanitarismo, esto se vuelve nefasto.
El vegetarianismo ético enseña que un verdadero ser humano no debe destruir una vida animada, excepto en caso de legítima defensa. Y, considerando que el alumno en la Escuela Espiritual tiene igualmente un gran respeto por la vida, también él es vegetariano ético. Sin embargo, sobre la base de su discernimiento, es mucho más realista.
El vegetariano ético se apiada, con razón, del sufrimiento de los animales y se siente desolado ante la crueldad humana para con ellos. Las atrocidades cometidas en los mataderos y la vivisección, así como los placeres perversos de la caza, le llenan de la más profunda aversión. Le parece incomprensible que las mujeres puedan envolverse con tanto placer en abrigos de pieles, sin conmoverse de modo alguno por el hecho de engalanarse con la piel de animales abatidos deliberadamente para ellas.
Además de los motivos éticos, hay también una objeción esotérica en el uso de pieles y plumas. Los cabellos del hombre y los pelos del animal forman un campo magnético con un poder positivo y otro negativo, un poder irradiante y otro atrayente. El pelo bien preparado guarda sus propiedades, incluso después de la muerte de su poseedor. El que se envuelve en pieles animales es influido inevitablemente por su campo de radiación animal.
El humanitarista, el vegetariano ético debe comprender bien que su actitud, como base de su esfuerzo hacia una vida perfectamente santificada, no pasa, a fin de cuentas, de un cambio de acentos y que es necesario que su comprensión se amplie y profundice. En cualquier caso, el hombre es igualmente culpable de causar la muerte, cuando destruye o come los productos del reino vegetal. Es un hecho indiscutible que la planta reacciona al dolor, a pesar de estar menos animada que el animal, o animada de modo diferente. Usted ha de comprender que en la dialéctica un reino es destruido por otro, porque uno vive a expensas del otro. Rudolf Steiner dice en una de sus obras: "Cuando respiro, el aire muere". Y tiene toda la razón.
Todo esto debe conducir a la comprensión de que el hombre vive en un mundo inarmonioso, y que debe buscar de modo inteligente y consecuente el camino para el ascenso a una vida superior.
Existe también el llamado vegetarianismo utilitario. Según esta corriente, el vegetarianismo volvería al hombre sano. Esto, sin embargo, es falso. El vegetarianismo, como método de curación, puede presentar aspectos muy importantes, pero la cura, por éste u otro método, sólo será pasajera mientras el hombre persista en sus errores. A lo sumo, el vegetarianismo produce apenas un aplazamiento en los procesos patológicos. El vegetarianismo utilitario busca la salud según esta naturaleza.
Y nosotros decimos: ¿Qué vale todo esto? ¡Lo que usted precisa es elevarse por encima de este orden natural!



Actualmente es necesario que combinemos nuestra alimentación de la manera siguiente: frutas, verduras, grasas vegetales, cereales y hierbas; leche, productos lácteos y huevos.
Estos productos directos de los reinos vegetal, animal y mineral mantienen nuestra estructura corpórea en buen estado, concentrado, dinámico y normal.
No hay que olvidar, después de esta enumeración práctica, que los motivos espirituales en favor del vegetarianismo, que hemos mencionado, son los de mayor importancia para el alumno en el camino.


                                                                          

                                                                 Capítulo 20

                                                   La doble unidad cósmica (I)

Como introducción al tema de este capítulo, invitamos vivamente al lector a tomar conocimiento de la Primera Epístola a los Corintios, capítulo 11, versículos 2 a 16. Contiene un tema extremadamente complejo, pues trata de las relaciones entre el hombre y la mujer, las cuales han degenerado más que cualquier otra cosa en la vida. Es además un asunto de importancia capital, ya que si deseamos recorrer el camino de la iluminación espiritual, debemos conocer las leyes de la doble unidad cósmica y aprender a vivir en concordancia con ellas.
Esta parte de la Primera Epístola a los Corintios fue siempre causa de incesantes luchas y conflictos. Debido a lo que allí se dice, ciertas personas muy rígidas y ortodoxas continúan exigiendo a la mujer el uso de cabellos largos y el mantener la cabeza cubierta en el interior de la iglesia. Sin embargo, el número de las que actúan conscientemente contra esto aumenta de día en día. Las muchachas de los círculos ortodoxos se han liberado de este yugo y, como no se puede modificar esta tendencia, se evita juiciosamente hablar de ello. Se han elevado muchas protestas provenientes de diversos sectores contra los preceptos de los versículos citados, formuladas especialmente por mujeres.
La cuestión se vuelve aún más seria cuando, según la interpretación exotérica, la mujer sólo está ligada a Cristo en segundo grado, ya que "el hombre es la cabeza de la mujer, y entre ella y Cristo se encuentra el hombre, de la misma manera que Cristo se encuentra entre el hombre y Dios". De hecho, es perfectamente comprensible el preguntarse qué debemos pensar al respecto. Las dificultades para llegar a una comprensión exacta no disminuyen cuando se verifica que estas mismas enseñanzas se encuentran en otros Libros Sagrados.
El olvido absoluto de la mujer que Mahoma hace en su sistema religioso se debe a tales enseñanzas. Según él, las mujeres no poseen alma y nunca podrán tenerla.
Sea como sea, se ve clarísimamente que los teólogos no encuentran la solución del problema. Nadie cree ya que la eterna bienaventuranza de la mujer pueda depender de tener o no la cabeza cubierta. Los que denigran la Biblia tienen aquí abundante material para ello. Pablo es descrito como un misógino, como alguien que tal vez ha experimentado dificultades con una suegra autoritaria, etc...
Pero todo cambia cuando examinamos estas cosas a la luz de la ciencia gnóstica. El deseo de Pablo al decir: "Quisiera que comprendieseis estas cosas", ha sido entendido por muy pocas personas. Hablamos de esto porque comprendemos algo de sus indicaciones y porque sentimos la gran necesidad de ello.



Aunque los Rosacruces conocen y reconocen que existe una paridad perfecta de valores en los planos espirituales, morales y materiales, entre el hombre y la mujer, también reconocen, sin embargo las grandes diferencias que existen entre ambos. Las diferencias físicas, por ejemplo, saltan a la vista. Hay tres diferencias esenciales que aparecen en los tres grandes centros de nuestra manifestación: en el centro de la pelvis, en el centro del corazón, y en el centro de la cabeza.
El misterioso proceso del metabolismo de las células cerebrales es en la mujer totalmente distinto que en el hombre. Existe una diferencia total en la actividad de las glándulas de secreción interna, en la actividad de los átomos semilla, en la actividad y naturaleza de la sangre, etc. La temperatura de la sangre también es diferente. Todo esto hace que, indiscutiblemente, el hombre y la mujer se manifiesten diferentemente en cuanto a la conciencia, al alma y al cuerpo, tanto en los planos más sutiles como en la esfera material. Todas estas diferencias son explicables por el hecho de que los arquetipos ‑las matrices espirituales por las que se realiza nuestra triple manifestación‑ son diferentes para el hombre y para la mujer, y todo lo que está presente en el espíritu debe manifestarse en la materia.
No es correcto lo que pretenden algunas doctrinas teosóficas y orientales, según las cuales no existe en el espíritu diferencia alguna. Estas aserciones han nacido porque de esta manera se ponía fin, de un solo golpe, al problema tan difícil y complicado del hombre y de la mujer. Así se daba un pequeño consuelo a la mujer, quien la mayoría de las veces fue reducida a una posición miserable. Al enseñar a una mujer que más tarde todos serán iguales, se está sugiriéndole que debe soportar aquí abajo y ahora una injusta desigualdad. Frecuentemente, este método es aplicado también en los casos de desigualdades sociales y económicas.
Es un hecho científico que las diferencias orgánicas fundamentales que existen en los cuerpos del hombre y de la mujer, incluso en las células, existen también en las estructuras de sus almas, en sus estructuras espirituales y en sus arquetipos; y también se encuentran en los principios monádicos y en el plan de Dios. No podría ser de otro modo, puesto que todo cuanto existe se manifiesta a través del espíritu.
Y así constatamos que existe: una creación divina hombre, y una creación divina mujer, y que estos dos aspectos forman juntos la ola de vida humana. Estos dos aspectos de la ola de vida humana deben coronar de manera perfecta el plan divino, cumpliendo cada uno su propia vocación.
La memoria de la naturaleza enseña que el átomo original de la ola de vida humana poseía dos núcleos, dos entidades que, en numerosos aspectos, eran la imagen reflejada uno del otro, pero que diferían orgánicamente por el hecho de que difería también el pensamiento espiritual básico de estos dos núcleos. Cuando observamos al ser humano en su forma celeste, como habitante del Orden de Dios ‑y algunos han tenido ese privilegio‑, vemos claramente al hombre y a la mujer. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con la ola de vida de los ángeles. Sobre todas estas cosas basa Pablo su razonamiento, que contiene un importante fragmento del conocimiento gnóstico; conocimiento tan profundo que, en ciertos círculos, los pasajes citados fueron declarados no auténticos.


Si el hombre desconoce las grandes diferencias fundamentales entre el hombre y la mujer, y no posee una correcta comprensión de lo que actualmente se requiere de cada uno de ellos, entonces surgen las mayores desdichas, ya que la vocación del hombre es volver a ser un ser humano verdadero, y él sólo volverá a serlo cuando haya aprendido a responder a la vocación que le es destinada como hombre o como mujer, y, sobre todo, cuando hayamos podido restablecer la correcta relación y colaboración entre ambos.
Numerosas personas, principalmente en los círculos humanitaristas, se sublevan contra los conceptos de Pablo ‑que son las enseñanzas de Cristo‑ y, por lo tanto, también están en contra de nosotros. Esto no nos impedirá decir y enseñar lo que la Jerarquía ha revelado en su Enseñanza Universal, pues no se trata de la emancipación de la mujer, ni de un posible autoritarismo del hombre, ni tampoco de la aparente dirección del mundo por el hombre, cosa que por otra parte no es cierta, ya que detrás de cada hombre hay una mujer. ¡De lo que se trata es de volverse verdaderos seres humanos, respondiendo a esta doble vocación!
El gnóstico sabe que el varón posee un cuerpo material polarizado positivamente, un cuerpo etérico polarizado negativamente, un cuerpo astral polarizado positivamente, y un poder del pensamiento polarizado negativamente. Por positivo queremos decir: creador, dinámico, exteriorizante, radiante; por negativo: receptivo, que engendra.
El ser de la mujer está polarizado inversamente, es decir, posee un cuerpo material polarizado negativamente, un cuerpo etérico polarizado positivamente, un cuerpo astral polarizado negativamente, y un poder del pensamiento polarizado positivamente.
Esta polarización inversa debe ser la base de una colaboración armoniosa, libre y espontánea. Puede ser la base de un inmenso desarrollo y de una manifestación grandiosa. Puede hacernos conscientes del maravilloso don divino que el ser humano recibió en la doble unidad cósmica.
Cuando dicha colaboración se fundamenta únicamente en las diferencias biológicas y psíquicas, tal como se manifiestan en la conciencia del yo, surge inevitablemente una explotación recíproca en la que ninguna de las partes hace a la otra la menor concesión. Si observamos esta colaboración, efectuada totalmente en el plano de la naturaleza dialéctica, obtenemos la imagen siguiente:
a) la mujer trata siempre de influir y dominar el pensamiento masculino por medio de su facultad mental positiva;
b) si lo consigue, despierta con ello el cuerpo del deseo positivo del hombre;
c) entonces, por el dinamismo del deseo masculino
d) la inclinación sanguínea se despierta y el cuerpo material se activa por la influencia del cuerpo vital, con lo que,
e) el cuerpo material pasa a la acción.

Por consiguiente, se esclarece el sentido de la frase de la Biblia: "La culpa viene de la mujer", significando, en la práctica, que los dos sexos se masacran mutuamente.


Si el hombre quiere ser salvado de la marcha circular de la dialéctica, Cristo debe incidir en su ser. El Espíritu Santo debe volverse activo en el hombre. La Jerarquía, o Cuerpo Viviente de Cristo, debe hacer sentir su fuerza triplemente.
La redención no puede obtenerse con la sola colaboración del hombre y de la mujer, porque esa colaboración está perturbada. Una potencia extranjera debe intervenir para restaurar el proceso original.
En este proceso de redención, el Espíritu Santo influye, en primer lugar, en el poder del pensamiento negativo del hombre, en cuya sustancia cerebral existe un punto de contacto inviolado donde esa fuerza puede realizar su contacto: la pineal.
Este contacto sólo podrá realizarse después del cambio fundamental. Tan pronto como el pensamiento negativo del hombre se vuelve receptivo al Espíritu Santo y su ser del sentimiento y de la voluntad (su cuerpo astral) es así activado para la nueva vida, ese estado ejercerá una gran influencia sobre el cuerpo astral negativo femenino, es decir, sobre el ser de la voluntad y del sentimiento femenino. Sucede entonces que a través del hombre y por el Espíritu Santo los dos cuerpos astrales son impulsados a la actividad por la Jerarquía. En este proceso, el poder del pensamiento positivo femenino es dejado a un lado conscientemente.
De cuanto precede, no se debe deducir que la mujer sea incapaz de recibir al Espíritu Santo de forma directa e independiente. Esta suposición sería inexacta, ya que, así como el Espíritu de Dios encuentra al hombre en el santuario de la cabeza, del mismo modo, después del cambio fundamental, encuentra primero a la mujer en el santuario del corazón.
Ese encuentro es, en primer lugar, racional, un encuentro en el fuego del espíritu. Pero a su vez, el encuentro de Dios con la mujer es, en primer lugar, moral, o sea, un encuentro en la luz del alma. En otros términos: el hombre debe transmitir el elemento fuego que recibe de Dios al alma femenina, a su santuario de la Luz. Los elementos racional y moral, unidos así, conducirán al ser humano a la actividad liberadora.
Por consiguiente, cuando ambos cuerpos astrales, denominados ser del sentimiento y ser de la voluntad, son activados por el Espíritu Santo, el camino hacia la verdadera actuación en colaboración se abre totalmente y así se manifiesta la actividad liberadora.
A través de este proceso en el ser de la mujer, mediante el cuerpo astral purificado y el polo negativo del intelecto, el poder del pensamiento femenino recobrará de nuevo su lado positivo y liberador. Eva, la Madre de los Vivos, podrá comenzar de nuevo su gran tarea del principio.
Sólo cuando el hombre es así inflamado de nuevo por el Espíritu de Dios, la colaboración liberadora se vuelve posible, ni antes ni después. Esa es la colaboración liberadora que denominamos la "doble unidad" cósmica, y el matrimonio debe, en principio, fundamentarse en ella. Por el cambio fundamental, la Jerarquía de Cristo comienza a vivir de forma consciente en su ser. Si este no es el caso, el matrimonio es sólo un fenómeno biológico‑dialéctico, que puede ser útil y puede proteger contra una caída más profunda; sin embargo, para este tipo de hombre y para esa especie de matrimonio se aplican las palabras: "Aquél que se casa hace bien, mas aquél que no se casa hace mejor... Pero es mejor casarse que abrasarse." (1 Corintios 7).


Puede ser demostrado de modo gnóstico‑científico que, en el estado actual, el único camino de liberación consiste en un proceso que puede ser esquematizado así: Dios‑Cristo‑hombre‑mujer. Sobre esta base está establecido el sagrado sacramento del matrimonio, sacramento que puede ser una gracia, pero también un gran peligro. El matrimonio biológico‑dialéctico, por lo tanto, no tiene ninguna necesidad de tal sacramento.
¿Qué tiene que ver todo esto con el llevar un velo sobre el cabello de la mujer? Comencemos por la explicación simbólica.
Orar es abrirse a la esencia de Dios. Profetizar es testimoniar, es decir, dar la prueba de lo que puede ser captado filosóficamente por la potencia cognoscitiva purificada, después de que el misterio divino se haya revelado a dicho conocimiento. Cuando el hombre cierra su poder del pensamiento al ser de Dios, al contacto crístico, se encuentra en la vida "con la cabeza cubierta". Cuando la mujer cierra su corazón, su ser del sentimiento y de la voluntad, al contacto Crístico, y se esfuerza por asimilarlo primero por el poder del pensamiento, ella se encuentra en la vida "con la cabeza descubierta".
Repetimos para mejor comprensión que el toque divino se produce en el hombre primero a través del poder del pensamiento y en la mujer primero en el santuario del corazón. Por esto el hombre es el pensador, el que penetra y discierne, y la mujer la animadora.
El hombre, en calidad de "Manas" (el pensador), es la magnificencia de Dios; la mujer es la magnificencia del hombre.
En este último caso, "magnificencia" es sinónimo de "alma", lo que quiere decir "luz". En realidad habría que decir: la mujer es la luz del hombre. En la comunidad con el Señor, la mujer no es nada sin el hombre y el hombre nada sin la mujer.
Para no perturbar esa armonía, esa conducta equilibrada, la mujer debe dominar su mente para refrenar su tendencia a afrontar el trabajo espiritual primero a través del pensamiento. O, como dice Pablo, para "apartar a los ángeles impostores". ¡Ese poder protector sobre la cabeza no tiene nada que ver con tener la cabeza cubierta! Es un dominio consciente e interno sobre la cabeza, mediante la actividad interior de la luz del alma.























                                                                 Capítulo 21

                                                  La doble unidad cósmica (II)

Después de las explicaciones dadas en el capítulo anterior, será bueno fijar todavía la atención sobre la gran importancia del cabello del hombre y de la mujer, puesto que entre ellos hay una diferencia esencial.
Cada pelo es un organismo en sí mismo y no está compuesto por las células muertas de la piel, tal como pretende la ciencia. El cabello es una parte viva de nuestro cuerpo que puede ser destruida por tratamientos químicos, por ejemplo. Cada raíz capilar, situada en la piel, está en unión con la sangre y los nervios, y es alimentada por ellos. Los cabellos ejercen la función de descargar al exterior las tensiones ejercidas sobre los nervios y la sangre, y de absorber fuerzas para el organismo. Por esto forman parte integrante del cuerpo etérico.
En lo que concierne a la descarga de presiones, es preciso saber que el cabello de la mujer es un campo de radiación, mientras que el del hombre es un campo de asimilación. Por esto, los cabellos del hombre plantean otras exigencias que los de la mujer, en virtud de su diferente constitución. El cabello debe estar bien cuidado y cualquier esfuerzo por conseguirlo es muy conveniente. Debido a la ignorancia moderna, estos cuidados han sido llevados en una dirección errónea, haciendo surgir por un lado costumbres antinaturales, y por otro negligencia y fealdad.
Pablo testimonia que los cabellos de la mujer le han sido dados como velo, es decir, como campo de radiación. Por el poder irradiante de los cabellos femeninos, el resultado del proceso de asimilación aural puede ser irradiado en el campo de vida material. La ciencia gnóstica nos da a este respecto directrices muy claras. Cuando Pablo nos habla de costumbres antinaturales, demuestra un gran conocimiento.

En lo que se refiere a la colaboración y a las relaciones entre los dos sexos, será conveniente llamar su atención de nuevo sobre las palabras de Pablo en el capítulo 5 de la Epístola a los Efesios. Pablo testimonia ahí que si el hombre tiene respeto ante el Cristo, si le conoce y confiesa, debe admitir que el hombre es la cabeza de la mujer, como Cristo es la cabeza de su comunidad, y que la mujer debe respetar a su marido y estarle sumisa, del mismo modo que la comunidad está sumisa a Cristo.


Estas citas de la Epístola de Pablo a los Efesios han provocado siempre mucho sarcasmo y nuestra época moderna también las rechaza. La fórmula matrimonial ortodoxa clásica es omitida por los clérigos éticos, tal es su ignorancia. Añadimos: tal es su necedad. Quizás el lector sienta también elevarse en él toda una serie de protestas.
Todas las dificultades, todas las protestas y todos los sarcasmos son ocasionados por querer ver y comprender estas cosas según sus relaciones dialécticas. Las indicaciones de Pablo constituyen un peligro si las colocamos en el plano dialéctico, y la ortodoxia demuestra a este respecto una gran necedad. Estas palabras de Pablo hacen alusión a un profundo misterio, a un secreto de salvación.
Si un hombre de carácter primitivo, lee el capítulo 5 de la Epístola a los Efesios, y dice: "¡Magnífico, entonces quien manda soy yo!", no dejará de ser un pobre desgraciado. De igual forma, la mujer que se comporta como esclava, siguiendo los preceptos de Pablo, no deja de ser de la misma categoría. La incomprensión en la materia vuelve muchas veces dramática la vida de la mujer, y es muy comprensible que la mujer emplee, por ejemplo, el feminismo o la astucia para poder mantenerse. Si no puede ver ni vivir las citadas palabras de Pablo en relación con nuestro tema a la luz de la Enseñanza Universal, no tendrá para usted el menor sentido y serán incluso un peligro.
Profundicemos, pues, en este secreto de salvación. En el Reino de la Luz, en el Orden de Dios, en el Reino de los Cielos donde vive y está el hombre celeste, se manifiesta una doble unidad cósmica absoluta, tanto en sentido general como en sentido muy personal. En ese Reino no encontramos a una humanidad hermafrodita, sino que allí se manifiesta la perfección de dos olas de vida de la humanidad.
El matrimonio en la dialéctica es un fenómeno meramente biológico, y una colaboración armoniosa mutua es imposible a causa de la enemistad engendrada por el instinto de auto‑conservación. El matrimonio en la dialéctica sólo es santificado cuando constituye una puerta abierta para la eternidad, cuando sirve a los procesos de la Estática. Sólo entonces, en la decadencia de este mundo, esta colaboración puede tener un significado.
Pablo testimonia en estos términos: "Grande es este misterio, sin embargo, digo esto teniendo en vista a Cristo y a la Ekklesia". El hombre que es incapaz de sondear este misterio, se encuentra ante un problema insoluble.
En el capítulo anterior hemos explicado la estructura cósmica del hombre y de la mujer, es decir, su polarización inversa y proporcional. Esta se apoya en el mandato divino conferido a las dos olas de vida, de que se transformen, por mutua colaboración, en un solo ser, en una comunidad de seres.

Cuando, en la aurora de los tiempos, la humanidad se separó del Orden de Dios y cayó en este campo de desolación, se borró de su memoria todo el recuerdo de esta comunidad original de seres. La pre‑humanidad en el campo de vida dialéctico no era asexuada, sino infantil y sin recuerdos.


Ahora bien, como en ningún campo de vida es posible una creación y una regeneración sin la colaboración de los dos polos humanos, la humanidad obtuvo de nuevo la conciencia de su dualidad en el campo de vida dialéctico. De aquí la frase del Génesis: "No es bueno que el hombre esté solo". Entonces, Dios hizo descender un profundo sueño sobre Adán, es decir A.D.M., la humanidad. Se desarrolló un doble ensombrecimiento del Espíritu Santo, uno sobre el hombre y otro sobre la mujer; un ensombrecimiento designado como "sueño". Sus dos santuarios de la luz, los centros del corazón, fueron tocados en ese "sueño" por esa influencia ejercida sobre la conciencia, en la mujer directamente y en el hombre por mediación de su pensamiento receptivo. Al despertarse, los dos se volvieron conscientes el uno del otro, apareciendo entonces un verdadero lazo de amor. La mujer había nacido de la costilla del hombre y el hombre de la costilla de la mujer.
"¡Qué absurdo!", dirán muchos. Cuando un hombre y una mujer reconocen "al otro" en un lazo de amor perfectamente puro y casto, ese reconocimiento se efectúa por mediación del fuego espiritual espinal. Ese fuego espiritual espinal da nacimiento a una luz en el santuario del corazón a través de una de las costillas. El esternón, el timo y ciertas partes del santuario del corazón desempeñan aquí un papel importante. Tan pronto como esa luz arde en el corazón, uno reconoce al otro. El y ella se despiertan del sueño del olvido y el proceso de colaboración consciente comienza.
No está de más insistir en que este "reconocimiento" se refiere al contacto cósmico original e impersonal, y que ese impulso y ese anhelo de colaboración consciente se apoya en lo más profundo del ser.
Esto era así en el pasado, en la aurora de nuestra existencia en el campo de vida dialéctico, y esto es aún así en nuestros días. Este "reconocimiento", en el sentido indicado, sólo es posible mediante el alma que ha madurado para ello; la personalidad terrestre nunca lo podría alcanzar. Debido a la gran degeneración que se acentúa de siglo en siglo, el poder de reconocimiento cósmico original ha degenerado totalmente; se ha vuelto un laberinto inextricable, trivial y corrompido, en concordancia con el estado de ser actual del hombre. La enseñanza original, sin embargo, coloca nuevamente al alumno ante la exigencia y el Plan de Dios para el mundo y la humanidad, ante Cristo y la Ekklesia, ante la revelación pura y la ley original. Y así, sobre la base original y según el método original, los hermanos y hermanas se reconocen mutuamente.
El "reconocimiento" tiene lugar de la misma forma cuando dos almas recorren, en colaboración, el camino de la luz. "Cuando un hombre ve esta luz, deja a su padre y a su madre y se une al otro. Y los dos se vuelven un mismo ser (cósmico)". Si usted comprende este proceso y la estructura cósmica del hombre y de la mujer, estas palabras de Pablo adquieren una gran claridad para usted.
Prestemos ahora atención al Evangelio de Mateo (19:1‑12), para ver qué dice Cristo de estas cosas, y por tanto ni Pablo ni el Antiguo Testamento.
Algunos fariseos se acercaron a él para ponerle a prueba. Acerca de la realidad desgarrada, le señalaron situaciones dialécticas especiales, oponiéndole toda clase de disertaciones dialécticas. Trataban de sustraerle a su gran misión y buscaban un compromiso.
"¿No puedo salir de ahí?", pregunta la realidad rota. La respuesta dice: "No habéis leído... ¿Por qué Moisés prescribe normas dialécticas para el matrimonio?" (Pablo lo hace también en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 7). "Es a causa de la dureza de vuestros corazones, a causa del estado dialéctico de este mundo, pero en un principio no fue así".


Los alumnos que ven esto, dicen tal vez, al igual que los discípulos del Señor: "Si esto es así, más vale ignorar el matrimonio terrestre dialéctico". Este punto de vista es, por supuesto, incorrecto e incluso extremadamente peligroso. Ahora bien, en ciertos casos, será preferible no contraer matrimonio en el sentido dialéctico de la palabra. Sin embargo, en general no se puede ni se debe negar las bases fundamentales de la existencia. No podemos escapar a la estructura cósmica de las cosas, y estamos obligados a hacer de ello, en la fuerza de Cristo, algo bello y espléndido. El alumno que recorre el camino es perfectamente capaz de triunfar en este sentido.
En la Escuela Espiritual hay tres grupos de personas: los "circuncisos" de nacimiento, los "circuncisos" por los hombres, y los "circuncisos" por decisión personal. Estas palabras son consideradas muchas veces como sinónimos de "castración", "negación del matrimonio". Sin embargo, la "circuncisión", en el sentido de las Sagradas Escrituras, es precursora del bautismo. Circuncisión y bautismo quieren decir: volver a estar unidos a la fuerza de Cristo, a la Jerarquía.
Hay personas que llegaron a realizar esta unión mágica en una existencia precedente. Hay quienes, gracias a la benedictio, llegan a realizarla actualmente. Y hay quienes llegan a participar de esta posesión por esfuerzo personal. Todas estas personas que, por el cambio fundamental, están en crecimiento según el hombre celeste, nada deben temer del matrimonio dialéctico. Pueden encontrarse en un estado de correcta colaboración. El matrimonio perecedero, si éste se coloca en su camino, podrá ser para ellos una puerta para la liberación.
¡Que el que pueda comprenderlo, lo comprenda!





































                                                                 Capítulo 22

                                   Nuestras relaciones con el Estado y la política

La cuestión de la relación de la Escuela de la Rosacruz con el Estado y la política, y los problemas afines, como por ejemplo el del militarismo, siempre han hecho surgir numerosos conflictos en el transcurso de los años. Continuamente se nos interroga a este respecto.
Cuando la Rosacruz expone su punto de vista sobre estas cuestiones, los colaboradores no pueden dejar de sentir a veces una sensación de soledad, al considerar la posición generalmente muy particular de la Rosacruz. En ningún medio social se está de acuerdo con nosotros sobre estos temas, ni tampoco en los ámbitos religiosos o políticos, y aún menos en los grupos humanitaristas. El humanitarismo, especialmente el humanitarismo con tendencia antimilitarista, nos fue muy hostil en el transcurso de los años. Indispusimos particularmente a sus damas militantes, habituadas a festejar anualmente su marcha por la paz.
En nuestro trabajo podemos llegar a encontrar divergencias de opinión netas y profundas, las cuales son penosas y nos alcanzan dolorosamente. No sucede lo mismo con las cuestiones económicas y políticas, con respecto a las cuales las divergencias de opinión no nos afectan. Al contrario, éstas ayudan a esclarecer las cosas. Ya que si hay diferentes puntos de vista a propósito de estas cuestiones, sabemos que este conflicto conducirá inevitablemente a una elección: querer ser alumno de la Escuela Espiritual en todo el sentido de la palabra o no; querer recorrer el Camino de la Rosacruz o no.
Ningún campo de trabajo está interesado en que en él se acumulen tensiones causadas por opiniones divergentes. Si usted desea acercarse al campo de trabajo de la Rosacruz, deberá reflexionar antes de empezar. Es indispensable una concepción clara; si usted pusiese en tela de juicio algún punto de vista adoptado por nosotros, sería mejor que no se adheriese a nosotros.
La Rosacruz es una Escuela que propaga la Enseñanza Universal, la cual no permite entrar en debates, ya que no presentamos nuestra propia opinión, sino la filosofía de la Rosacruz de Oro. El hecho de que usted juzgue dicha filosofía demasiado avanzada o demasiado sencilla, peligrosa o liberadora, nos es igual. Nosotros debemos contactar con los que pertenecen a nuestro campo de trabajo, los cuales vendrán a pesar de todo.



Tal como hemos dicho muchas veces, nos encontramos en medio de una revolución mundial, y los años venideros estarán marcados por violentas perturbaciones. Todo lo que se desarrollará será muy interesante, y su naturaleza suscitará el interés general. Cada ser humano será llamado a participar continuamente en una incesante actividad en la línea horizontal. Esto podrá dar la impresión de que nosotros no podemos sustraernos a estas cosas.
Sin embargo, la Rosacruz da la siguiente advertencia a sus alumnos: "No tomen partido en este violento torbellino de actividades dialécticas, no se arrojen a este fuego de la destrucción, sino conserven sus talentos, sus fuerzas y su vitalidad para el trabajo que la Escuela Espiritual requiere de ustedes". Este trabajo será muy concreto, muy vital y también muy visible.
Hay que comprender muy bien que no se trata en modo alguno de sustraerse de la vida dialéctica, sino que la posición de la Rosacruz con respecto a estas cosas, es una consecuencia del camino que anuncia y enseña a sus alumnos; este camino les lleva a "estar en el mundo, sin ser del mundo". El alumno debe tender, en primer lugar, a no ser ya de este mundo. Sólo así podrá manifestarse en el mundo según las exigencias de la Jerarquía. Entonces es un maestro, un poseedor de la Piedra.

El llamado "Diploma de Bacstrom", antiguo documento de admisión en la Fraternidad de la Rosacruz, que data del año 1794, dice:

Prometo solemnemente, caso de que me volviera un maestro, un poseedor de la Piedra, por una parte no asistir, ayudar o sostener nunca, con oro o plata, a cualquier gobierno, príncipe o soberano, de cualquier forma que sea, a no ser por la del pago de impuestos. Por otra parte, no ayudar nunca a un partido o clase de un pueblo a fomentar una insurrección contra el gobierno. Dejaré los asuntos públicos y los decretos al gobierno de Dios, que ejecutará los acontecimientos ya predichos en el Apocalipsis de Juan, los cuales se acercan rápidamente. No me mezclaré en los asuntos del gobierno.

A la primera lectura de esta declaración de principios, parece imposible que una persona de ideal humanitarista o clerical esté de acuerdo con este programa. Para él es demasiado neutral.
El poseedor de la Piedra, no obstante, no es conservador ni reaccionario, no tiene miras ni hacia la derecha ni hacia la izquierda. Con sus dones espirituales (representados en el diploma con el "oro") y con los de su alma (representados por la "plata") se coloca al servicio exclusivo del Gobierno de Dios, es decir: él conoce el trabajo de la Jerarquía de Cristo en la dialéctica y lo sirve. Encontrándose al servicio del gobierno de Dios, no sirve a ningún esfuerzo nacido de un círculo de pensamientos dialécticos. Se mantiene apartado de cualquier desarrollo político, social y económico de este mundo, y con ello, de cualquier gobierno, ya que son la expresión, el reflejo y el símbolo de todo aquello.
El poseedor de la Piedra ve desde lo alto, en el campo de vida dialéctico, una muchedumbre que lucha en este infierno, buscando una salida que existe, buscando una luz que existe, buscando una solución que existe. En resumen, constata la existencia de un estado de locura, percibe el descarrilamiento de la máquina mundial.


Pero él no se pone a gritar con las hordas prisioneras en la ilusión, no se coloca una etiqueta dialéctica en el pecho, sino que se prepara para trabajar en este infierno, tal como le ordena el gobierno de Dios ‑la Jerarquía de Cristo‑, de manera perfectamente responsable, gnóstica y científica.
Esto puede suceder en todas partes. Conocemos hermanos que, en un momento dado, han defendido ideas profundamente humanitarias que pueden tener consecuencias muy particulares. También hay hermanos que, en determinado momento, se han encontrado activos en campos resueltamente conservadores, liberales o capitalistas. Los conocemos igualmente en la Unión Soviética, así como también en el campo anarquista y en el terreno rigurosamente ortodoxo. Todos ellos trabajan, sin por ello comprometerse, totalmente libres, de modo que puedan retirarse siempre en el momento debido.
Así se conduce una lucha grande e inteligente con vistas a la liberación de la humanidad, una lucha que podría ser calificada de antidialéctica. Por esto, ningún hermano se deja atar ni ser retenido por consignas o ideas dialécticas.
Por la actividad de la Jerarquía de la Fraternidad Universal en este mundo, Cristo se vuelve y es uno de nosotros, a pesar de no ser, bajo ningún concepto, de este mundo. ¡Su Reino no es en ningún caso de la dialéctica! El maestro de la Piedra se encuentra a su servicio y le sigue en su camino. Trabaja en la dialéctica, porque el Reino de los Cielos debe ser poblado desde este mundo, porque el hombre ha caído desde ese Reino y debe regresar a él.
Puesto que ahora el maestro de la Piedra, sus ayudantes y su campo de fuerza están activos en la materia, todos quieren servirse de ellos para sus propios fines. Tratan de convencerles diciéndoles: "Pretendéis servir al amor, a la bondad, a la verdad y a la justicia; a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad; a la no violencia. Pues bien, trabajad y aplicaos con nosotros en estas cosas".
Sin embargo, los trabajadores de la Escuela Espiritual no lo hacen. Siguen su propia estrategia: están en este mundo pero no son de este mundo.

Lo que precede nos hace comprender que todos los grupos que persiguen un fin dialéctico emplean el nombre de Cristo en su propio objetivo. Cada uno encuentra en él su justificación, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Esto explica igualmente por qué se cree poder utilizar, por todas partes, el nombre de la Rosacruz, imaginándose que nuestra filosofía puede aplicarse en todos los sentidos. Cuando recordamos nuestras experiencias, vemos claramente cómo han intentado atraernos siempre desde todos los lados, queriendo hacernos ver que "esto estaba bien, pero que debía ser reforzado", o que "aquello estaba equivocado y que debíamos suavizarlo". En esto se está de acuerdo, y en aquello en absoluto. Lanzan contra nosotros todas las acusaciones posibles. Aquí nos elogian y allí nos amonestan, etc.


Le podemos asegurar que la Rosacruz no se deja influir en nada por estas maneras de actuar. Servimos al gobierno de Dios y trabajamos juntos por una revolución espiritual total. Somos antidialécticos y tan radicales, que nadie puede ser más radical que nosotros. El radicalismo más avanzado de la dialéctica es solamente moderado en comparación con el radicalismo del verdadero cristianismo viviente. La Jerarquía de Cristo, como grandioso organismo vivo (comprendámoslo bien, no es de este mundo, pero está en este mundo, para vencerlo realmente), significa el peligro más grave para este orden mundial actual. Algunos grupos lo han comprendido muy bien en el transcurso de los siglos, y por esto las huellas del trabajo de Cristo en este mundo están marcadas con rastros de sangre.
Volvemos a decir con insistencia que todos los pros y los contras nos dejan absolutamente indiferentes. El que nos comprenda realmente, vendrá hacia nosotros y colaborará con nosotros. El que no llegue a ello, ni pueda penetrar en su sentido, no puede venir hacia nosotros ni ayudarnos. El trabajo se hará entonces sin él, aunque en cualquier caso se hará también para él.

La Jerarquía de Cristo tiene que realizar diversos trabajos en este mundo. Ha establecido una Escuela Espiritual para guiar por el camino a los aptos y a los despiertos; para atraer hacia el camino a los que poseen el pre‑recuerdo. Es un trabajo de resurrección.
Pero son necesarios igualmente un trabajo de destrucción y otro de conservación. El orden dialéctico original es conservado por el movimiento de los opuestos. Pero la naturaleza dinámica del hombre no se contenta con ser mantenida en movimiento por las oposiciones y esto produce una situación extremadamente dramática. Por ello sólo queda una salida para el hombre: recorrer el camino de la resurrección, es decir, "levantarse y volver al Padre". Si no lo hace, entra ineluctablemente en un camino degenerativo. El satanismo y la locura se desarrollan con las consecuencias más siniestras. En lugar de la liberación de la dialéctica por su superación, se produce una caída fuera de la dialéctica, una caída hacia un plano de vida todavía inferior, hacia un nadir aún más profundo. Este nadir es todavía un estado relativo, cosa perfectamente lógica. Esto significa que si la humanidad, en nuestro campo de vida, fuese abandonada a su destino, la consecuencia inevitable sería una caída más profunda y definitiva. A este respecto, basta pensar en los monos antropoides que antiguamente fueron hombres. Y hay incluso entidades que no pueden ni expresarse de esta forma, que han caído en un estado tan horroroso que, a nuestra manera de ver, están perdidos sin esperanza.
Para evitar que este destino atroz sea el destino de toda la humanidad que vive en el campo de vida actual, es aplicado un sistema: el derramar la sangre, es decir, el derramamiento de sangre según la naturaleza. Ante la inminencia de una caída más profunda, son utilizadas las circunstancias del momento, por medio del derramamiento de sangre según la naturaleza, para disminuir las tensiones existentes.
Este derramamiento de sangre según la naturaleza tiene lugar, primeramente, por la muerte, en tanto que fenómeno natural. Pero esto no es tal vez suficiente. Diversas catástrofes y accidentes ocurren para ayudar a la muerte. Pero a la larga tampoco esto basta. Vienen entonces las guerras, que vuelven el derramamiento de sangre más intenso, más considerable y general, sin que a pesar de ello y a la larga esto sea suficiente.


Cuando, en este camino regresivo, todos estos medios son agotados, toda la humanidad es liquidada de la forma más radical. Solamente una revolución cósmica, con todas sus consecuencias en todos los planos de la existencia, puede aportar entonces la solución. La historia del mundo demuestra este método. El Logos permite la desaparición de continentes enteros.
La época de las guerras, según la antigua receta, ha quedado atrás; nos encontramos en la aurora de una gran limpieza cósmica, de un inmenso trabajo de destrucción y de mantenimiento de la Jerarquía de Cristo. Así va a demostrarse, una vez más, que Dios no deja perecer la obra de sus manos. Esta es la razón por la que es denominado el Dios de la cólera que, por culpa de los malos actos de los padres, castiga a los hijos hasta la enésima generación; ésta es la eterna Ley del Amor.

Así puede usted ver que, por medio de la Escuela Espiritual, se desarrollan dos procesos: un proceso de resurrección y un proceso de mantenimiento, ambos con vistas a la liberación.
Ellos representan la realidad de las palabras de Cristo: "Vine para una resurrección y para una caída". ¡Por esto Cristo ha sido y ha de ser siempre el vencedor! Esto significa que el que no puede alcanzar la resurrección, nunca es abandonado a sí mismo, sino que, para su salvación, es demolido según esta naturaleza, tal vez junto con muchos millones más.
Cuando alguien dice: "¿Puede usted figurarse a Cristo con un fusil?", nuestra respuesta es "¡no!". Sin embargo, podemos representárnoslo como la personificación de la ley universal a la que él une nuestro ser, por la comunidad de la sangre; y esta ley, la ley del reino, actúa en un proceso de demolición según esta naturaleza, es decir: de manera regeneradora, para una resurrección, o de manera degenerativa, para una caída.
La Fraternidad Universal trabaja día y noche para vivificar para todos la primera de estas actividades de la ley universal. Si esto no es posible (y de hecho no lo será), el resto de la humanidad será tomado en la segunda actividad; y decimos: "gracias a Dios", ya que en este caso se evitará a toda la humanidad un final horroroso y terrible.
Existe todo un grupo de trabajadores que, cuando es necesario, colabora en el segundo proceso, por ejemplo, cuando se necesita derramar la sangre de esta naturaleza para traer nuevas posibilidades de preservación. Hay un gran número de figuras en el mundo que, en el momento preciso, son influidas en este sentido por la Jerarquía.
En resumen, el alumno que recorre el camino, se coloca al servicio del gobierno de Dios, de la Fraternidad Universal de Cristo. Se coloca en medio de los acontecimientos mundiales, según la labor que le es reservada en nombre de dicho gobierno.
Puede suceder, no obstante, que uno u otro diga: "Hago esto o aquello en nombre del Reino de Dios. Soy un enviado. Ayudadme, pues, a hacer lo mismo".
Si una persona es realmente un alumno de buena fe de la Escuela Espiritual y tiene una misión que cumplir, nunca dirá tal cosa, se callará. Sólo podrá pedir y recibir ayuda de los que, por su conciencia, son ennoblecidos por la comprensión. Donde hay comprensión, ya no puede haber divergencia de opiniones. Todo lo demás, toda insistencia y toda presión desde arriba es explotación.


Por esto la Escuela de la Rosacruz es una Escuela que guía a los hombres hacia la comprensión. Sólo la comprensión conduce efectivamente a la perfecta colaboración. Tener fe en una autoridad no sirve de nada.

                                                                          






                                                                 Capítulo 23

                                 Nuestras relaciones con las corrientes esotéricas

En nuestra literatura habrá leído quizás que la Rosacruz trabaja para la humanidad, pero no con la humanidad. Quien reflexione sobre este punto lo comprenderá.
Para los que no reflexionan sobre ello y, por consiguiente, no llegan a comprenderlo, el contacto con la Rosacruz debe ser muy decepcionante, ya que la Rosacruz no puede asociarse, bajo ningún concepto, con el campo de vida dialéctico ni tampoco puede ser explicada por él. Por esto nos encuentran intolerantes, o singularmente necios y locos, o fríos e insensibles, o anti‑ocultistas o arrogantes.
Cuando hablamos de "la Rosacruz", entendemos con ello algo diferente al Lectorium Rosicrucianum. El Lectorium Rosicrucianum es un punto de encuentro en el que la humanidad y la Rosacruz, la humanidad y la Vida Original, establecen su primer contacto. Podría suceder que la Rosacruz, por razones de estrategia, siguiera caminos aparentemente extraños e imprevistos, en su esfuerzo incesante en hacer del punto de encuentro un punto de unión. La mayoría del público se asombraría extraordinariamente si conociese la Rosacruz tal como es realmente.
A través de los siglos, y con fines determinados, nuestro trabajo ha sido criticado y atacado, y todavía se continúa haciendo esto. Si la Rosacruz hubiese sido conocida realmente, nunca se habría pensado en hacer tal cosa; tampoco lo harían actualmente. Nos habrían dejado en paz, juzgándonos "un caso perdido". Ser considerado como un caso perdido es una situación particularmente ideal para el trabajador de la Escuela, ya que no es molestado más por ningún perro malhumorado que le ladra; así en él reina la calma para poder recorrer su camino impersonalmente.
Hay adversarios que quieren convertirle a toda costa y lo hacen tan amablemente que no se les puede repeler. También hay adversarios que, inteligentemente y con la mayor astucia, tratan de dañar la calidad del trabajo. Así se pierde una gran parte de tiempo y mucha energía en neutralizar a tales perjudicadores, causantes de enredos, sembradores de malos granos. Estas cosas esconden un verdadero drama.

El Sanedrín, el Consejo Judío que condenó a Jesús, es representado a veces compuesto por los más grandes malhechores. Sin embargo, nada es menos cierto. Este Consejo Judío ofrecía una similitud perfecta con el actual Sínodo General. Dichos señores, ciertamente, no fingían cuando se desgarraban sus vestiduras ante la infamia que suponían encontrar en un hombre como Jesús. Eran teólogos convencidos, intelectuales extremadamente cultos, religiosos, autoritarios... y enfermos mentales.
La élite del pueblo judío estaba allí reunida, calificando a Jesús de "fomentador de disturbios". ¡El quería fundar un reino que no era de este mundo! Judas recibió dinero del Gran Sínodo Judío para tratar de enganchar a Jesús en su carro dialéctico. Semejante ayuda hubiera sido un complemento formidable, ya que los miembros del gran Sínodo querían restablecer el reino de Israel.


Jesús se colocaba a la cabeza de un desarrollo religioso que no podía explicarse de ninguna forma por la dialéctica, como tampoco por una esfera celeste, por un mundo celeste hacia el que el Gran Sínodo quería dirigir a sus seguidores. Por eso, para el Sínodo, Jesús era como un lobo en medio del rebaño: ¡un tremendo peligro! Además era un loco, ya que no se colocaba al servicio de la iglesia.
Más tarde, la actuación de Mani no fue diferente de la de Jesús. Durante años, Agustín buscó el reino del que Mani hablaba. Exigía indicaciones, pruebas, ejercicios, pero no los recibió. Solamente recibió la filosofía.
Mani sufrió así la misma suerte que Jesús. Tampoco fue dejado en paz por el "Sanedrín". La calma que cada trabajador desea, la calma que permite cultivar su viña, no apareció. Jesús, el Gran Maestro de la Jerarquía, fue un ejemplo para él.
Allí donde aparece la Rosacruz nace la lucha y el sufrimiento inevitable para muchos, en ambos campos de batalla. Esta realidad está incluida en las palabras de Cristo: "No he venido a traer la paz, sino la espada".
La Rosacruz dice que trabaja para la humanidad, pero no con ella; éstas son unas palabras prudentes. No obstante, sabemos que la lucha surge infaliblemente. Nadie escapa a ella. La frase: "En esa hora todos serán ofendidos por su causa", será vivida por todos.
Sin duda, en los capítulos precedentes han debido presentarse tales momentos. Esta no es nuestra intención. Hay personas que son desagradables intencionadamente porque lo creen necesario. Sin embargo, éste no es nuestro caso. La irritación nace de un forma natural por el encuentro de la Enseñanza Universal del Orden de Dios con el hombre dialéctico. Por su naturaleza, usted piensa de manera absolutamente diferente a la de la Rosacruz. Usted es completamente diferente y esto puede dar lugar a un conflicto.
Toda la religiosidad de este mundo, toda la ciencia de este mundo, todo el humanitarismo de este mundo y todo el arte de este mundo son explicables totalmente por el campo de vida dialéctico. Las iglesias, las universidades, los templos del arte, la literatura y los hechos dan abundantes pruebas de ello. Las iglesias proponen dogmas, la ciencia formula hipótesis, el arte normas, el humanitarismo ideales, y el resultado se confirma en los hechos.
Si damos una ojeada a todo el campo de la actividad dialéctica, descubrimos por todas partes el mismo fundamento, la misma esperanza, la misma expectativa:
¡Eso debe acontecer todavía!
¡Eso se encuentra en la lejanía!
¡Eso llegará en el futuro!
¡Estamos persiguiéndolo, buscamos!
¡Vamos a alcanzarlo, vamos a realizarlo!
Sobre esta base se desarrollan diversas hipótesis de trabajo. Todo esto es la imagen del hombre en su esfuerzo cultural, del hombre instigado por el deseo inextingible de lo que no posee. Sin embargo, la Jerarquía dice:
¡Eso no debe venir, ya que ES!
Eso no se encuentra en la lejanía.
Eso no llegará en el futuro.
El Reino de los Cielos está dentro de usted.


¡El está presente en su campo de vida microcósmico!

En la vida dialéctica no se puede construir nada que, tarde o temprano, no sea destruido. Por esto, nada aquí es absoluto: aquí no hay verdad absoluta, aquí no hay forma absoluta, aquí no hay método absoluto, aquí no hay amor absoluto.
Cuando la inevitable cristalización natural se demuestra en el hombre, en lo que cree poseer de verdad, en su forma (su estructura corpórea), en su modo de vivir, en sus afectos, entonces aparece una horrible caricatura; la vida se vuelve un infierno y el hombre un cuerpo sin alma.
El proceso de cristalización comienza ya tres meses después del nacimiento del niño. Los hombres que toman conciencia de esta atroz realidad, pretenden desatarse de todo, porque quieren volverse sin forma, sin método y sin afectos. Sin embargo, esto es sólo un intento de ignorar la realidad de la dialéctica, de huir de ella. Dicho intento debe fracasar, porque la conciencia dialéctica es incapaz de llevar a cabo, con su propia fuerza, la autodestrucción. Sólo hay una salida cuando se tiene el valor de profundizar en la esencia de esta naturaleza y, haciendo frente a la cristalización y a la petrificación debida al dominio de las fuerza naturales, se emplea el hacha en el propio ser, realizando así la destrucción del yo en la fuerza de Cristo.

Cuando encuentre en su vida a la Rosacruz auténtica, advertirá que nunca le pondrá en contacto con un "método" o con lo que se llama "magia". Cuando alguien le somete a un método mágico o le indica un camino mágico, la Rosacruz está ausente. La Rosacruz presenta, como base de todo saber, una filosofía concreta; los valores mágicos permanecen completamente abstractos. La magia está por supuesto presente, pero ningún indigno, es decir, ninguna persona que no se haya ennoblecido para ello, puede alcanzarla o comprenderla. Además, la magia no se aprende, no puede ser ni estudiada ni descrita ni esbozada. Tan pronto como un hombre participa en el nuevo reino, se vuelve un mago; la magia es para él un sentido.
Además, es peligroso querer explicar las propiedades de este sentido a otra persona que no lo posee y que no puede aún poseerlo. Por esto, cuando alguien viene a nosotros y nos pregunta: "Cuénteme cómo sucede esto o aquello", nos ponemos inmediatamente en guardia (suponiendo que se le pueda contestar). No se puede poseer la luz antes de haber atravesado la puerta.

La Jerarquía irradia una verdad en este mundo. Esta verdad es algo fundamental que no puede ser interpretado de dos modos diferentes. Cuando alcanzamos lo fundamental, la verdad se nos revela un poco más profundamente, hasta cierto límite. A continuación debe haber una respuesta por parte del alumno. No con palabras, ¡sino con actos! El alumno debe penetrar con estos actos hasta la verdad misma.
¿Y qué se hace en general? El hombre se queda ante el acto sin realizarlo y alcanza la verdad por su vestido exterior; borda en él diversas interpretaciones, formas y métodos, mutilando así el vestido. La verdad, en tanto que realidad de la luz, permanece así escondida.


Y ésta es la realidad que determina las relaciones de la Rosacruz con los grupos esotéricos. Estos tratan de forzar siempre con la magia el triunfo de la dialéctica sobre la Estática. Todos los grupos esotéricos proponen ejercicios mágicos y ciencia mágica. La Rosacruz, por el contrario, da una explicación sobria de la verdad, difundida universalmente y que no puede ser interpretada de forma dialéctica. Coloca a sus alumnos ante un comportamiento de vida que concuerda con el núcleo fundamental de la verdad. Puede suceder también que alguien se siente cómodamente sobre la filosofía, animado por un afán de posesión; no obstante, esta situación no podrá durar mucho. La exigencia de la Escuela, que le coloca frente a la realización de la verdad en su propio ser, le impulsará a aceptar la exigencia o retirarse. De esta manera, nunca será engañado ni conducido a caminos laterales.

Recapitulemos sobre lo que acaba de ser dicho y veamos estos dos caminos:

por un lado: una filosofía de la verdad viva que empuja al cambio fundamental, de donde nace el desarrollo del Reino de los Cielos en usted; esto es la Rosacruz;

por otro lado: las iglesias, la erudición de los escribas y los doctores de la ley del "Sanedrín", el Sínodo General, y el encarcelamiento en la ilusión; o la magia, los ejercicios, la demencia; esto es el mundo.































                                                                 Capítulo 24

                                                                  La oración

La oración es algo que ha degenerado mucho en la vida del hombre. Para muchos se ha vuelto una costumbre que reposa en la idea: "Si no es útil tampoco hace ningún daño". Para otros es una práctica mística que debe ser mantenida, debido al respeto religioso transmitido de generación en generación. Sin embargo, nadie conoce el fenómeno de la oración, como tampoco se sabe de hecho lo que ocurre o debe ocurrir cuando se reza.
En la vida protestante se reza mucho. Ciertos ministros llegan a batir verdaderos récords de oración que impresionan poco a los fieles, pero que, por el contrario, crean un sentimiento de aburrimiento o de sorpresa por su emotividad. Hay pocas excepciones a esta regla. Una de estas excepciones la constituye el difunto Profesor De Hartog. El aplicaba una oración responsable, científica y razonable, aunque la comunidad no entendía nada de ello y frecuentemente la consideraba muy irrespetuosa y demasiado corta. Muchos rechazaban esa forma de orar por considerarla absurda e inaceptable intelectualmente.
Los Rosacruces también conocen la oración, pero no la practican por emoción mística o como expresión de sentimientos de respeto y todavía menos como una costumbre. Ellos han roto, radical y completamente, con todas las formas habituales. La oración de los Rosacruces se apoya en el conocimiento de un proceso consciente. La oración es de hecho una invocación mágica, y toda oración es atendida, aunque no en el sentido en que lo supone la masa.
Cuando un hombre ora intensamente, piensa, quiere y desea. Esto es una actividad de todo el triángulo de fuego humano, actividad que conduce a una creación. Cuando el hombre ora, desea algo que comprende racionalmente, algo que sostiene por un sentimiento y que dinamiza con un impulso a la actividad. El conjunto se enlaza al ser de la sangre y es sellado por las palabras pronunciadas. Es el fiat creador, la oración mágica. Este proceso puede ser analizado perfectamente de manera científica, y es comprensible que la calidad de su oración, la naturaleza de sus deseos, de sus objetivos, de su mentalidad, de su estado psicológico, en una palabra, su estado de ser actual, determine el resultado de la oración.
Un resultado es ineluctable, ya que la llamada mágica sube como una fuerza, como una vibración, como una unidad creadora, hacia el plano concordante con la calidad de la oración. La oración atrae fuerzas de dicho plano y el resultado concuerda absolutamente con él. Si el hombre invoca a Dios, a Cristo o al Espíritu Santo a partir de su estado primitivo inferior, empujado por un deseo egoísta, atrae igualmente fuerzas egoístas, ya que las ha invocado él mismo por la magia negra inherente a su oración. Entonces invoca al dios, a la fuerza de su imaginación primitiva, y este dios reacciona y responde.


De esta forma, su oración es atendida siempre, aunque no siempre según su gusto e intención. Contra esta clase de magia negra somos puestos en guardia por el mandamiento tan conocido: "No harás para ti escultura ni imagen alguna de las cosas que están arriba en los cielos, ni de lo que está abajo en tierra, ni de lo que está en las aguas debajo de la tierra".
Hablamos de un cono de oraciones o de una pirámide de oraciones que surge cuando se ora. Dicho cono vibra y es coloreado conforme a su calidad interior. Por esto, la oración es a veces muy peligrosa, por el hecho de que toda magia incomprendida se vuelve contra nosotros. De esta forma, usted obtiene siempre lo que no esperaba o lo contrario de lo que esperaba.
En la práctica sucede, la mayoría de las veces, que el hombre mismo comienza por arruinar fundamentalmente las cosas y sus condiciones, creando así un completo desorden, y cuando la situación creada por él mismo ya no le ofrece ninguna salida, termina rezando, diciendo: "¡Oh Dios, ayúdame!". Basta con exclamar: "¡Oh Dios!", para que se vuelva contra él. ¡Dios no es el siervo de la condición natural primitiva y animal del hombre! Por efecto de reacción, la respuesta concuerda con lo que merece: recibe una porción doble. Estará claro cuán indeseable es semejante magia.

Llamamos la atención especialmente sobre la magia de la oración practicada en la Iglesia Romana. Con la oración, la Iglesia Romana ha conseguido y ha conservado muchas cosas. Se reza al dios romano, a la jerarquía de su iglesia en el más allá, pero no al Señor de toda Vida y a su Jerarquía. De ahí viene que se haga uso de toda clase de libros de oraciones preformuladas, para asegurar, cueste lo que cueste, la unión entre la masa y el dios romano. Con este fin se mantiene un gran panteón de santos. A los creyentes se les prescribe veinticinco Padrenuestros, contados sobre el rosario. Con estas formas y prácticas de oración se conduce al que reza a una potente intensidad de oración. De esta manera son llamadas las organizaciones de fuerza romanas en el más allá, y así el rebaño es mantenido en su conjunto.
Esto nos hace pensar también en las oraciones por los fallecidos, por medio del sistema de las estampas religiosas. Estas oraciones son un serio obstáculo para los difuntos que tal vez tratan de separarse del dominio de la iglesia, ya que con ellas es vivificado continuamente el sacramento de la extremaunción.
Los sacerdotes incitan a la masa religiosa a orar frecuentemente, y nosotros comprendemos el porqué. La magia del culto, los sacramentos y la magia de la oración tienen como fin el mantener la unidad de la iglesia. El lector verá fácilmente hasta qué punto esta magia es dialéctica y hasta qué punto la oración es rebajada a un estado inferior.
Como ya hemos mencionado, en el protestantismo se reza mucho, pero por su falta de unión, no posee ninguna jerarquía, ninguna prolongación en el más allá. Es la presa indefensa de muchas fuerzas de la esfera reflectora. También la jerarquía romana se mueve en este terreno y obtiene un éxito mayor del que muchos podrían imaginarse. ¡La garra romana también está presente en el Sínodo General!



En general, el hombre dispone de cuatro motivaciones que le empujan a actuar con el fin de mantener su naturaleza dialéctica auto‑conservadora, a saber: el amor, la riqueza, el poder y la gloria.
Por este amor es impulsado en la vida sexual, en el amor por su raza, linaje, pueblo, familia, su propia persona, sus hijos y sus bienes.
Su deseo de riqueza se expresa, por ejemplo, por sus esfuerzos por ganar dinero, por los cuidados que toma en asegurarse su vejez, por asegurarse una pensión de retiro, por el ejercicio de diferentes estudios, por el deseo de colmar toda ambición y ver a sus hijos elevarse en la escala social.
El deseo de poder se expresa, en particular, en el esfuerzo por mantenerse a sí mismo, en el deseo de imponer respeto, en la manera en que el hombre trata de alcanzar sus fines por todo los medios, en su ilusión por querer ser alguien.
El deseo de gloria se expresa, por ejemplo, en el valor tan grande que se atribuye a los acontecimientos históricos nacionales, a la gloria militar, a las condecoraciones, a los deportistas.
La vida de oraciones del hombre está adaptada por completo a estos impulsos. Añadamos todavía todas las miserias dialécticas, dentro y fuera de él, que le conducen angustiado a la oración, simplemente en favor de su propia conservación.
Todo esto no tiene el menor valor para el hombre más comprensivo y evolucionado. Este ora por el bienestar espiritual de su ser. La oración se orienta hacia el bienestar de la humanidad y brota del altruismo, no del egoísmo. El ora:
‑por el amor que lo abraza todo y a todos;
‑por la riqueza de poder servir de verdad a partir de la plenitud de una posesión interior;
‑por el poder de ayudar a liberar a la humanidad de su miseria;
‑por la gloria de volver a ser tal, que los actos de su vida anuncien la gloria de Dios.

La verdadera invocación mágica, la oración del verdadero alumno, está sometida a la ley de jamás pedir algo para sí mismo. Es la rendición total al mandamiento divino: "Buscad primero el Reino de Dios, y todas las demás cosas os serán dadas por añadidura". Es el abandono, con una absoluta confianza, a la dirección divina.
Además, el alumno llega a ver que la calidad y la fuerza de su oración dependen de sus disposiciones interiores, según la conciencia, el alma y el cuerpo. Por este motivo vive "la vida" con todas las fuerzas presentes en él.



















                                                                 Capítulo 26

                                                          La Rosacruz de Oro

Y ahora hemos llegado a nuestra conclusión. Aunque no podemos pretender el haber sido completos, ya que todavía quedan muchísimas cosas por decir y aclarar sobre la filosofía gnóstica universal moderna, no obstante esperamos haber podido atraer su atención sobre algunos de sus aspectos más importantes. Dedicamos este último capítulo a la Rosacruz e intentaremos darle una imagen: de lo que la Rosacruz es, pretende y realiza.
Hablamos preferentemente de filosofía gnóstica moderna, porque las actividades de la Rosacruz moderna nos permite hablar de manera justificada de una filosofía verdaderamente gnóstica y universal.
Un gran cambio debía ser llevado a cabo y debía producirse lentamente. Los principios de este cambio datan de 1935, después de un tiempo de preparación que se remonta a los alrededores de 1925. Desde 1945 podíamos decir que el trabajo comenzaba a hacerse visible. Desde entonces cada vez ha habido mayores posibilidades de presentar al mundo la filosofía universal gnóstica purificada en todo su contenido. Así, en agosto de 1964, es decir, en un período de 40 años, la obra fue completamente concluida.
Usted ha tomado conocimiento de la Rosacruz mientras ella está realizando una revolución espiritual. Una revolución espiritual que se realiza primeramente hacia el interior, para manifestarse en el transcurso de los años con fuerza creciente hacia el exterior.
¿Por qué fue necesaria esa revolución en el interior del campo de trabajo de la Rosacruz? Dicha revolución fue necesaria por motivos que se relacionan con las leyes fundamentales de la verdadera masonería espiritual libre, con las leyes del arte real. Una idea liberadora y purificada no puede ser irradiada repentinamente en el mundo desde arriba. Un intenso proceso de preparación debe preceder, para que cuando la idea llegue, pueda establecer un lazo de sangre directo con cierto número de personas y, por mediación de ellas, pueda actuar sobre toda la humanidad. Así pues, es necesario que "el Señor sea reconocido cuando venga".
En primer lugar, el campo debe ser labrado y preparado antes de que la simiente pueda ser echada. Cada idea en la que no se hayan observado las reglas de esa ley de preparación de unión por la sangre, se pierde infaliblemente sin dar ningún resultado.


Si se quiere recoger una cosecha, habrá que hacer antes el esfuerzo necesario para realizar el trabajo más arduo y muchas veces el más desagradable. Pensamos aquí en la comedia de Charles R. Kennedy "El servidor de la casa". Mientras el obispo de Lancashire, en su venerable sotana, está ocupado en el salón en recitar sus palabreos metafísicos y especulativos, el verdadero trabajador desciende a las cloacas y las limpia.

La Fraternidad de la Rosacruz de Oro obra desde hace numerosos años, teniendo como base la ley precitada, para preparar una nueva iniciativa mundial. Dicha iniciativa sólo puede manifestarse, tal como acabamos de decir, cuando llega el momento en que puede establecerse un lazo de sangre con la humanidad.
La hora de tomar esta iniciativa ha sonado y el campo está preparado. En 1875, y aún antes, la Fraternidad dejó la iniciativa, por diversas razones, a la Sociedad Teosófica y a la Francmasonería. El tiempo de entrar en acción directamente no había llegado todavía. El mundo y la humanidad debían ser conducidos primeramente a un estado adecuado, antes de que los misterios universales pudieran llegar a cumplir su misión.
Cuando en los alrededores de 1925 el gran trabajo preparatorio comenzó, los trabajadores encontraron en Occidente un campo esotérico que, como se puede imaginar, estaba completamente armonizado con los sistemas esotéricos de la cuna de la humanidad Aria: la antigua India. En Occidente había una diversidad de etiquetas, pero en el fondo, todo lo que aparecía en la escena del mundo era yoga. Podían hacerse llamar, para diferenciarse: teósofos, sufís, mazdeístas, antropósofos o rosacruces; en todos los sectores esotéricos en cuestión, y sin ninguna excepción, se esforzaban asiduamente en practicar métodos de yoga. Todos estos grupos hubieran podido fusionarse sin ningún inconveniente. No había lugar alguno donde se tratase de cristianismo, y todavía menos de verdadera Rosacruz.
Los métodos de yoga usuales se concentran íntegramente en la personalidad dialéctica. Por su naturaleza, dependen completamente de ella y declaramos que nunca han respondido a las verdaderas intenciones de los guías espirituales de la humanidad. Bajo la influencia y como consecuencia de las prácticas de yoga, se han formado, en la esfera reflectora de nuestro campo vital, varias escuelas ocultas que llevan a cabo cierta actividad, pero que no tienen nada que ver con la verdadera Escuela Espiritual, la Jerarquía de Cristo.
Es un honor para nosotros el poder asegurar que no pertenecemos a ninguna de esas escuelas ocultas, que no queremos pertenecer a ellas, y que por otra parte no podemos pertenecer a ellas, porque el desarrollo de la Rosacruz de Oro es completamente diferente.

Los métodos de yoga se concentran, como ya dijimos, en la personalidad dialéctica. Influyen en el cuerpo material mediante ciertas formas de ascesis; en el cuerpo etérico por medio de la sangre y de las glándulas de secreción interna, en el cuerpo del deseo por medio de los músculos no sujetos a la voluntad y del sistema cerebro‑espinal, en el poder del pensamiento con ejercicios de concentración que influyen alternativamente en los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo, así como en el cerebelo y en el plexo solar.


Con dicho entrenamiento, que puede hacerse siguiendo dos métodos principales: el método antipático o teosófico, y el método simpático o antroposófico, nace cierta conciencia en la esfera reflectora dialéctica y se produce un contacto con dichas escuelas ocultas.
Dicho entrenamiento ‑llamado incorrectamente "desarrollo"‑ ha de ser rechazado siempre y es generalmente muy peligroso:

a) Determina una unión muy fuerte con la personalidad dialéctica, porque es utilizada, sea como sea, como base de las facultades superiores deseadas. Así se refuerza siempre la unión con la rueda kármica.

b) Como en los métodos de yoga no se hace diferencia de principio entre lo positivo y lo negativo, estos métodos de yoga han causado y continúan causando millones de víctimas.

c) El fenómeno que conocemos con el nombre de "magia negra", proviene directamente de este método.

Deseamos ahora probar la verdad de estas afirmaciones:

a) Cuando alguien precisa desarrollar cierto órgano para alcanzar un objetivo determinado en el plano de lo oculto, permanece como consecuencia atado a dicho órgano durante toda su vida. Así pues, está obligado a hundirse o a emprender un esfuerzo por cultivar dicho órgano, es decir: volver la "carne y la sangre" aceptables para la eternidad. Por otra parte, las escuelas de yoga propagan la enseñanza de la evolución de la dialéctica. ¡Están verdaderamente forzadas a ello!

b) Cuando alguien, aplicando un método de yoga de una u otra categoría esotérica, parece demasiado débil o blando, o estructuralmente inepto, entonces es expulsado de dicha escuela. El interesado no puede volver a su supuesto "equilibrio" primitivo, y queda en posesión de su herencia, por ejemplo, con una hipófisis desarrollada a medias, una tiroides irritada, un plexo solar que no pertenece del todo al sistema nervioso simpático. Violentó la naturaleza de su ser dialéctico y ahora debe decidir cómo podrá deshacerse de tal situación. Todo ocultismo negativo es, sin excepción, el resultado de semejante estado de cosas. Como los órganos tocados forman parte del organismo creador, esta característica negativa es al mismo tiempo hereditaria hasta la cuarta generación.
Teniendo en cuenta que estos órganos controlan procesos funcionales delicados, resultan gran número de enfermedades y, en particular, formas de locura y tendencia al suicidio. Estas son igualmente hereditarias hasta la enésima generación. No hay duda de que muchas personas con pre‑recuerdo son víctimas, también, de esta aberración esóterica.



c) Debe ser evidente, para un pensador lúcido, que los frutos del árbol de la vida no pueden ser empleados a la vez en sus aspectos blanco y negro. En el campo de acción del árbol de la vida nada puede ser puesto en movimiento por los opuestos. Así, en cuanto algo puede ser llamado "blanco", se trata de un fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, y lo "negro" está infaliblemente presente. Lo "negro" es despertado por lo "blanco". También la magia blanca ordinaria del campo de vida dialéctico es, según la ley natural, la madre de la magia negra.
Cuando los motivos determinantes de un alumno están por debajo de las normas impuestas por las escuelas de yoga llamadas "blancas", dicho alumno es rechazado. ¡Pero ya ha sido sometido a su desarrollo esotérico y, por lo tanto, conoce los métodos! Siendo además un "tipo fuego", su egoísmo o su naturaleza criminal le lleva a emprender el trabajo por su propia cuenta. La magia negra ha nacido y encuentra un vasto campo de acción.
La magia negativa es el resultado de la estupidez y de la impotencia. La magia negra es el resultado de la maldad que se exterioriza en el campo esotérico. Y la supuesta magia blanca se dedica al mantenimiento de la dialéctica y es, por ello, el mayor enemigo de la humanidad.

Cuando en 1925 emprendimos nuestro trabajo, encontramos establecido en el mundo un movimiento rosicruciano que sólo tenía en común con la Rosacruz el nombre. La aplicación de métodos de yoga se encontraba por todas partes, con todas sus consecuencias. El referido movimiento estaba lleno de ocultistas negativos que no podían ir más lejos y que estaban muy enfermos. Además, gran número de entre ellos, con intenciones completamente negras, se entrometían por todas partes. Y, finalmente, también algunas personas serias conducidas por un camino desviado, vendían su verdadero derecho innato por una pretendida felicidad. Tal era la situación extremadamente dramática. También nos encontrábamos ante una enorme confusión filosófica y organizativa. Y en esta situación debieron ser establecidas las bases del nuevo trabajo.
Por diferentes razones, atribuimos gran valor a la declaración de que ni mucho menos todo lo que se engalana con el nombre "Rosacruz" es verdaderamente Rosacruz, en el sentido gnóstico universal de la palabra. Admitimos la posibilidad de la existencia de una escuela de yoga que se presente bajo la etiqueta "Rosacruz", al igual que hay una orden "romana" que también se llama así.
Le hablamos en nombre de la Fraternidad de la Rosacruz de Oro y le aconsejamos que esté atento a su seña de identidad filosófica, universal y gnóstica, y le decimos lo que sigue para ayudarle en este sentido.
El método moderno de la Rosacruz de Oro, que sólo es moderno si lo consideramos en su lado práctico, pero que es fundamentalmente semejante al de los Cátaros, de los Maniqueos y de la Orden de Siddha, es reconocible, en primer lugar, por el hecho de que le es imposible dar nacimiento a una legión de negativos, fracasados, enfermos y débiles.
Encontramos, en nuestro campo de trabajo, a hombres que recorren verdaderamente el camino y que, sin ninguna excepción, triunfan. Al lado de ellos, encontramos a hombres que no recorren el camino, pero que a pesar de ello no pueden, de ninguna manera, sufrir daños por el método aplicado por la Escuela.


El método de la Rosacruz de Oro no se apoya jamás en la personalidad dialéctica. Ningún órgano de la personalidad dialéctica es cultivado por el método citado y, por lo tanto, no puede ser dañado o abandonado en un estado de semi‑desarrollo. Nuestro método tampoco adopta un sistema de ejercicios. No se basa en el cultivo de la dialéctica, porque la Rosacruz de Oro sabe que "la carne y la sangre no pueden heredar el Reino".
Por esta razón, la Rosacruz de Oro está ocupada precisamente en hacer que el alumno celebre su despedida de la personalidad dialéctica. Esto le librará del absurdo de oponerse a este proceso de despedida por cualquier forma de cultivo.

El método puede ser esbozado más o menos así:
El núcleo espiritual central del hombre, la mónada, está unido a una personalidad que no está comprendida en el Plan de Dios. Las formas originales del espíritu, del alma y del cuerpo están presentes sólo fundamentalmente.
Según el punto de vista de la enseñanza crística, el alumno es inflamado en la idea del verdadero hombre divino. Este bautismo filosófico se relaciona con el pre‑recuerdo y hace comprender al alumno: "ex Deo nascimur", nacemos de Dios.
El alumno es colocado, a continuación, ante el comportamiento de vida basado en este estado de ser "inflamado en Dios", como si su ser dialéctico fuese ya la verdadera estructura. El alumno es empujado así a vivir personalmente las palabras de Pablo: "No es que lo haya alcanzado ya, sino que corro para alcanzarlo". Este comportamiento de vida no engendra un cultivo de la personalidad dialéctica, sino precisamente un fuego intenso, un declive voluntario según esta naturaleza, por el fuerte anhelo de llegar a ser el hombre divino, que lo es todo para el alumno. Este puede practicar entonces con convicción el: "in Jesu morimur", en Jesús perecemos.
Durante este declive según la naturaleza, consciente y voluntario, el cuerpo celeste ‑fundamentalmente presente‑ crece y es vivificado, y así el alumno vive directamente la verdad que se expresa en los términos: "El Reino de Dios está en vosotros". Este saber y esta experiencia llevan al alumno a testimoniar con profundo reconocimiento esta verdad: "per Spiritum Sanctum reviviscimus", por el Espíritu Santo renacemos.
Llegado a este estadio, el alumno está realmente en posesión de dos personalidades, unidas por el proceso que llamamos el cambio fundamental.
Una vez realizada la unión por este proceso, el núcleo espiritual central, la mónada, pasa a un proceso triple, en tres círculos séptuples, para romper la unión con la personalidad dialéctica y para transferir la conciencia al hombre celeste. Así, el hombre dialéctico muere progresivamente, y sólo permanece el hombre celeste.
En cuanto la forma celeste se vuelve visible en el microcosmos, la muerte está, en principio, vencida. La supresión por la muerte de la personalidad dialéctica es sólo un incidente. Ya no puede producirse ninguna revivificación de la personalidad dialéctica.


La coronación de este método completo es el devenir inmortal del hombre. Posee de nuevo una estructura espiritual, una estructura del alma y una estructura corpórea verdaderas. Puede expresarse en todos los campos de la materia y del espíritu, y entra en las filas de la Jerarquía de Cristo como un co‑edificador, como un Rosacruz de Oro.

Así, durante la nueva era, se realizará la entrada en la liberación para cierto grupo de la humanidad. La separación se hace cada vez más neta. Los Hermanos de la Rosacruz de Oro actúan aquí en calidad de cosechadores.
Todo este proceso irradia plenamente en la Enseñanza Universal de todos los tiempos, y también puede ser encontrado en la Biblia. Y así, como conclusión, citamos un extracto del Testamento Espiritual de los antiguos Rosacruces:

Esperamos y oramos para que pongan empeño en meditar
cuidadosamente sobre nuestro ofrecimiento,
para que examinen con precisión nuestro arte,
y para que examinen con perseverancia
los tiempos actuales.




































                                                                          





                                                                 GLOSARIO


Campo de manifestación o de respiración: Es el campo de fuerza inmediato, en cuyo interior se hace posible la vida de la personalidad. Es el campo de unión entre el ser aural y la personalidad. Es el campo de actividad, de atracción y de repulsión de todas las fuerzas y sustancias utilizadas en la vida para la conservación de la personalidad. Este campo está completamente unido a la personalidad.

Conocimiento de primera mano: En el sentido de la filosofía Rosacruz, es el conocimiento, el saber, acerca de la realidad del Logos, a la que tiene acceso la conciencia ennoblecida para ello ‑conciencia hermética o poimándrica‑, y que, por su contemplación directa, aprende a leer y a comprender la suprema sabiduría del Creador.

Dialéctica: Es nuestro campo de vida actual, donde todo se manifiesta por pares opuestos: día‑noche, luz‑oscuridad, alegría‑tristeza, juventud‑vejez, bien‑mal, vida‑muerte. Estos están inseparablemente unidos entre sí, se siguen inevitablemente y se engendran mutuamente. Por esta ley fundamental, aquí abajo todo está sometido a un cambio y a una destrucción continuos, a un subir, brillar, desaparecer. Por esta ley, nuestro campo de existencia es un mundo inestable de pena, dolor, ruptura, enfermedad y muerte. Por otra parte, desde un punto de vista superior, la ley de la dialéctica es una ley de gracia divina, pues por su destrucción y renovación constantes impide y obstaculiza la cristalización definitiva del hombre, y por tanto su decadencia final. Esto significa que otorga regularmente al microcosmos una nueva oportunidad de manifestación, y con ello la ocasión de reconocer la única meta de su existencia y de recorrer el camino de regreso por medio de la transfiguración (el renacimiento de agua y de espíritu).

Enseñanza Universal: No es una "enseñanza" en el sentido corriente de la palabra; tampoco puede ser encontrada en libros. En el ser más profundo es la viviente realidad de Dios, en la que la conciencia ennoblecida para ello aprende a leer y a comprender.

Escuela Espiritual: Véase Jerarquía de Cristo.



Jerarquía de Cristo: La Fraternidad gnóstica universal, el Corpus Christi, la jerarquía divina del Reino Inmutable. Es el Cuerpo universal del Señor, y también es denominada con muchos otros nombres, como por ejemplo: la Iglesia invisible de Cristo, la cadena universal gnóstica, la Gnosis. En su actividad en favor de la humanidad caída se presenta, entre otros, con los nombres de Triple Alianza de la Luz, Fraternidad de Shambhala, Escuela de Misterios de los Hierofantes de Cristo, y toma forma en la joven Fraternidad Gnóstica.

Iglesia invisible: Véase Jerarquía de Cristo.

Lípika (o firmamento aural): El conjunto de fuerzas, valores y ataduras, resultantes de las vidas de las diversas personalidades que han habitado en el campo de manifestación. Todas esas fuerzas, valores y ataduras forman juntas las luces, las estrellas de nuestro firmamento microcósmico. Esas luces son puntos magnéticos que, en concordancia con su tipo, determinan la calidad del campo espiritual magnético, es decir, el tipo de fuerzas y materiales que son atraídos de la atmósfera y acogidos en el sistema microcósmico, y por ello también en la personalidad. Por lo tanto, a la transformación de la personalidad ha de precederle la transformación esencial del firmamento de las luces. Esto sólo es posible por la auto‑ofrenda del ser del yo, la destrucción del yo total y la ofrenda del ser.

Microcosmos: El hombre en tanto que pequeño mundo (minutus mundus). Sistema vital muy complejo en forma de esfera, en el que se puede distinguir y observar, del interior hacia el exterior, la personalidad, el campo de manifestación, el ser aural y un campo magnético espiritual séptuple. El hombre real es un microcosmos. Lo que en este campo de existencia se entiende por "hombre", en realidad no es más que la personalidad mutilada de un microcosmos degenerado. La conciencia actual es la conciencia de la personalidad ‑una conciencia corporal‑ y, en consecuencia, ésta sólo es consciente del campo de existencia al que pertenece.

Reino de los cielos: El Orden de Dios, el campo de vida original de la humanidad, del que fue expulsada por una catástrofe cósmica, conocida como la "caída". El anhelo de liberación y salvación, anclado muy profundamente en cada ser humano, y la llamada y el trabajo de todos los enviados de la Cadena de la Fraternidad Universal, están orientados al regreso a ese campo de vida verdadero de la humanidad. Ante todo no debe ser confundido con la estancia de los muertos en el más allá, que también es llamada, de manera totalmente incorrecta, "reino de los cielos". Esa supuesta "celeste" morada de los muertos es tan pasajera como este mundo material de los supuestos vivos. No es más que la estación de tránsito hacia un nuevo nacimiento, encadenado a la rueda de la vida y de la muerte.

Sol espiritual: El campo espiritual original, también llamado Vulcano, que envuelve y penetra por todas partes todo nuestro campo planetario. El Sol que nosotros percibimos es el foco del campo de vida dialéctico.




















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